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Actualizado: 11 mar 2020 / 09:16 h.
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  • Imagen de archivo de Antonio Murciano. / El Correo
    Imagen de archivo de Antonio Murciano. / El Correo

Ayer estuve toda la tarde con el gran poeta de Arcos de la Frontera Antonio Murciano, que vive entre su pueblo, de los más bonitos del mundo, Rota y Sevilla. Tiene 90 años y aún es capaz de hablar de flamenco como casi nadie, aunque se le escapan ya algunas cosas y pregunta a veces por cómo les va a poetas amigos que ya fallecieron hace años. Sus vivencias preferidas, las que recuerda con más cariño, son dos: cuando Caracol lo llamaba a veces a altas horas de la madrugada para que le leyera su poema a un amigo con el que estaba de copas en Los Canasteros (Tataranieto del Planeta...), y el día que fue a ver a la Niña de los Peines con Antonio Mairena y tuvo que cogerla en brazos para llevarla de la salita de su casa al dormitorio, porque ya no podía andar. “Era una plumita”, dijo ayer, con tanto brillo en los ojos que hubiese iluminado una cueva.

Antonio Murciano González (Arcos de la Frontera, 1929), tiene decenas de grandes premios y muchos reconocimientos, aunque no tiene aún la Medalla de Andalucía. Cuando le pregunté si la tenía o no, porque no lo recordaba, el autor de Perfil del Cante (1965), obra que le valió el Premio Nacional de Poesía en 1966, creo que se hizo el despistado, pero le noté el dolor. Es algo inexplicable, ciertamente, si tenemos en cuenta su magna obra literaria, que comenzó en 1952, con Navidad. Es decir, este venerable poeta arcense comenzó a publicar seis años antes de yo nacer, que tenga ya 62, y sigue haciendo sus versos, pocos ya. Y se le siguen iluminando los ojos hablando de Andalucía, del cante de Pastora, Caracol y Mairena, de los brazos de Pastora Imperio o de las manos del guitarrista jerezano Manuel Morao. O cuando habla de toros, su otra gran pasión.

Es diplomático cuando se le pregunta por su cantaor favorito de todos los tiempos, pero siempre mete a Manolo Caracol, su gran amigo. Vivió con él las mejores experiencias flamencas de su vida y, aunque resalta que era un hombre de carácter a veces complicado, destaca su gracia, el don que tenía para el arte. “Mairena era más serio”, dijo, sin dejar de reconocer que fue de los grandes del cante. Eso sí, si se le pregunta por la rivalidad de ambos, elude opinar. “Caracol no tenía rival”, y con eso lo dice todo y zanja la eterna polémica. O lo arregla hablando de Manuel Vallejo, como para llevar la conversación a otro terreno. “Qué largo era Manuel”.

No fue fácil despedirse de este gran poeta andaluz que vive en el casco antiguo de Sevilla y que tiene la cabeza llena de recuerdos, un tesoro.

Que me la pongan delante.
Como lo dijo Pastora,
nunca dijo nadie el cante
.