Nadie desde el siglo XVIII había visto los arcos invertidos que forman la cimentación del 70 por ciento de la antigua Real Fábrica de Tabacos, sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla (US) y de algunas facultades, hasta comienzos de esta década. Fue entonces cuando unas obras de mejora desvelaron el secreto en un inmueble que se asienta sobre unos cimientos construidos de tal manera que, por lo que se sabe hasta el momento, los convierte en únicos en España.
El Plan Director de Remodelación del inmueble que acoge el Rectorado de la US se planteó para adaptar el edificio a la normativa moderna y diseñar el futuro del emblemático inmueble, en el que hay que actuar con todas las cautelas que marca su condición de Bien de Interés Cultural. Ha servido también para obtener información sobre su pasado.
Fuera de España existe otro ejemplo conocido de una retícula de arcos invertidos como cimiento de un edificio: el Trinity College de Cambridge. Sí se conocía el sistema desde el Renacimiento, cuando León Battista Alberti y Andrea Palladio lo mencionaron en sus tratados de construcción.
Miguel González Vílchez, arquitecto ahora jubilado de la Universidad de Sevilla, participaba en esos trabajos y fue de los primeros en disfrutar el hallazgo y en asumir su importancia. Su reacción fue por dos vías. «Por un lado, surge una sensación de asombro ante el conocimiento de una información que no existía hasta entonces. Y por otro, pensamos de manera inmediata en la posibilidad de enseñar lo que habíamos encontrado».
El terreno sobre el que asienta el edificio, que ocupa junto a su entorno inmediato unos 30.000 metros cuadrados era en el siglo XVIII «un territorio deprimido e inundable, entre los cauces del Guadalquivir y el arroyo Tagarete», horizontal y homogéneo, según se lee en el artículo que el propio González Vílchez publicó en la revista Informes de la Construcción, que edita el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Los problemas de cimentación surgieron desde el inicio de los trabajos. Pensaron primero elevar el nivel de la rasante del edificio hasta una altura que lo salvara de las avenidas del río. Comenzaron a excavar y vaciaron todo el rectángulo sobre el que se iba a levantar la construcción. Dejaron toda la tierra muy cerca, en la zona que hoy ocupa el Prado de San Sebastián. Su idea era construir los cimientos y, posteriormente, enterrarlos con esa misma tierra. Pero desde el principio encontraron «un sistema de baja capacidad de carga», explica González Vílchez, como consecuencia del terreno fangoso en el que trabajaban. Su idea inicial debía ser emplear el sistema de cimentación habitual, con columnas sobre la base de zapatas, pero «no se atrevieron a dejar el edificio apoyado en esas columnas, que son relativamente esbeltas». Llegó entonces la solución ingeniosa de la que no dejaron constancia documental: «Decidieron construir el sistema de arquerías invertidas, tan poco utilizado».
Como el gigantesco agujero ya estaba abierto, aprovecharon para construir los arcos de abajo hacia arriba, al contrario que la cimentación por zapatas, que se construye desde arriba a través de pozos. De ahí que la zapata se pueda labrar con fábrica de ladrillo. Además, y ahí está lo importante, con la arquería invertida incrementan la superficie de contacto de la estructura de cimentación con el terreno para que el reparto de carga sea el adecuado. «Y al mismo tiempo suministran una fortaleza enorme porque en cada esquina del cuadrado que genera una bóveda se cruzan arcos. Eso ha hecho que la Fábrica de Tabacos se mantenga en un estado estructural magnífico después de dos siglos y soportando incluso el terremoto de Lisboa», que en 1755 afectó a buena parte de la zona occidental de la península ibérica. Fue, entonces, una solución, redonda: ingeniosa, interesante y efectiva.