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Actualizado: 18 ene 2020 / 19:40 h.
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  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

El libro publicado por Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah se ha convertido en motivo de debate y controversia en el seno de la Iglesia. Tanto es así que el Papa Benedicto XVI ya ha retirado su nombre de la firma de la obra para evitar mayores problemas y aplacar las opiniones más radicales que hablan de una clara intromisión por su parte en el papado de Francisco.

Ese libro habla de forma contundente sobre el celibato sacerdotal, su necesidad y su sentido. En un momento en el que la Iglesia necesita un cambio radical dado el cambio que se está produciendo en las sociedades de todo el mundo desde cien atrás, las posturas más radicales de los teólogos parecen que van en contra de un Papa que trata de dar sitio a todos los cristianos sin que se produzcan problemas con los dogmas.

Es verdad que desde el primer día que Benedicto XVI se retiró, la convivencia de los dos ha sido exquisita. Y no parece que esto pueda cambiar. Pero sí es cierto que en el seno de la Iglesia hay grupos muy radicales y otros dispuestos a introducir cambios que entienden necesarios para afrontar el futuro. No es el celibato algo que parezca que pueda desaparecer de la Iglesia actual, pero hay muchos más cambios que afrontar. El lugar de la mujer; la apertura absoluta a la figura de los diáconos casados (hombres ordenados de un modo parecido a los curas que pueden realizar funciones sacerdotales salvo absolver pecados y consagrar) y la apertura sin miedos y sin complejos de colectivos ya muy amplios que se sienten cristianos a pesar de una condición sexual que, hoy, no tiene encaje en la Iglesia.

Benedicto XVI es tan buen teólogo como radical en sus planteamientos. Francisco está en las antípodas de Benedicto XVI. Pero el problema no son ellos, ni su relación. Se trata de la Iglesia, de su sentido, de su función.

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