Jeremías Carmona, de 26 años, es el último eslabón de una de las familias de confiteros más conocidas en un pueblo célebre por su gastronomía: los Distinguido. Y aunque acaba de lanzar un producto que ha causado sensación en toda la comarca, el bollito helado es la metáfora de todo lo conseguido en casa desde que su abuelo, Antonio Carmona, el Distinguido, salió de casa Navarro -otro templo de la repostería local- para montar su propio negocio a comienzos de los años 80. El bocata helado sintetiza cuatro décadas de sacrificio, de emprendimiento y de innovación. Porque los Distinguido comenzaron con una humilde confitería en cuyo horno no solo se fue forjando el pastelero de renombre que es hoy Antonio, sino también una familia capaz de sobreponerse a tantas horas de trabajo -lideradas en la intimidad por mamá Amparo- hasta montar dos establecimientos en pleno centro de este municipio del Bajo Guadalquivir.
Ahora el niño Jere -viajado y formado en su pasión- se ha codeado con muchos maestros heladeros de dentro y de fuera del país y encontró su última inspiración en la tradición siciliana del bocadillo helado, tras un periplo de trabajo por Italia. Al invento lo han bautizado, no por casualidad, con el nombre de Pepón, “acordándonos de mi tío Pepe Moya, al que seguimos llorando todos los días porque fue una persona importantísima en casa”, explica Amparo Carmona, tía de Jeremías. “Le hemos dado un toque personal y una elaboración absolutamente artesana, porque aquí no entra nada de fuera, sino que todo lo elaboramos con nuestros productos”, añade su hermano Rubén, otra columna del negocio familiar.