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Actualizado: 23 sep 2021 / 16:06 h.
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  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

Se negocia en España la Ley Audiovisual y el Gobierno de Pedro Sánchez está inmerso en discusiones ridículas y faltas de sentido con los partidos nacionalistas catalanes y vascos. Europa ha exigido una actualización de la norma y esto ha provocado que los políticos nacionalistas se afanen en conseguir una cuota de creación en los idiomas cooficiales. Es decir, lo que quieren esos políticos, cegados por un provincianismo que se dibuja peligroso y grosero, es que las plataformas como Netflix o Amazon tengan que producir un porcentaje determinado en catalán o euskera. No hace falta decir que esto supondría una interferencia clara y nociva en la actividad privada de las empresas productoras y que, lo que es quizás más desastroso, supondría que los contenidos culturales llegarían mermados y mutilados a muchos españoles incluidos catalanes y vascos puesto que no todos hablan los idiomas cooficiales. Reducir la cultura a tan poco es tan absurdo como innecesario en pleno siglo XXI.

Los políticos siguen utilizando este tipo de cosas sin decoro alguno y están convirtiendo las sociedades que representan (solo a medias ya que, por ejemplo, en Cataluña la mayoría parlamentaria independentista no corresponde al mayor número de votos de aquellos que prefieren opciones que no ven en el Estado español un peligro) en lugares más aislados y más irrelevantes. Y es evidente que esos mismos políticos aprovechan que el Gobierno no tiene más remedio que ceder ante semejantes propuestas para poder sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado.

Por otra parte, tanto nacionalistas vascos como independentistas catalanes, están decididos a acabar con el uso del castellano en la medida de lo posible. Esta es otra muestra de provincianismo y otra lección sobre lo que no debe hacerse si no se quiere aislar a una sociedad. Restringir los idiomas entre la población es un claro retroceso y la puntilla a un tipo de educación que ya tiene bastantes problemas como para empeorarla con estas prácticas que solo los políticos pueden hacer rentables para ellos mismos.

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