El Teatro de la Maestranza y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) presentan cada año su programación con barniz de gran acontecimiento. Y hacen bien en hacerlo así, en creérselo. Solo de esa forma se consigue contagiar a la afición una parte de un discurso que, siento totalmente sinceros, no pasaría del «hacemos [más o menos] todo lo que podemos con lo que tenemos». La lógica reivindicación de ser el tercer coliseo más importante de España tras el Real y el Liceu ya ha quedado más como cantilena que otra cosa. Porque, a corto y medio plazo, no se espera que ninguna institución aumente sustancialmente su aportación económica al Maestranza. Y los mecenas, aunque siempre se puede rascar algo, son los que son.
Así las cosas, su director artístico, Pedro Halffter, hace los deberes. Unos años mejor que otros, y este curso que viene –el 18/19– cae del lado de los mejores. Vuelve la ópera del siglo XX con un atractivo programa doble –Der Diktador (Krenek) y El emperador de la Atlántida (Ullmann)–, además la primera de ellas la veremos en una nueva producción del sevillano Rafael Rodríguez Villalobos. La segunda, una coproducción con el Real y Les Arts de Valencia, con notable escenografía de Gustavo Tambascio. El nivel musical lo asegura Halffter, en un repertorio en el que navega tan bien como hace en el verismo, género del que tendremos una nueva entrega, Andrea Chénier, de Umberto Giordano.
Se recupera Il Trovatore, después de casi 20 años ausente una de las óperas verdianas favoritas del público y se vuelve, demasiado pronto, sobre Lucia di Lammermoor, que ya tuvimos en 2012 y cuyo único nuevo aliciente es contemplar cómo se desenvuelve en el rol principal la soprano sevillana Leonor Bonilla. En el terreno de las óperas clásicas, las producciones siguen sin tomar vuelo y nada nuevo prometen con respecto a lo visto una y cien veces en el escenario del Paseo Colón.
Celebramos la inclusión, aunque sea en versión concierto, de un título contemporáneo, pero no vaticinamos Tenorio, de Tomás Marco, una obra relevante conectada con el presente musical. El conjunto The Sixteen clausurará el Festival de Música Antigua con la ópera barroca Israel en Egipto, de Haendel. Bien por ello pero la escenificación para este repertorio sigue un año más aguardando.
Que vuelva la zarzuela tras dos años sin la presencia de un gran título es motivo de celebración, aunque La tabernera del puerto ya estuvo aquí en 2008. El vil metal impide extender el cheque para que grandes pianistas internacionales pisen por primera vez el Maestranza; por eso se cuenta con dos españoles, excepcionales, y muy conocidos aquí como Javier Perianes y Joaquín Achúcarro. Nadie duda de que Salvador Sobral sea un buen músico, pero la presencia del ganador de Eurovisión 2017 por Portugal parece obedecer más a una táctica de guiño a nuevos públicos que, por otra parte, ojalá funcione, aunque sea a costa de haber suprimido el jazz. Regresarán Les Luthiers, como también lo harán los omnipresentes flamencos Rocío Márquez y Dorantes, este último, pianista al que se le contrata absolutamente todo lo que imagine. Los conciertos de la Orquesta Barroca de Sevilla, el programa de danza y otros recitales menores– ayudan a empacar el conjunto, que tiene lustre pero que podía y debía ser más ambicioso.