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Actualizado: 15 feb 2021 / 09:22 h.
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  • Inés Arrimadas y Pablo Casado. / Fotografía: Agencia
    Inés Arrimadas y Pablo Casado. / Fotografía: Agencia

Lo de Pablo Casado es difícil de explicar.

Va a ser incapaz de colocar al PP en el lugar de privilegio que un día ocupó ese partido. Y aunque Teodoro García Egea, secretario general del partido, se afane en culpar a Bárcenas del último descalabro y de todos los males conocidos, el verdadero responsable de lo que está sucediendo y de lo que queda por suceder es de Pablo Casado.

Debería tener claro, Pablo Casado, que querer asumir la presidencia de un partido significa asumir lo bueno, lo malo y lo regular de esa formación; que el pasado no se puede cambiar; que lo que hay que hacer es trabajar para cambiar las cosas y enmendar los errores; que no se puede renegar de lo que consigues porque uno no se hace con el control de lo bueno sino con el control del conjunto.

Casado ha equivocado, otra vez, el mensaje. Debe pensar que los catalanes se tragaron eso que decía Aznar de hablar catalán en la intimidad y suelta la primera ocurrencia que le viene a la cabeza para intentar arañar votos. La pérdida de confianza en el PP catalán es absoluta. En Cataluña y en el resto de España. De hecho, el sorpasso de Vox ha sido descomunal. Casado se ha empeñado en luchar contra Vox sin darse cuenta de que estaba peleando contra sí mismo.

Cada palabra de Casado cae en el olvido un minuto después de que las pronuncie. Es un político sin carisma que ya se salvó por la campana cuando la aritmética colocó a Díaz Ayuso y a Almeida al frente de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la capital, respectivamente. Ya le hizo un favor esa misma aritmética colocando a Juanma Moreno Bonilla al frente de la Junta de Andalucía. Es un político sin carisma y sin astucia, sin recursos políticos. ¿Acaso todo eso que le salvó políticamente no llegó desde Vox? Pues él, contra Vox. Muy hábil no parece.

Lo de Inés Arrimadas estaba cantado desde hace meses.

El día que Albert Rivera decidió que no había acuerdo con el PSOE y que se debían repetir las elecciones generales (pensaba que era su momento y que superaría al PP para afianzar su liderato en la oposición), ese día, comenzó la descomposición de Ciudadanos. Arrimadas, una mujer agradable y poco más, no dudó en ponerse al frente del partido al faltar Rivera. Creía que la cosa consistiría en poder seguir en tierra de nadie, en esos lugares en los que el riesgo es mínimo y el rédito puede ser importante, sin saber que se hacía con el control de un partido que había perdido las mejores oportunidades y que nunca más las volvería a tener. El mensaje de Arrimadas es tibio, poco convincente e innecesario para los españoles en la actualidad.

Tanto uno como la otra, deberían dimitir hoy mismo. Por el bien de sus partidos, por el bien de España (siempre necesitada de moderación a derecha e izquierda de los distintos arcos parlamentarios) y por el bien de ellos dos.

La juventud no es mala. Se cura con la edad. Pero la falta de experiencia, la arrogancia y la falta de ideas políticas arraigadas, convierten la juventud en un elemento peligroso. Para todos y para uno mismo.