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Actualizado: 05 sep 2016 / 08:56 h.
  • Mark Delia posa con un delicioso planto elaborado en apenas dos minutos. / José Luis Montero
    Mark Delia posa con un delicioso planto elaborado en apenas dos minutos. / José Luis Montero

Hecho de lo mismo que cocina, buena pasta. El cocinero de origen maltés Mark Delia y residente en Palomares del Río acaba de ser nombrado como uno de los cuatro mejores cocineros del mundo de este alimento. El premio ha sido otorgado a él y su restaurante, Don Juan de Alemanes, por la marca italiana Barilla, tras un certamen con 27 concursantes de todos los países del mundo.

Sus compañeros de restaurante reconocen la fortuna de tenerlo en el equipo: «el premio lo tenemos nosotros con cada plato que hace», dice Fernando. Pero el premio terminó siendo mayor. Tras ser contactados por Barilla, Delia envió un vídeo de presentación y receta de su plato concursante. Su elección para este prestigioso certamen consistió en una «receta tradicional pero innovada: canelones rellenos de queso ricotta un queso fresco de Sicilia, habas y un aire de trufa». Este plato ganador ha estado disponible para los clientes del restaurante una temporada, para que tomara práctica.

Una vez seleccionados por Barilla acudieron a la ciudad de Parma al concurso en vivo. «Un jurado gastronómico juzgó los platos, realizados en 45 minutos». De los 27 concursantes, sólo cuatro pasaron a la final, que consistió en elaborar el plato frente a un público de 50 personas y con 30 minutos. «Aunque era mucha presión cocinar en poco tiempo y delante de tanta gente, yo lo llevé bien», dice Delia, con experiencia ya en concursos gastronómicos. De los cuatro finalistas sólo se dio a conocer el ganador, por lo que no hubo segundo ni tercer premio, y se puede decir con seguridad que uno de los cuatro mejores cocineros del mundo de pasta es vecino de Palomares.

En su rutina de trabajo comparte cocina con otros ocho chefs en Don Juan de Alemanes, que ofrece comida muy variada, no sólo italiana, aunque de los «50 platos que pueden salir en una mañana 30 son de pasta», explica. «Aquí tenemos clientes muy nuestros, que repiten, y nos gusta perfilar el plato al gusto de cada uno», cuenta Delia, que desde su cocina ofrece cuatro tipos distintos de pasta: ravioli, passarella, fetuccini y linguini. También tienen su fuerte en los postres, perfectamente presentados en un largo escaparate para que los clientes elijan –si es que pueden decidirse–.

Para este chef no hay mayor «truco» o clave en la cocina que «disfrutar y que te guste lo que haces, ya que si no realizas el plato con cariño no te va a salir bien». Y aconseja: «tienes que expresar tu personalidad en el plato y tu experiencia en los sabores. Lo mejor es mantener el plato simple, con combinación de pocos sabores». Respecto al eterno debate entre presentación, sabor y cantidad, Delia opina que «lo primero es cuidar el sabor, y luego que los ingredientes sean la propia presentación, sin florituras añadidas», puntualiza.

Delia combina su actividad rutinaria en el restaurante de la calle Alemanes junto la Catedral con los viajes internacionales del Sevilla F.C., al que acompaña en las competiciones de Europa League y Champions. Delia es el encargado de cuidar que se cumplan los requisitos puestos por sus médicos y dietistas desde la cocina.

Mark Delia nació, vivió y estudió su profesión en Malta, pero conoció a su andaluza mujer en una estancia en Londres. Fue un trato el que le trajo a vivir a Sevilla: «Si ella aprobaba las oposiciones a la primera, nos veníamos a España, y si no, a Malta». Ella ganó y, una vez aquí, eligieron como lugar de residencia Palomares del Río, en la que llevan ya casi 12 años. «Si tuviera que cambiar de casa, lo haría en la misma Palomares», dice. Delia recuerda con nostalgia su tierra de origen, Sliema, una turística ciudad costera «muy bella, y a la que voy un par de veces al año, a ver a mis padres y amigos», explica con añoranza.

Aunque reconoce que «cuando se trabaja en el mundo de la hostelería pasas más tiempo en el puesto que en casa», su tiempo de ocio lo dedica a cuidar su jardín, salir a correr y cultivar un pequeño huerto, como buen amante de la comida y la cocina. Y también se dedica a lo más importante: pasar tiempo con su familia y sus tres hijos. Unos pequeños que tienen el gran privilegio de pedirle a su padre que les cocine unos buenos macarrones, sabiendo que serán los mejores del mundo.