Me encontré con el propietario de la casa donde ocurrían hechos extraños y me dijo: “Tienes que volver a casa que otra vez están pasando cosas raras”.
Así, quedamos citados para el lunes siguiente por la tarde y al llegar me explicaron como una figura de la Guerra de las Galaxias de uno de sus hijos, con detector de presencia, se conectaba sólo y sonaba... “¿Será que otra vez está aquí mi suegra?” me decía la dueña.
Para ello hicimos una serie de pruebas y todo parecía normal, todo hasta que comenzó lo extraño. Me dijeron que entrara en una salita donde antaño estuvo el dormitorio de la difunta, allí, con la compañía de una muñeca de porcelana, comenzó una sesión sorprendente.
Las inclusiones decían claramente: “Mis medicinas”, “Frío” y “9 de enero” que a mí no me decían nada ni a la propietaria pero si a su marido que, cariacontecido explicaba:
-Mi padre era médico y los últimos días sólo decía “frío” y que le diéramos sus medicinas, murió un 9 de enero
Nos quedamos todos sorprendidos y perplejos pues, como en anteriores ocasiones, había acertado de pleno.
La primera investigación
Hay que recordar que la investigación comienza de la forma más casual: durante el transcurso de una ruta urbana misteriosa por Sevilla, la ‘Sevilla Paranormal’, al finalizar el recorrido, un matrimonio con su hijo quiso compartir su problema con alguien que “supiera de estos temas”. Así me hicieron partícipe de lo que les sucedía. Manuel Ortega junto a su esposa Carmen Romero me explicaban: “Hace unos meses sufrimos la muerte de un familiar, vivía en casa con nosotros, al cabo de poco tiempo, tal vez unas semanas, comenzaron a pasar cosas extrañas en casa. No le quisimos hacer demasiado caso pero la verdad es que eran cada vez más incesantes y claros”.
Profundizando en el problema que tenían en casa Carmen indicó: “Yo tenía una mala relación con esta persona, la verdad, y tampoco es que con el resto de la familia se llevara demasiado bien. ¿Podríais venir a investigar? Igual son todos imaginaciones nuestras pero hemos visto como trabajáis y nos fiamos de vosotros y de vuestros aparatos antes que de espiritistas y demás”.
Al entrar, por primera vez en la casa, notamos a la familia preocupada. Nos estuvieron explicando cómo se había acometido unas obras de remodelación de una de las plantas y desde entonces había problemas con la presencia espectral. Manuel comentaba: “Yo en estas cosas nunca he creído, me las tomaba un poco a broma, viéndolo de lejos, pero cuando comenzaron los ruidos en el piso de abajo si me comencé a preguntar la razón de los mismos, incluso al entrar en la casa, cuando se está en el patio, hemos tenido la sensación de sentir como nos vigilaban o de como una presencia podía estar en la ventana mirando al patio. Como hacía esta persona”.
No quisimos, en aquella primera jornada de investigación, saber más datos personales o de su relación con la persona fallecida, preferimos saber lo menos posible para que nuestros aparatos pudieran ‘reconstruir’ una historia que fuera acertada con las vivencias de la familia. Lo primero que nos llamó la atención es que el piso estaba vacío, despojados de muebles y en el interior del dormitorio aún estaba la lata, o urna, donde se guardan las cenizas del difunto. Allí centramos una de las pruebas que realizamos. Para esta primera toma de contacto se realizaron barridos fotográficos, infrarrojos, grabación térmica, pruebas de infrasonidos y ultrasonidos, psicofonías y ‘Spirit Box’. Pero fue con ésta última con la que obtuvimos mejores resultados (siempre con la subjetividad que ello supone). En una sesión con mis compañeras comenzamos a preguntar a aquello que habitaba allí y cuya presencia, por la presión del ambiente, parecía ser una certeza. Con el sonido de portadora, siempre incómodo, de éste aparato, comenzaron a salir nombres, los nombres nos dejaron la sensación que deseaban comunicarse con nosotros o con la familia. Concretamente “Paco” y “Jorge”, además un fenómeno se dio que nos sorprendió más: una compañera encontró una moneda de euro entre ella y mi persona, apenas unos minutos antes no había nada en el suelo. Me dijo: “José, se te ha caído un euro, mío no es” y mi respuesta fue rápida: “mía tampoco, seguro, no traigo dinero suelto”.
Con todo ello fuimos a la familia y sucedió algo singular. Les dijimos los nombres que habían salido, claros, en la ‘Spirit Box’ y el euro hallado (por si era de ellos) y Carmen respondió, con mirada de complicidad a su marido: “imposible, el piso se ha limpiado esta mañana con agua y amoniaco y en el suelo no había nada. Pero es curioso... Paco es alguien relacionado con la familia de Manuel y Jorge es su hijo que venía a pedir su “eurito” a la persona fallecida”. Aquello era un aporte en toda regla y los nombres eran acertados estando en rigurosa relación con la familia cuyo primer resultado les dejó sorprendidos.
Seguimos haciendo la investigación, en diferentes visitas, en el salón pudimos comprobar cómo en uno de los barridos fotográficos surgía una especie de luz en un punto muy determinado. Nuevamente tenía justa relación con la realidad que allí se vivía. La familia, al ver la luminiscencia en el lugar donde se captó nos indicó que “si, tiene mucha relación, aquí estaba el sillón donde la persona fallecida pasaba largas horas viendo la televisión, justo en ese mismo lugar”.
Ana Garrido, compañera investigadora, recordaba: “El piso, ordenado alrededor del patio y ya sin muebles en espera de una obra inminente, ofrecía una atmósfera aún más tensa que la entrada de la casa. De pronto, el aire se había convertido en un muro, invisible y casi infranqueable. Entrar en el salón me supuso un gran esfuerzo, como si algo no quisiera que estuviésemos allí. De pronto, comencé a sentirme muy cansada y, mientras íbamos recorriendo las distintas estancias, notaba cómo, poco a poco, iba quedándome sin fuerzas para continuar. Lo que fuera que habitaba aquellos muros no nos quería allí. Molestábamos y mucho. Se sucedieron varias sesiones de ‘Spirit Box’ en las que el fondo era un constante “vete”, repetido incansablemente. La última de ellas decidimos realizarla en el que fuera dormitorio tratando de obviar la presencia de una urna funeraria metálica en uno de los rincones, constantemente nos “invitaba” a marcharnos de forma poco amable” y sorprendida indica: “una sombra extraña comenzó a aparecer sobre una de las esquinas superiores de la estancia junto a la silueta de José Manuel que se proyectaba debido a los leds de las grabadoras y otros aparatos desplegados. En un momento dado recibió una patada invisible en la espalda al pedir nosotros que lo que fuera que había allí se manifestase. Dimos por finalizada la sesión para, al encender las luces, hallar un euro sobre el suelo, sorprendente porque ninguno de nosotros llevaba dinero encima y cuando nos habíamos sentado no estaba allí”.
Seguíamos haciendo pruebas y comprobaciones, una de ellas tuvo especial significación. Se captó con cámara térmica y era en un punto identificado con la cocina, en ella daba un resultado anómalo (temperatura elevada) surgiendo del interior de una caja fuerte. Extrañados, pues el valor siempre debe ser frío, preguntamos al propietario, a Manuel, y su respuesta nos dejó un tanto desconcertados: “Sí, es extraño, pero en esa caja fuerte hay algo que pertenece al secreto familiar y no se debe saber”. La parte positiva es que las pruebas iban acumulándose indicando que el camino tomado por la investigación era correcto, por otro lado las piezas del puzzle iban encajando pero la falta de información hacía que no pudiéramos hacer una conjetura con certeza.
Otro hecho vino a ser particularmente llamativo, la ‘Spirit Box’, en nuevas sesiones se mostró grosera, maleducada, con términos como “puta”, “bruja” o “guarra”. El hecho nos incomodaba máxime cuando ocurría estaba la familia presente. “No os preocupéis” dijo Carmen que añadió “la persona fallecida tenía una mala relación con nosotros, tanto es así que solía asomarse a la ventana que da al patio a gritar esos mismos improperios, era realmente escandaloso; no decía otra cosa más que palabrotas. Es curioso que salga eso mismo en ese aparato, es realmente sorprendente”.
Pero la investigación seguía su curso. El ascensor sería otra parte importante. Subía y bajaba sólo pero es un ascensor sin memoria que para accionarlo se debe introducir una llave de orden. Sin embargo aquel ascensor parecía tener vida propia y subir a la primera planta, la planta donde se suceden los hechos inexplicables. En una comprobación pudimos verificar su correcto funcionamiento: sin llaves no hay orden de subida. Pero nos volvería a sorprender unos días después.