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Actualizado: 14 jul 2018 / 22:22 h.
  • Una de las salas del actual museo del aguardiente que a su vez es un centro cultural. / J.Á.F.
    Una de las salas del actual museo del aguardiente que a su vez es un centro cultural. / J.Á.F.

Dicen que el amor serendipia es el que más dura. Siendo así, el centro del aguardiente de Cazalla de la Sierra tiene asegurado un bello romance. Aunque bien cierto es que este flechazo viene de mucho tiempo atrás. El corazón que late licor en pleno centro de Sierra Morena lleva por nombre plaza Serendipia, pero también podría haberse llamado La Plaza que está al lado de la casa de mi abuela. Fue otro de los nombres que los niños cazalleros presentaron a concurso. Finalmente, Serendipia se impuso. «Era nuestro favorito», reconoce Abraham Parrón, de Turnature, la empresa que durante 30 años gestionará este espacio.

Una serendipia es un descubrimiento inesperado. Y algo así fue lo que Abraham y sus socios Paco Conde y Rafael Fernández sintieron al ver aquella plaza por primera vez. Era un espacio muerto y ellos decidieron darle vida.

Es más, y por reiterativo que parezca, la colocaron en el mismo centro del centro del aguardiente. Hasta entonces aquel espacio había estado destinado únicamente como centro de interpretación del aguardiente. Enfocado en el visitante foráneo. Por eso, cuando tras seis años cerrado se sacó a concurso público y Turnature se decidió a gestionarlo, prefirieron convertirlo en un espacio cultural.

Aprovecharon la belleza de estar ubicado en un suelo donde en su día se posó uno de los conventos más grandes de Andalucía, el de San Francisco, y le dieron un nombre sugerente, Espacio de Felicidad y Cultura de Cazalla de la Sierra. Y es que feliz hace al que quiere descubrir la Sierra Morena de Sevilla, ya que puede conocerla con tan solo echar una ojeada a su recepción.

Feliz hace al amante de lo curioso y lo natural, gracias al jardín de los sentidos. Un jardín dividido en cinco parterres, cada uno de ellos dedicado a un continente, y donde residen especies de lo más curioso e inquietante, como el escaramujo, la planta por la que intentó subir el diablo al cielo. También es la felicidad del niño que en uno de esos parterres divisa la casa del ratoncito Pérez. Junto a sus abuelos depositan sus dientes en el buzón de esta pequeña casa y reciben a cambio un regalo. Pero sobre todo, es la felicidad que todo cazallero siente de ver reflejado uno de sus mayores tesoros en una exposición, la dedicada a su aguardiente. Es la tercera de las estancias del centro. En una sala se divisan algunos útiles, como alambiques, que en su día sirvieron para elaborar tan preciado licor. Junto a ello, hay una exposición dedicada al aguardiente en el que, curiosamente, se empieza hablando sobre el vino, el padre del aguardiente. Un vino que era famoso más allá de sus fronteras y del que habló el mismísimo Cervantes. Un vino que se exportaba a América, pero que por diversas circunstancias dejó de ser rentable.

La filoxera y el traslado del puerto de indias a Cádiz influyeron bastante. Por eso hubo de reinventarse, diferenciarse y crear otro producto. Extrayendo el alcohol de ese vino y añadiendo diversos ingredientes crearon el aguardiente. Pero no solo eso. Crearon un modo de vida. Los más antiguos del lugar hablan de que entrando en Cazalla de la Sierra podía percibirse el olor a aguardiente en Cazalla. Se exportó la marca y el nombre de la localidad a todo el mundo y por eso, seria injusto que Cazalla no tuviera su museo del aguardiente.

No obstante, Abraham Parrón echa en falta algunas cosas, como una mayor presencia de la sabiduría de Salvador Jiménez, tal vez uno de los mayores expertos en aguardiente. Según Parrón la empresa que llevó a cabo los trabajos del museo eran de fuera y no hicieron demasiado por la comunicación con el pueblo y con la gente que conocía aquel producto. No obstante, Turnature tiene ideas y proyectos en mente que ayudarán a solventar esas carencias, en primer lugar una exposición de carteles. Una colección de incalculable valor que ayudará a incrementar el prestigio del tesoro cazallero. Además, en el horizonte la posibilidad de crear la cápsula, una microsala de arte contemporáneo única en España.

Todo sea por el nombre de Cazalla hecho licor, por un espacio diferente, lleno de cultura, de historia y de historias. Un espacio de felicidad donde la serendipia alimentará siempre el romance entre Cazalla de la Sierra y su aguardiente.