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Actualizado: 26 feb 2018 / 22:11 h.
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Dicen que Erasmo de Rotterdam escribió su Elogio de la Locura de un tirón, en una noche, que fue, tras volver de Roma, un desahogo a las barbaridades que había visto allí y que –como se vería poco después– llevarían a la reforma religiosa impulsada por Lutero. También se cuenta que pudo ser un ensayo escrito al alimón (o, al menos, inspirado) con Tomás Moro, a quien condenaría a muerte el cismático Enrique VIII y, en consecuencia, elevado a los altares por la misma Roma a la que había criticado. Iban, pues, encaminados Erasmo y Tomás al escribir la sátira sobre lo que sucedía en aquel tiempo lleno de avances, retrocesos y contradicciones.

Hoy cada día se escriben millones de elogios de la locura pero ninguno de ellos caben en el género satírico: son las majaderías vertidas en los instrumentos de la industria de la comunicación que zarandea el mundo con una vara aparentemente inocua y que ya estaba en desuso, la adoxografía, los tratados de materias triviales como el que escribió Quevedo sobre el ojo del culo y al que, en el XVIII y el XIX siguieron miles de obras.

Entonces fueron divertimentos de una sociedad aburrida por tediosas tertulias de sedicentes salones. Aquellos fueron los desahogos de las élites ilustradas y de burgueses obligados a parecer biempensantes. Los mensajes que hoy inundan el mundo con la mayor colección de naderías y burradas nunca vistas son otra cosa: son el resultado de la inconsciencia de una sociedad caminando sin rumbo, las de la democracia que se ahora en el bosque de lianas de sus propias reglas. ~

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