El turismo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Por un lado, es generador de riqueza y, por otro lado, hace que los alquileres de las viviendas en las zonas del Centro de la ciudad suban como la espuma por culpa de los apartamentos turísticos. También se pierden muchos comercios tradicionales que se convierten en grandes franquicias, que aportan puestos de trabajo y pagan sus impuestos, que ahora está de moda criticar los Starbucks o a las hamburgueserías de la Campana, que al igual que cualquier empresa, paga sus tributos y a sus empleados.
Que Sevilla es una ciudad sucia es algo que se comprueba en cada paseo. Cada vez va a peor y los ciudadanos lo saben. Son muchas las miradas y las quejas hacia el Ayuntamiento por el estado de las vías. La culpa, obviamente, no es de los trabajadores de Lipasam, que hacen su trabajo lo mejor posible con los medios que disponen.
Sería injusto que Juan Espadas cargarse con el peso de toda la suciedad de la ciudad. ¿Tiene culpa? Sí. ¿La tiene toda? Evidentemente, no.
Juan Espadas no es el culpable de que haya gente que deje las bolsas de basura donde le da la gana y que tenga más similitudes con esos animales de los que se aprovecha hasta los andares que con una persona.
Hace unas semanas, El Correo de Andalucía publicó una serie de emplazamientos donde el personal deja sus bolsas de basura en mitad de la calle. No es algo exclusivo del centro de la ciudad, pues este hecho se repite en muchos otros barrios extramuros.
En la calle Argote de Molina, una de las arterias del Centro y que siempre está a rebosar de turistas que quieren fotografiar a la Giralda aparecer por la calle Alemanes, tomamos esta imagen que acompaña el artículo.