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Actualizado: 18 feb 2020 / 07:34 h.
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  • Pedro Sánchez y Pablo Casado. / EFE
    Pedro Sánchez y Pablo Casado. / EFE

Se han encontrado el presidente Sánchez y el líder de la oposición, Pablo Casado. El resultado ha sido desastroso. Como ya es costumbre en la política española, los que gobiernan se han atrincherado en su espacio y la oposición en el suyo. Ni un paso adelante. Nada de nada. El caso es que unos y otros son incapaces de sentarse y llegar a acuerdos tan urgentes como necesarios.

Se acusan unos a otros. Y lo curioso es que, los unos y los otros, se han señalado por lo mismo cuándo han cambiado los roles. Lamentable, aburrido y desesperante. Se demuestra con esto que el nivel en la política española es ínfimo.

Esta vez, quedan sin renovarse el Consejo General del Poder Judicial, RTVE, el Defensor del Pueblo y el Tribunal de Cuentas. Un desastre porque cualquier político mediocre debería saber que las instituciones democráticas han de funcionar con normalidad para que todo funcione con normalidad.

Creo que los políticos no saben en qué consiste la política. Y estoy seguro de que los ciudadanos desconocemos por completo qué es la política. Por eso somos incapaces de mejorarla, de reclamar lo fundamental, de cambiar las cosas con un criterio claro. La ciudadanía anda perdida y no sabe rellenar la hoja de reclamaciones de la política.

En realidad, actualmente, todo se coloca en los extremos y en política también. Por un lado, el populismo es esa forma de hacer política dando una manita de ideología barata, muchas veces vieja e imposible, a toda la realidad. Con el populismo todo se cubre de política porque eso que los populistas llaman política tiene mucho que ver con lo justo para los ciudadanos (eso dicen) y se trata de discutir todo lo que tenemos, todo el sistema. Podemos y Vox son nuestros populistas más cañís. Ellos vienen a salvar el mundo de la injusticia y si algo va mal es una anomalía sin importancia porque tienen razón y el tiempo se la dará. Por otra parte, la tecnocracia lo que propone como idea de política es algo sin importancia (la política es poca cosa, vaya) y lo que cuentan son las personas que saben de qué va eso de gestionar un país, la vida de millones de personas. Rajoy es el paradigma del político tecnócrata. Sánchez va camino de ser un ídolo mundial.

Si miramos a un lado y a otro, es fácil que lleguemos a una conclusión: la política no puede consistir en cuestionar todo como hacen los populistas; la política no puede consistir en determinar si las personas pueden o no hacer política porque estén mejor o peor preparados como dicen los tecnócratas. No, la política está justo en el mismo lugar que ocupamos los ciudadanos. Y nosotros estamos en medio de todo este lío. La política cuestiona las formas y las normas que nos hacen vivir de un modo determinado.

Sánchez y Casado siguen empeñados en no pensar en nadie que no sean ellos mismos, siguen empeñados en hacer lo necesario para seguir en el poder. Si la cosa va mejor o peor es lo de menos. No saben en qué consiste la política. Y los demás no sabemos enmendar la plana porque tampoco lo tenemos claro del todo. Y esto ya aburre. Mucho, mucho, mucho. Y preocupa porque no sabemos cómo parar este desastre.