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Actualizado: 17 jul 2021 / 17:17 h.
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  • Pedro Sánchez. / EFE
    Pedro Sánchez. / EFE

Si algo ha quedado claro, en los últimos días, es que el Gobierno de Sánchez no fue capaz de atinar con las herramientas legales adecuadas para enfrentarse a la pandemia. Si bien es cierto que se tomó la única decisión posible en los primeros momentos de la pandemia (el confinamiento era necesario para salvar la situación crítica) resulta inexplicable que un Gobierno con varios magistrados no fuera capaz de elegir bien cómo llevar a cabo esa operación tan delicada que deja, ahora, en entredicho muchas cosas.

Queda en entredicho la capacidad del Gobierno de Sánchez para soportar el filtro en el que el Congreso de los Diputados se debería convertir, desde el primer día de cada legislatura, para evitar excesos y errores irreparables por parte del Ejecutivo. Sánchez ha tratado de eludir cualquier control y con el ‘estado de alarma’, gobernando a base de decretos ley, encontró vía libre para imponer una serie de normas sectarias y arrimadas al interés del propio Gobierno y no del de los ciudadanos. Pero, al mismo tiempo, queda en entredicho la capacidad del Gobierno para relacionarse con el Poder Judicial sin presionar, atacar y señalar siempre que los jueces dictan sentencias en contra de lo que el Gobierno entiende que debe ser algo parecido a un pensamiento único que apesta a tic dictatorial.

Los indultos a los políticos catalanes condenados en la causa del Procès sirvieron a Sánchez para tachar de vengativos a los magistrados, las presiones han sido de enorme peso en los casos más importantes y más pegados a la política de lo últimos años, el CGPJ sigue sin renovarse y la reforma que se presentó por parte del Gobierno de Sánchez tuvo que ser retirada por la posición contraria de Bruselas. El Gobierno de Sánchez ha ido de mal en peor en su relación con la Justicia y los ataques han sido y son intolerables.

Pedro Sánchez trata de gobernar sin que los contrapoderes puedan ejercer su fuerza para evitar que la democracia española se deteriore sin remedio. No duda en atacar y golpear sin vergüenza y sin sentido alguno. Pero lo que no parece entender Sánchez es que no es tan sencillo acabar con una democracia como la española. Aunque sus movimientos se traten de disfrazar con una falsa capa de libertad y sentido común, no son pocos los que se revuelven ante los usos de reyezuelo que gasta el actual presidente del Gobierno.