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Actualizado: 03 may 2021 / 17:44 h.
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  • La política nacional al borde del abismo

La política española está enfangada y emite señales muy preocupantes. La campaña electoral de Madrid ha sido la prueba de fuego en el que algunos asuntos han quedado claros y sirve de ejemplo para que se entienda lo que sucede en el resto de España.

No se puede utilizar un tono tan bronco como el que hemos escuchado durante estos días sin que se produzcan efectos devastadores para la propia clase política. No se puede decir a un candidato que se vaya de España sin que el tufillo a discurso extremista sea una evidencia y el peligro una realidad. No se puede clamar al Rey Felipe VI para que condene la violencia que ejercen los que para un candidato son fascistas mientras personas de la nómina de tu partido agreden a policías y a seguidores de otra formación. Ha quedado demostrado que los extremos políticos son nefastos y no pueden ofrecer nada que no sea violencia dialéctica o física, que no sean ideas imposibles o contrarias al sistema democrático.

Lo que interesa al ciudadano ha quedado sepultado por discursos vacíos que intentaban contraponer unas cosas y otras, a unos ciudadanos y a otros. Cómo acabar con la pandemia, cómo afrontar el problema del paro o de las colas del hambre, o cómo será la recuperación económica, han sido los asuntos que han quedado inéditos. Ha primado lo simple, lo superficial, lo irrelevante. Lo emocional ha ganado la batalla a lo racional. Y eso es, sencillamente, problemático. Si los ciudadanos dejan de pensar puede pasar cualquier cosa que se justifique en nombre del miedo o de la simpatía o de cualquier otra razón que no sirve de base para construir un país moderno.

Ha sido muy llamativo cómo los candidatos de Ciudadanos y del PSOE, Edmundo Bal y Ángel Gabilondo, dos hombres muy bien formados, conciliadores y de educación exquisita, no han podido encontrar un espacio propio entre tanto insulto, tanto frentismo y tanto ‘lo que me da la gana’.

La política española va directa a un trumpismo pernicioso y desalentador. Y eso es la peor de las noticias. Las alertas deberían comenzar a sonar en todos los hogares españoles.

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