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Actualizado: 12 mar 2017 / 10:41 h.
  • Lisandra, perfectamente integrada en Sevilla. / El Correo
    Lisandra, perfectamente integrada en Sevilla. / El Correo

«Había salido un poco a explorar, a saber cómo era la vida fuera de Cuba. A una semana de tener el billete de regreso, me puse a pensar en los pros y los contras. Y me decidí a quedarme. No lo tenía planificado, pero decidí arriesgarme», recuerda Lisandra del viaje a Italia que le cambió la vida.

«Unos cubanos que conocimos allí me pusieron en contacto con otros cubanos que vivían en Sevilla». Le echaron una mano y, con ese «empujoncito» inicial cogió impulso para quedarse en Sevilla, a donde llegó el 1 de diciembre de 2012. Encadenó trabajos «con una señora mayor», de au pair, de camarera, de camarera de piso...

Ahora, estabilizada en la Taberna de la Encarnación y ya viviendo por su cuenta en el entorno de la calle Feria, ha retomado sus estudios. «Como soy tan joven, no quiero desperdiciar el impulso de la juventud, me informé de cómo continuar mis estudios y solicité la convalidación. Ahora estudio el grado de Administración de Empresas en la Universidad de Sevilla», informa.

La visión de Lisandra de Sevilla es positiva. Por eso se quedó: «Sevilla me ha enamorado. Las personas me recuerdan mucho a Cuba, la gente es muy cercana y tampoco hace ese frío. La ciudad es preciosa y me encanta. Es de esos sitios que llegas y dices: aquí voy a pasar el resto de mi vida. Muchas veces salgo a correr por el río y digo: joder, qué bonita es la ciudad». Como ejemplo del caso contrario, tira de sus recuerdos italianos. «Estuve en varios sitios de decir, es muy bonito, pero no me quedo a vivir ni de broma».

Tantos años en la ciudad le han dado para conocer más que la fachada, y ha encontrado de todo, como cualquiera. «Los andaluces muchas veces presumen de ser personas abiertas, pero a veces tienen muchos prejuicios no sólo contra los cubanos, sino contra los inmigrantes en general», valora, y saca un tema más delicado: «Dentro de Sevilla hay varias clases sociales, y esa clase media alta suele subestimar mucho a los inmigrantes. En ocasiones me he sentido subestimada, como que me infravaloran por el simple hecho de ser cubana». Apunta como posible explicación el conocimiento de relaciones «poco creíbles» de cubanos con extranjeros, que llevan a pensar que, en ella, «todo es por interés». Aunque «eso ha sido más bien al principio. Uno se va adaptando», explica, y aclara que además su apariencia física lleva a más de uno a pensar que procede de Canarias. «Me siento bien como estoy, me gusta relacionarme con la gente de aquí», resume.

Pero en realidad procede de Las Tunas, el Balcón del oriente cubano, a donde tardó cuatro años en volver. «De Cuba salí con 19 años, era casi una niña. Después de cuatro años viviendo sola en otro continente, es normal que haya cambiado mi manera de hablar, de pensar. En esencia sigo siendo la misma, pero he cambiado», opina, y tiene claro que a su país volverá, pero de visita. «A vivir no. Porque además, después de cuatro años yo la he encontrado peor. A pesar de todo lo que han dicho de que han iniciado las relaciones con EEU, la he encontrado peor».