La hermandad de la Hiniesta celebra esta semana su tradicional quinario con un majestuoso e insólito altar de cultos en el que el Cristo de la Buena Muerte aparece acompañado de la dolorosa conformando una escena que evoca tiempos pasados.
Según ha explicado la cofradía del Domingo de Ramos, el altar mayor de la parroquia de San Julián se presenta revestido con cortinas rojas de damasco, dosel de terciopelo burdeos, pasamanería y crestería dorada que «enmarcan la imagen del Cristo de la Buena Muerte con sus potencias de oro». En una disposición decreciente de cuatro gradillas formadas por los respiraderos dorados de culto, se presenta en un primer plano la Virgen de la Hiniesta Dolorosa, conformado la iconografía del Stabat Mater, «estaba la Madre dolorosa, sufriendo ante la cruz de Jesús, estaba María junto a su hijo», como explica en esta nota el historiador Emilio Balbuena.
Para esta ocasión, la dolorosa «está vestida con unas prendas y aditamentos de indudable valor sentimental por los muchos hermanos y familias que las donaron y por la excepcionalidad del uso de estas ropas, realizadas en moaré rojo (saya) y raso azul celeste (manto). Son los colores tradicionales de la pureza de la Virgen y los que se utilizan también para la tradicional vestimenta de hebrea de nuestras imágenes marianas».