Image
Actualizado: 12 oct 2020 / 08:30 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • No se cura quien quiere

No es cierto, lo diga Agamenón o su porquero. Lo diga Spiriman o la madre que lo parió, en persona o por youtube. No es cierto, por desgracia. Ni siquiera nuestra vida depende de nosotros. Creemos haber trabajado duro para conseguir esto o lo otro, y al final es todo fruto de la puta casualidad, de las circunstancias en que nos nacieron, de las carambolas de la vida que estaba ya hecha, en funcionamiento antes de que llegáramos. Tampoco nuestra muerte nos pertenece. Y si el caprichoso azar nos endosa un cáncer, y si ese cáncer viene a por nosotros, no dependeremos de ponerle más o menos ganas. Solemos insistir en las ganas de vivir, pero no es cierto que dependamos de eso. No sabemos de qué dependemos. Hay mucha gente, y gente muy buena, muy voluntariosa, muy capaz, nada merecedora de marcharse, que luchó a brazo partido contra el cáncer, contra la mierda y contra la jodida obligación de morirse y sin embargo terminó muriendo, perdiendo la partida. Aunque nunca sabremos tampoco si fue una pérdida, un descanso o una ley de vida y de muerte, que es el espejo simétrico de este tiempo sin tiempo que nos toca en suerte aquí.

Así que, por favor, señor Spiriman, luche todo lo que pueda. Pero cállese. A veces el silencio es mucho más analgésico que cualquier parrafada forzada, que cualquier bravuconada en caliente. Y usted debe saberlo como médico. La medicina se ha desarrollado muchísimo, especialmente en el último medio siglo, pero aún le queda por desarrollarse más. Es posible que no muchísimo más, porque de algo tenemos que morir e incluso la ciencia tiene un tope en su propia magia.

Pero, por favor, ahórrese todo ese sermón de predicador para nada, porque hay actualmente demasiada gente aferrándose a la vida como mejor puede, demasiada buena gente no queriéndose morir porque no le toca, porque no es de recibo en plena vida tenerse que morir por esa lotería irracional habiendo hecho deporte, siendo demasiado joven, no habiendo cumplido aún los principales sueños, siendo una abuela ejemplar, un padre en pleno descubrimiento de su condición, una madre imprescindible, un abuelo cariñoso, un niño que aún no sabe en qué consiste esto de la vida.

No venga usted a decirles, con su tono de listillo desfasado, que probablemente van a morirse porque no le han puesto ganas, porque quieren, porque no tienen actitud. No venga usted a hurgar en la herida incurable de la vitalidad maltrecha de tantos enfermos y sus familiares. Todos ellos darían la vida por volver a empezar, porque el azar no los hubiera elegido, por tener una segunda oportunidad sobre la tierra para ahorrarse todas las gilipolleces que hayan podido cometer, como esta suya de hablar de más cuando debería ayudar en un generoso, ejemplar y cómplice silencio.

ETIQUETAS ►