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Actualizado: 05 oct 2015 / 20:52 h.
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Tal vez porque hace un siglo realizó una intentona, la Exposición Iberoamericana, y le salió mal, ahora Sevilla no sabe qué hacer con América. Ahí están, por ejemplo, las Atarazanas pidiendo por amor de Dios –pordioseando– proyectos de puerta en puerta. Sevilla se muestra impotente para imaginar lo que le dio aquello y, sobre todo, lo que aquello podría darle todavía. La reflexión la he hecho al terminar de leer una novela, Hijos de la espuma del mar, de Arsenio Moreno, de reciente aparición en librerías, hilada con los azares de un personaje que realmente existió, Alonso de Molina, en los inicios de la conquista del Perú por Francisco Pizarro. Pero, dejando el argumento sin destriparlo al lector, hay en las páginas del libro, de la primera a la última, no sólo la recreación de una historia sino la recreación de un lenguaje, el del siglo XVI, que se nos presenta puro y, a la vez, comprensible, algo que se echa en falta a menudo en obras de este tipo.

En el relato –apasionante– como es natural en una novela, la ficción cabalga sobre la historia y, también como sucede en todas las de Arsenio Moreno, el protagonista aparece desvalido ante un universo que gira por órbitas distintas a la suya; encadenado a los eslabones del azar y la necesidad, sin fuerza para torcer el rumbo de las cosas. Podríamos decir, pues, que estamos no sólo ante una novela sino, al mismo tiempo, ante una metáfora: la de la Sevilla incapaz de cuadrar el debe y el haber en las cuentas de su pasado. Lo contrario del autor, que sí sabe qué hacer con todo aquello.

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