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Actualizado: 14 sep 2020 / 21:03 h.
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  • Un pueblo sin sentido patriótico está condenado a descomponerse

El patriotismo aparece cuando el individuo cree pertenecer de forma fraterna a un grupo, es un elemento fundamental que permite las relaciones civiles. Se puede considerar el patriotismo como un elemento moral de gran trascendencia que se desea en cualquier grupo social ubicado en un lugar determinado. Otra cosa bien distinta es que, en la actualidad, se confunda la patria con la nación, conceptos que son casi sinónimos y que, sin embargo, fueron antitéticos en sus orígenes; otra cosa es que hoy no se dé importancia al patriotismo, ni a los símbolos, ni a nada que tenga que ver con conceptos de los que se apropió el franquismo aunque en esencia sean saludables y necesarios para la convivencia civil.

El patriotismo es un sentimiento serio, profundo; habla de la pertenencia a un grupo y del orgullo que eso provoca. La patria va modelando el perfil de un pueblo que ama el lugar en el que se encuentra, de lo que representa para sus habitantes. El amor a la patria sirve de pegamento para que un grupo de personas sean una sola cosa homogénea e importante. El patriotismo es empatía, es generosidad.

El patriotismo es incondicional, es una virtud. Sin embargo, esa idea de patriotismo, desde los primeros momentos de la democracia española, fue abandonada puesto que los partidos políticos querían separarse de cualquier cosa que hubiera estado unida a la dictadura franquista. Ser patriota comenzó a parecer una lacra en lugar de algo bueno para la sociedad española. Tanto es así que, actualmente, no faltan los políticos que atacan la idea de patria de forma brutal; ni los que nombran el patriotismo en beneficio propio y buscando, solo, beneficios políticos. El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha sido capaz de ambas cosas al mismo tiempo.

Es una pena que valores tan importantes se hayan politizado y que, incluso, se utilicen de forma torticera sin que suceda nada. Y es imposible que, con políticos como Sánchez e Iglesias, arquetipos de lo que no puede ser nunca un patriota, la situación se corrija.

Un país sin identidad propia, sin bandera, sin una letra para su himno nacional o sin objetivos comunes; un pueblo que no sienta que lo es, que no atesore un sentimiento de unidad que le permita tener objetivos en busca del bien común; está condenado a fracasar. Y España se está convirtiendo con rapidez en todo eso tan poco deseable.

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