Mientras contemplaba desde cierta distancia la obra maestra de Leonardo Da Vinci, “La Gioconda” y conversaba con mi mujer sobre el denominado “esfumato leonardesco”, su obra en el refectorio de Milán (“La última Cena”) y reliquias, un señor menudo y de aspecto afable me susurró: “Debe usted visitar Argenteuil, al norte de París, vaya y verá una reliquia inolvidable”. Me giré y sabiéndose analizado repuso: “Yo vengo de allí, le he escuchado hablar de Leonardo Da Vinci y sus misterios y estoy seguro que la reliquia de Argenteuil le sorprenderá”.
Mi mujer se mostró remisa a ir, pero teniendo el portátil en el hotel decidimos comprobar donde y qué se encontraba y había en Argenteuil. Efectivamente no estaba lejos de allí. El navegador de nuestro automóvil sabría llevarnos...
Estaba a 13 kilómetros de París, al norte, en el departamento del Val-d'Oise. Además esta coqueta localidad tenía un atractivo artístico: el pintor Monet vivió allí entre 1871 y 1878, también Sisley, Caillebotte o Renoir, igualmente nació en ella Georges Braque, creador del cubismo, y es un destino habitual de fin de semana de los parisinos. “Debía estar bien” pensamos pero una pregunta seguía flotando: ¿Qué podía haber de mi interés en Argenteuil?
Al llegar al pueblo lo comprendimos ya que no tardamos demasiado en ver una especie de tablón anunciador que decía: “la Túnica Santa” y pensé: “¿Será la que se jugaron a los dados los guardias romanos y que perteneció a Jesús de Nazaret? ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?”.
El comercio de reliquias en el Medievo se convirtió en moneda de cambio, y usual, en la mayoría de los pueblos de la cristiandad. Era el camino más directo para cristianizar y captar la devoción de aquellos que aún no se habían convertido al cristianismo. Era muy singular comprobar cómo diferentes regiones rivalizaban en cuantía y calidad de reliquias. Quizás el país que se llevaba el mayor mérito en poseer tan preciados bienes era Francia. Cuna de reyes, papados, nobles y cruzadas, buena parte de las reliquias que se “exportaron” de Israel y los santos lugares a Europa iban hacia el vecino galo.
Una de esas reliquias singulares es la que se guarda en la basílica de Saint-Dennis d´Argenteuil, en el norte de París, y se trata de la túnica que llevaba puesta Jesús de Nazaret cuando fue detenido por la guardia romana tras ser vendido por Judas Iscariote. Se guarda con veneración y recelo, a tal punto que desde 1979 es considerada como monumento histórico en la localidad francesa.
Su hallazgo se debe a una experta en la localización de reliquias, fue la emperatriz Santa Elena, en el siglo IV a quién se debe su hallazgo. Tras ello fue enviada a Constantinopla donde permaneció hasta que fue regalada por la también emperatriz Irene al emperador Carlomagno en el siglo VIII.
Como obsequio al convento donde se encontraba internada Théodrade, la hija del emperador, es donada en el año 800 al monasterio de Nuestra Señora de la Humildad de Argenteuil. Allí fue celosamente guardada para preservarlo del pillaje de los normandos, donde reaparece cuatro siglos más tarde en unas reformas de la capilla tapiada tras un muro.
La existencia de la reliquia ha sido azarosa, los Normandos en el 850 d.C. Arrasaron con Argenteuil, la túnica se salvo al ser escondida como ya he narrado. En el año 1003 el abad, en la reconstrucción y reforma, encuentra la reliquia. Es venerada durante los siglos venideros hasta la llegada de la Revolución francesa que todas las reliquias corrían el riesgo de ser destruida por el raro efecto de descreimiento que toda revolución conlleva..., tras sus duros momentos en 1567 llega otra época de calma, en 1793 el sacerdote titular de Argenteuil recorta unos trozos de la Túnica y la entierra en el jardín creyendo que iba a ser nuevamente destruida por el movimiento revolucionario imperante en la Francia de la época.
Reaparece en 1795, se organizan diferentes ostensiones y cultos teniendo su máximo apogeo en el siglo XIX. En 1983 es robada, era el 13 de Diciembre, los anarquistas reivindican el robo mediante una llamada telefónica, pero el 2 de Febrero de 1984 el padre Guyard recibe la promesa de restituir la reliquia si promete guardar silencio sobre la identidad de los ladrones... Aquella misma noche aparece en la Basílica de Saint Dennis, para celebrar su aparición se celebró un solemne acto por donde pasaron más de 80000 personas que veneraron la túnica.
El primer documento histórico que nos habla de la Túnica de Argenteuil data del año 1156.
Como con otras reliquias, se le dota de autenticidad debido a los milagros que le son atribuidos a lo largo de su existencia como reliquia venerada, sobre todo en los siglos XVI y XVII. A ella acudieron a rezar reyes como Francisco I, Enrique II, Luis XIII, María de Medici o Ana de Austria.
Contemplar la reliquia es un acto de fe, enmarcada y con signos evidentes del paso del tiempo, se puede comprobar su forma, su color oscuro denota el tinte que tenía originalmente y, restos de sangre nos hacen ver que la persona que lo portaba sufrió un daño extremo.
La túnica sería la misma de la que nos hablan los Evangelios y que habría de ser jugada entre cuatro soldados romanos, lo normal era que se dividiera en cuatro partes pero al ser de una sola pieza decidieron jugársela para no dañar el tejido, y de esta forma los dados marcarían la suerte de la reliquia.
Sobre la reliquia André Lesort, en el Diccionario de Historia y de Geografía Eclesiástica decía:
“Nos encontramos aquí en presencia de una tradición que no aparece en absoluto remontar más allá del siglo XV acabando y, en todos los casos, no se valora ningún testimonio anterior al siglo XVI. La ropa que es el objeto es, sin contestación posible, un tejido de lana sin costura, proviniendo del Oriente y confeccionado en los primeros siglos de nuestro Era. Puede que haya sido vestido por el Salvador del Mundo. Tiene este título. Además guarda más de cuatro siglos y es objeto de devoción al estar animada por la autoridad eclesiástica y que ha provocado intervenciones milagrosas”.
Dom H. Leclercq, experto en la materia, decía:”El tejido es de lana fina y de tipo copto, no puede tratarse de la túnica del Salvador que, según los usos hebraicos, tenía que ser de lino o en algodón sin costuras”.
Sin embargo la Ciencia volvió a hacer acto de aparición y mediante el “infalible” Carbono-14, la especialista Sophie Desrosiers, en 2003, y apoyada por el laboratorio de Saclay, realizaron la datación de la reliquia determinando que se trataba de un tejido de los siglos VI o VIII, entre el 530 y el 650 d.C., y la polémica -nuevamente- estaba servida.
Todo ello auspiciado por la prefectura de Argenteuil a cargo de Jean-Pierre Maurice (con el acuerdo de la alcaldía de dicha localidad de la mano de Philippe Métezeau, adjunto al alcalde, del Obispo de Pontoise, Monseñor Riocreux, y del Ministerio de Cultura y el Instituto para la Conservación de Monumentos históricos.
No conformes con esta datación, en el año 2005, la asociación de expertos -en materia de reliquias- denominada Costa-Coeli decidió investigarla en profundidad. La sangre resultó ser del tipo AB, como la del Santo Sudario de Turín (Sábana Santa) o el Sudario de Oviedo, resultando ser un grupo sanguíneo minoritario en Europa y mayoritario entre el pueblo de Israel... Posteriormente la experta en dataciones Claire Van Oosterwijck afirmó que la datación de Desrosiers no era válida por contaminación de las muestras luego todo quedó en entredicho y con la reliquia “intacta” de la acusación de fraude.