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Actualizado: 28 ago 2022 / 04:00 h.
  • El monje fantasma del Monasterio de San Jerónimo

Su nombre literal es Monasterio de San Jerónimo de Buenavista y su estado actual refleja el paso del tiempo y patetismo del abandono, deja ver las excelencias que un día lo encumbraron y que hoy no es ni una sombra de lo que fue.

Su construcción fue promovida por fray Diego Martínez en 1414, de noble cuna y notables influencias reales este religioso del monasterio de Guadalupe se las ingenió para que se permitiera y llevara a la práctica la construcción del monasterio.

Transcurridos los siglos el edificio va cayendo en decadencia, resiste la ocupación francesa hasta que un incendio en 1815 destruye buena parte del mismo. Se abandonó el edificio y durante lo que restó del siglo XIX y XX tuvo diferentes usos, en el año 1985 fue adquirido por el ayuntamiento de Sevilla sin tener un uso definido.

Con estos ingredientes: una vieja iglesia quemada y el claustro de un viejo monasterio pues se comienzan a dar cita en su interior personas en busca de los fantasmas de los monjes que un día lo habitaron, jóvenes armados de tableros ouija e interminables sesiones de espiritismo que no llevaban a un lugar concreto.

Sea como fuere uno de los primeros sucesos extraños acaecidos en el interior de este derruido edificio nos llega de la mano de un joven mecánico llamado Ismael López, otra de esas personas que un día estuvo tocada por el raro azar del misterio, que caminando entre la ruinas del monasterio sintió como alguien le llamaba: “Era como un susurro, como una frase que retumbaba en mi cabeza u que me decía que me tenía que asomar al interior del edificio... Entre cascotes me acerqué y entré como pude, a lo lejos me pareció distinguir que había alguien, era un bulto con forma encogida... Creí que era un saco, pero realmente era una persona arrodillada, con una especie de casulla marrón... Aquella persona hizo un movimiento, se persigno y se levantó quedando claro que era un monje... Reparó en mi presencia y miro, sólo pude ver el hueco negro o de sombra de la tela y el rostro oculto bajo la capucha, aquel monje me hizo la señal de la cruz con la mano y se desvaneció...”

Nos es un caso desde luego aislado ya que el mismo A.R. narra igualmente una experiencia que le fue contada durante su investigación en este incomparable marco, en ella cuenta como un amigo le narra la vivencia de un tercero entre las castigadas naves del viejo monasterio. Aquel amigo llamado Fernando al pasar una tarde por las cercanías del edificio vio a alguien deambular por su patio, alguien con una sotana o traje talar marrón y también encapuchado, como en el caso de nuestro testigo anterior. Bajo aquella capucha quedaba de manifiesto una poblada barba blanca que nos indicaría la edad avanzada de aquel religioso.

El protagonista de esta historia venía de pescar cuando notó que aquel monje lo estaba llamando, dejó los aparejos de pesca y trató de abrir, como buenamente pudo, la cancela del patio, creyó que necesitaba ayuda para salir de allí. Cuando estaba junto a la metálica verja aquel extraño y misterioso monje comenzó a andar hacia él, lenta y pausadamente..., a pocos metros de las tumbas que “decoran” el viejo claustro el religioso hizo un extraño con su cuerpo, como se hubiera caído, en el precipitar de aquella caída también se precipitó su propia imagen y aquel monje jamás llegó al suelo desapareció, simplemente desapareció ante la atónita mirada de Fernando.

Tras este suceso una bocanada de cálido aire lo envolvió sintiendo miedo y atravesando su sorprendido cuerpo toda una marea de escalofríos. Al darse la vuelta, tras de si, se encontraba la figura de un hombre provocándole un gran susto al ya de por si asustado testigo, pero en este caso no estaba ante ninguna visión quimérica y si ante el guardes del monasterio.

Lo que más le sorprendió fue la figura de aquel extraño personaje con sus ropas de otros tiempos y la cara la extraña luminosidad que emanaba... Algunos vecinos creen que se trata de un “alma en pena” único morador de la vieja torre del monasterio.

Durante las pesquisas en las ruinas de este edificio y en torno a este apasionante caso se encontró con otro interesante testimonio. En este caso es otro testigo, Manuel, el que le relata como una tarde al salir de casa acompañado por su familia pudo oír unos hermosos cantos gregorianos en el monasterio a la vez que la arquería superior se iluminaba con las mortecinas luces de unas etéreas velas.

Esto quizás no sea tampoco algo inusual ya que investigadores, como Pedro Amorós, han tenido la oportunidad de recoger psicofonías donde se manifiestan esos mismos cantos gregorianos en otras latitudes de nuestra península. Tras aquella experiencia Manuel y sus hermanos corriendo a su casa a contarles todo lo que habían oído y visto pero su padre, más escéptico, no les creyó.

En los años venideros se siguieron escuchando estos hermosos y espectrales cantos llegándose incluso a tomar una fotografía en la que destaca la neblinosa silueta de un “algo” en una de las ventanas, alguno lo califican de una ilusión óptica y otros como el fantasma del monje que mora entre sus galerías, tumbas y antigua capilla.

El investigador narra la última experiencia de Manuel de esta forma y fue en una mañana cuando fue despertado por su padre de la siguiente forma: “ Manuel, ¿tú te has levantado ahora para algo?” y este respondió: “No, ¿por qué? “ y su padre afirmó seriamente: “ No sé, porque te he visto en el patio. Al salir esta mañana temprano he visto pasar a alguien que creí que eras tú. Te llamé “Manuel, Manuel” y cuando entraste por la puerta del jardín ya no estabas” sin dar opción a las dudas”.

Olga Fernández y su novio paseaban por el lugar haciendo eco de los misterios y los fantasmas que rodean a este sitio, alentados por los programas de radio y televisión de misterio decidieron ir a husmear a aquel lugar a ver si podían captar, con su recién estrenada cámara de fotos, una imagen que luego poder enviar a “Cuarto Milenio” o a “Crónicas del Misterio” que eran sus programas favoritos y tenían a sección dedicada a las fotografías.

Estando allí entre matorrales, cascotes y restos del monasterio sintieron mucho frío que venía del interior de la nave del monasterio, al alzar la vista vieron al extraño monje caminar lentamente por la galería... La impresión o el miedo hizo que aquella mágica instantánea que iban decididos a tomar ni tan siquiera se cruzara por sus mentes al vivir aquella visión efímera, tras ella sólo les salió una frase: “nos vamos de aquí”.

Como dato sirva apuntar que este lúgubre edificio se encuentra ubicado muy cerca de uno de esos lugares poseídos que ya hemos recogido en nuestros recorridos por la ciudad: el cementerio de los ingleses o cementerio protestante de Sevilla con los fenómenos extraños relacionados en el mismo.