El futuro marco normativo de la Política Agraria Común –la archiconocida PAC– pone sobre la mesa un nuevo reto para el campo: la digitalización de todas las fases del cultivo. En este punto, investigadores de la Universidad de Sevilla y de la Universidad de Córdoba, la patronal Asaja y los Grupos de Desarrollo Rural (GDR) Campiña-Los Alcores y Gran Vega de Sevilla –con la colaboración de Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA)– se han sentado a la mesa para plantear un proyecto que ayude a digitalizar la labor del agricultor desde las cooperativas y a su vez abaratar costes y mejorar la sostenibilidad del cultivo. La iniciativa la han bautizado como Smart AG Services.
El proyecto le da una vuelta de tuerca a la tan popular agricultura de precisión. Más allá de desarrollar herramientas o aplicaciones tecnológicas que ayuden a ahorrar al agricultor, busca crear un sistema para dotar a las cooperativas, con el objetivo de que éstas las ofrezcan como un servicio a sus asociados. De esta forma, «se rompe la barrera de la inversión» con la que se encuentra el productor, explica Manuel Pérez-Ruiz, profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Hispalense y miembro del grupo operativo. El consorcio ha recibido 266.000 euros de la Asociación Europea de la Innovación, a través de la Consejería de Agricultura, para llevar a cabo esta investigación a lo largo de los dos próximos años.
El objetivo es impulsar un sistema de ayuda a la decisión –cuyo software están ultimando– que comunicará al agricultor, a través de sus dispositivos tecnológicos, la planificación idónea de riego y fertilización, así como posibles riesgos o anomalías en el cultivo. Para ello se valdrán de la última tecnología como sensores inalámbricos, imágenes multiespectrales, drones, big data o algoritmos de inteligencia artificial. Herramientas que permitirán recabar datos sobre el estado hídrico y nutricional del cultivo para generar recomendaciones sobre la gestión del riego y el uso de fertilizantes que se enviarán cada pocos días al agricultor.
De las primeras pruebas realizadas en la universidad se desprende que el productor puede ahorrar en torno a un 15 por ciento en agua y fertilizantes. Además, reducirá la contaminación y disminuirá hasta en un 20 por ciento los costes.
Los primeros ensayos de este sistema se aplicarán a tres tipos de cultivos. Dos de ellos de riego, concretamente de maíz y cítricos; y un tercero, de secano (en una parcela de trigo ubicada en Carmona). En el caso de las parcelas de regadío, que están ubicadas en Écija y Lora del Río, «se van a sensorizar para conocer al detalle la humedad y la temperatura, con tal de hacer un manejo más óptimo de los cultivos», explica Pérez-Ruiz.
En opinión del investigador, no sólo permitirá un ahorro en agua e insumos, sino que le dará un valor añadido al cultivo. «En la naranja, por ejemplo, el Reino Unido le da mucha importancia a que la huella hídrica sea la menor posible», matiza Pérez-Ruiz.
En este momento, los investigadores están poniendo a punto el software y el hardware. Según sus previsiones, en junio podrán llevarlo a las explotaciones donde, junto a las cooperativas, validarán los primeros resultados.