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Actualizado: 09 may 2022 / 22:08 h.
  • «Buiza fue un escultor completo e integral»

Este 2022 se cumplen cien años del nacimiento de Francisco Buiza, escultor carmonense que, desde temprana edad, mostró un gran interés por el arte del modelado y la realización de figuras para belenes. Siendo muy joven, Buiza se trasladó a Sevilla, donde fue discípulo de Sebastián Santos, siendo, a partir de 1950, cuando se establece en un taller propio de la calle Viriato. Gran admirador de la escultura barroca del siglo XVII —especialmente de la obra de Martínez Montañés y Juan de Mesa—, su obra se encuentra repartida por toda España. Hablamos con Pedro Ignacio Martínez Leal, doctor en Historia del Arte, amigo y biógrafo oficial del artista.

«Buiza fue un escultor completo e integral»

¿Cómo llegaste a conocer al maestro y cuál fue tu relación con él?

Conocí a Francisco Buiza en mi adolescencia. Mi padre acostumbraba a pasear por los alrededores de la calle Feria, cercana a nuestra casa. Allí tenía algunos amigos a los que visitaba periódicamente. Yo solía acompañarlo. Un día inesperado, y casi por sorpresa, el caprichoso destino nos llevaría a conocer a un artista escultor-imaginero del que, con el paso de los años, llegaría a ser su amigo y biógrafo oficial. El transcurso del tiempo me llevaría a continuar esas relaciones con el maestro para conocer y escribir acerca de su trayectoria artística. Sería, ya al terminar mi carrera de Historia del Arte, cuando volverían a darse las circunstancias que reavivaron un reencuentro más estrecho y amistoso con él. Esas visitas frecuentes en todo ese periodo al taller y mi estrecha proximidad con el escultor me llevaron a plantearle la posible realización de mi Tesis de Licenciatura sobre su trayectoria artística y el estudio del catálogo razonado de sus obras. Más tarde, terminaría realizando mi Tesis Doctoral: «Francisco Buiza y su escuela de colaboradores, discípulos y seguidores».

El doctor Palomero Páramo, autor del prólogo del libro «Buiza», publicado por Ediciones Guadalquivir en el año 2000, apuntó que a Buiza se le podía considerar «el último maestro y escultor que mantuvo firme en la capital hispalense el ideario de la cadena gremial». ¿Qué opinas al respecto?

Pues pienso que acertó de pleno. Fue muy intuitivo y premonitorio porque supo anticiparse a su tiempo, comprender y valorar, desde un primer momento, que la figura de Buiza cerraba toda una etapa anterior de la Imaginería sevillana, como último eslabón de la tradición gremial. Bajo sus directrices académicas y siguiendo una metodología de estudio de campo en el estudio del taller, nos centramos en el conocimiento de los modos de comportamiento, hábitos, usos y costumbres, que este «artista testamentario», tan peculiar, practicó en su entorno de trabajo, junto a sus aprendices y discípulos.

De tus múltiples visitas a su ‘Estudio’, ¿qué recuerdas con más cariño?

El trato cotidiano con Buiza te dejaba huella por la energía de su carácter. Lo recuerdo como un hombre amable, sencillo y cabal, amigo de sus amigos. Era común escucharlo en las tertulias domésticas opinar sobre temas artísticos con un conocimiento fuera de lo común, especialmente cuando se refería a las cuestiones técnicas de su oficio. Otra cosa que también transmitía su persona, era su amor por la naturaleza. Era un ecologista en potencia, sus conversaciones derivaban en ocasiones hacia el mundillo de la canaricultura. Y viajar con él, por ejemplo, camino de Carmona, su pueblo natal, le hacía recordar y rememorar en su charla fluida temas sobre su infancia en el campo o su juventud en las haciendas de la campiña. Ese trato próximo y cercano le ennoblecía,

«Buiza fue un escultor completo e integral»

Cuatro son las devociones que Francisco Buiza legó a la Semana Santa de Sevilla: la Virgen del Rosario (de la hermandad de La Milagrosa), el Cristo de la Sangre (San Benito), el Señor de la Sagrada Columna y Azotes (Las Cigarreras) y Cristo Resucitado (La Resurrección). ¿Crees que en ellas se condensa suficientemente su espíritu y su forma de hacer arte?

Así es, del inmortal escultor-imaginero aún siguen presentes en sus obras su fuerza evocadora, su sensibilidad pasionista y esas maneras tan personales de hacer arte .Como, bien dices, esas características se reflejan en las cuatro devociones sevillanas, que reciben culto y desfilan procesionalmente en la Semana Santa hispalense. Representan dos imágenes con «iconografía de suplicio» (Cristo de la Sangre y Cristo atado a la columna), una Dolorosa de su primera época y un «Resucitando», tratado compositivamente como una figura de gloria, acompañado por el magnífico Arcángel anunciador. Pero, para contemplar y reflexionar sobre la integridad de la visión de su legado escultórico en Sevilla tenemos que repasar también todo su amplio catálogo de piezas decorativas, que aparecen en las andas de los pasos hispalenses: ángeles, evangelistas, cartelas, etc., figuras unas de enorme fuerza expresiva y otras de eterna delicadeza y ternura, que nos proporcionan otra dimensión mucho más completa de su versatilidad artística. Todo ello, como prueba de los contrastes propios de su estilo neobarroco.

Manuel Lobato, discípulo de Buiza, dijo que su taller era «un mundo de secretos». ¿A qué se refería?

Pienso que el pintor Lobato, además de ser su discípulo, tuvo un trato directo y estrecho de amistad con el maestro. Por eso, para él, el taller de Buiza era como una segunda casa, como una escuela de vida, un estudio que olía a madera y a disolvente, donde los personajes y las esculturas entraban y salían pululando y formando parte de una especie de universo maravilloso en el que fluía toda una vida llena de sorpresas, porque cada día en su afán cotidiano se aventuraba y afrontaba, como un nuevo desafío vital y profesional inesperado. Era «todo ese mundo de secretos anónimos y confesiones íntimas» de los que solo querían vivir para crear un mundo más hermoso y llevadero que estuviera presidido por el Arte.

Otro de los grandes escultores que pasaron por la ‘Escuela Buizenca’ fue Luis Álvarez Duarte, quien accedió a dicho taller siendo apenas un niño. Él lo recordaba como un maestro temperamental y muy exigente...

Sí, Álvarez Duarte llega al taller de Buiza con diez años de edad, con él descubrió su vocación artística hacia la Imaginería, mantendrá una convivencia muy estrecha y realizará sus primeras etapas del aprendizaje del oficio. Pero, si tenemos en cuenta la versión de Buiza, hubo un momento en que su discípulo, cuando contaba los quince años, se entremetió y le pisó un encargo que había recibido para hacer una Dolorosa sevillana y eso tuvo como consecuencia inmediata su expulsión del taller y el distanciamiento profesional entre ambos. No obstante, llama la atención que siempre, a nivel personal, en todo momento, llegaron a mantener entre ellos una relación profesional de respeto mutuo y admiración artística a lo largo del tiempo. Lo que corrobora que Buiza no era una persona rencorosa.

«Buiza fue un escultor completo e integral»

También contamos con los testimonios de discípulos como Augusto Morilla y Juan Manuel Miñarro, quienes destacaban su destreza a la hora de trabajar la madera. ¿Dónde residía su increíble capacidad?

Buiza fue un «escultor completo e integral» que alcanzó una maestría consolidada. Sin duda, pasará a la historia de la imaginería sevillana como «el gran tallista de la madera por excelencia» del siglo pasado. Su dominio del empleo de las herramientas y utillajes era vastísimo, daba gusto contemplarlo a la hora de desbastar un torso, la anatomía de una mano, o los perfiles de las cabelleras de sus figuras. Este dominio tan exquisito del oficio atrajo, sin duda, sobre todo, a partir de la década de los sesenta, a todos aquellos principiantes que querían ser escultores. De ahí, que el taller de Buiza llegara a ser un auténtico semillero de artistas que siguieron sus enseñanzas. Nombres como: Álvarez Duarte, Augusto Morilla, Juan Ventura, Juan Manuel Miñarro, Francisco Berlanga, Matilde García, etc., pueden asociarse como componentes de esa «Escuela Buizenca». Aunque, lógicamente, cada uno siguiera después su propio camino artístico de forma personal e independiente.

Más allá de su faceta como artista, Buiza es recordado por sus allegados y amigos como una persona de bien.

A veces, sus apariencias y gestos iniciales eran meros disfraces cuando comenzaba a conocer a alguien. Pero, llegados al trato de convivencia, se comprobaban cuáles eran los rasgos más significativos de su carácter: una persona temperamental, con mucha energía, buen conversador, amable, amigo de sus amigos y que confiaba ciegamente en el trabajo de sus colaboradores. En definitiva, un personaje auténtico, enraizado en las costumbres y el carácter del pueblo andaluz, con una buena reputación, con fama de honrado y decente, que no dejaba indiferente a nadie que lo conociera.

Y volviendo a la profesión, ¿piensas que Francisco Buiza fue profeta en su tierra?

Pues aquí se cumple el dicho. Sevilla, en general, suele ser muy indolente y apática con sus artistas. La Hermandad que más ha demostrado sensibilidad para homenajear a Francisco Buiza en su Centenario ha sido la de la Milagrosa, con Francisco Javier Fernández de Martos a la cabeza, que promueve la iniciativa para que se le haga una escultura conmemorativa en la capital hispalense. Llama la atención que no exista por lo menos un «Museo virtual» que sería poco costoso y promocionaría, sin duda, a los imagineros de la Escuela sevillana, haciendo así justicia a sus respectivas trayectorias artísticas. Sin duda, Málaga, con su «Exposición Magna» (2018), y Cádiz, con sus recientes homenajes, han sabido valorar más la repercusión y la valía del escultor carmonense.

«Buiza fue un escultor completo e integral»

Por último, ¿crees que este Centenario servirá para dar a conocer su vida y su obra a las nuevas generaciones?

Todo Centenario conlleva una revisión en perspectiva de la vida y el contenido de las obras de los artistas que han perdurado en el tiempo. El lema que preside este año todos los actos conmemorativos se ha titulado: «Buiza 100 años. Memorias en una época de Centenario». Así se promociona en los anteproyectos presentados en Carmona y Cádiz. En este caso, el Centenario del nacimiento de Francisco Buiza nos sirve a todos, sin duda, como una contribución importante para ponderar, poner en valor, analizar, ensalzar y tratar en su justa medida todas aquellas aportaciones, que Francisco Buiza hizo a la Escultura de nuestra Escuela de Imaginería andaluza del pasado siglo XX. La estela de su huella como artista y escultor-imaginero influirá a las generaciones posteriores, que lo califican como un «auténtico maestro».