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Actualizado: 16 nov 2019 / 10:33 h.
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  • Un día en el almanaque

Tras ser declarado el flamenco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco, el 16 de noviembre de 2010, al año siguiente se fundó el Día del Flamenco. Los flamencos tenemos ya una fecha en el almanaque. En realidad tenemos decenas y decenas de fechas, porque somos mucho de efemérides y estamos todo el año de celebraciones. El pasado mes conmemoramos el cincuentenario de la muerte de Pepe Pinto y el 26 de este mismo mes celebraremos por todo lo alto los cincuenta años de la marcha de Pastora Pavón Cruz, su esposa, la gran cantaora gitana de Sevilla.

Pero hoy es el Día del Flamenco, un arte andaluz que es conocido ya en todo el mundo desde hace mucho más de un siglo, cuando determinados artistas actuaban por Europa o cruzaban el charco para buscarse la vida con el cante, el baile y el toque. Artistas como Manuela Perea, El Mochuelo, El Canario y muchos otros, porque no es nuevo eso de que los flamencos se vayan fuera para poder mantener a la prole. Y hablando de esto, de las papas, hoy es un día de trabajo para muchos artistas que han sido programados por toda Andalucía e incluso fuera de nuestra región.

Cuando les hablas a los flamencos de esta fecha en el almanaque no es que le den mucha importancia, salvo por el trabajo. Recuerdo que aquel 16 de noviembre de hace nueve años, cuando la Unesco nos dio el regalo, los artistas me llamaban para preguntarme que si podían encargar ya el Mercedes. Creían que les iban a llover los contratos, y no ha sido así. Es cierto que hay más demanda de flamenco fuera del país, sobre todo para cursos de formación, pero tampoco es que esa distinción haya revolucionado el mercado. Ni siquiera ha habido dinero para la investigación, algo que sería muy necesario, por lo poco que se sabe aún sobre este arte.

Muchas veces he pensado qué dirían los artistas del XIX si levantaran la cabeza y vieran que el flamenco tiene su día en el almanaque. Silverio, por ejemplo, que fue el padre del cante jondo y no tiene ni una peña en Sevilla. O don Manuel Rodríguez Ojeda, El Burrero, dueño del célebre café cantante de la Campana. O el Maestro Otero, el gran profesor de baile, olvidado por completo, a pesar de lo que le dio a este arte cuando las instituciones públicas lo quemaban.

Disfrutemos, pues, de este arte y de este día, dentro y fuera de Andalucía, por nosotros y por ellos, los olvidados. Por quienes crearon una maravilla por la que nos envidian en medio mundo y parte del otro. Por los que se fueron sin pena sin gloria. Por los que fueron enterrados en fosas comunes y que siguen dando dinero. Por los que pasaron hambre y malas noches en cafés y tabancos de mala muerte. Por Chacón, la Niña de los Peines, Manuel Torres, Marchena, Tomás, Mairena, Valderrama y Vallejo. Por la Argentinita, Carmen Amaya y Pastora Imperio, Por Montoya, Sabicas y Ricardo. Por el arte.

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