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Actualizado: 16 jul 2018 / 21:12 h.
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Entre acostumbrados y hartos de las tácticas y la estrategia de ese matón llamado Donald Trump que se ha hecho con el poder en la nación más poderosa de la Tierra contra la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos y con métodos de los que no se confiesan, miramos todos los días el periódico para encontrarnos con la fechoría que toque. Y hace unas semanas tocó la demencial subida de los aranceles a la aceituna negra de Andalucía. A estas alturas ya sabe todo el mundo que, en todos sus negocios, Trump no sólo quiere ganar; también debilitar moralmente al contrario y que uno de estos es Europa. Por eso no me explico la respuesta que han dado los empresarios aceituneros sevillanos.

En todos los medios de información han aparecido juntas (una debajo de la otra) dos noticias: la de esa bestial subida de los aranceles y la de que ello produciría inevitablemente despidos masivos de trabajadores. Nada de incentivar el consumo del producto (calificado como excelente) en la propia Andalucía, nada de introducirlo con mayor fuerza en el mercado nacional o comenzar a buscarle otros en el plano internacional: sólo esa negra espada de Damocles pendiente sobre las cabezas de quienes, hasta ahora, trabajan en el sector y para los que, según eso, no queda otra solución que tomar el camino de casa a menos que la aceituna negra sea subvencionada por la administración (o sea, por todos los ciudadanos). Si eso fuera así no sólo tendríamos el problema de Trump; también el de no tener verdaderos empresarios y un porvenir mucho más negro que la aceituna. ~

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