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Actualizado: 03 feb 2018 / 09:27 h.
  • El gran bazar de Sevilla
    Las dos zonas comerciales de Parque Alcosa son un hervidero de vecinos cada mañana. / El Correo TV
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    Chico y Juan Luis, dos líderes vecinales de Parque Alcosa.
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    Churros en la Cervería Alcosa, lo más populares del barrio.
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    José María, propietario de la Librería Tagore.
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Si les hablo de Alfredo Corral, un promotor inmobiliario de los 70, seguramente no les suene de nada. Pero si hacen un ejercicio con su nombre ya sabrán de qué le estamos hablando. Cojan las dos primeras letras de su nombre (Al) y de su apellido (Co). Solo tienen que añadirle las siglas de Sociedad Anónima (SA) y tendrán el nombre del barrio que visitamos esta semana: Alcosa. O lo que es lo mismo, Parque Alcosa, su denominación oficial.

Fue a finales de la década de los 60 cuando este empresario apostó por construir viviendas en varios puntos de España. Tal fue su actividad que incluso existe otro barrio con el mismo nombre en la localidad valenciana de Alfafar. Sus bloques se asientan sobre unos terrenos que anteriormente eran una dehesa de encinas y olivos dedicada a ganadería de toros bravos, propiedad de la familia de Ildefonso Marañón Lavín. Debido a la escasez de viviendas en Sevilla, Marañón cedió parte de la finca, con un precio simbólico, para que en ella se empezaran a construir los actuales pisos. Así surgió un barrio de espíritu obrero, luchador por naturaleza, con más de 20.000 habitantes. Tiene, además, gracias al esfuerzo y empuje de sus vecinos, infraestructuras y servicios de primer nivel.

Paseando por Alcosa hemos confirmado aquello que ya sabíamos: que la vida de una barriada nace del ahínco de sus comercios. Esos emprendedores que reciben con una sonrisa, no miran el reloj si es por el bien de sus negocios, sacrifican las fiestas y hasta hacen de psicólogos si hace falta. Ellos son el alma, la farmacia de guardia de los barrios, en esta época en la que las prisas y la deshumanización son las enfermedades que afectan al día a día.

Pero en Alcosa tienen el antídoto perfecto a esta crisis emocional. Ellos, sus vecinos, a los que nadie se lo ha puesto fácil, han conseguido que su barrio sea considerado uno más de esta ciudad, a pesar de que la distancia en kilómetros ha sido siempre el mayor muro a derribar. Peleando han logrado tener un centro de salud, un centro cívico, una conexión con el centro en transporte público y muchas mejoras que han hecho más cómoda su vida.

Pero entra tanto, cada mañana sus calles se llenan de la energía y las ganas de vivir de quien habita en ellas. La Cervecería Alcosa es buena prueba de ello. Allí se citan a diario para disfrutar de un café azucarado con sonrisas y abrazos de amigos. Para remate, unos churros –calentitos en el argot sevillano– del negocio que comparten Concepción y su hija Conchi. Allí nos encontramos con Juan Luis Cabello y con Chico, dos vecinos comprometidos que fueron nuestros guías por los comerciales. Los nuevos y los antiguos, como ellos los llaman. Nada tienen que envidiarle al Gran Bazar de Estambul, al Zoco de Marruecos o a la Boquería de Barcelona. A todos ellos les ganan en vida y con creces.

Son ejemplo de un comercio de tradición que sobrevive en José María, segunda generación de la Librería Tagore, o el Adolfo, que sigue adelante con la zapatería que puso en marcha su padre en el barrio. Y para rematar, no encontrarán platos más sabrosos que los del bar La Bolera, el primero en llegar al barrio. Dicen que los domingos hay que coger cita para sentarse en sus mesas.

Las ganas de vivir de su gente fue lo que nos enamoró de Alcosa. También su apuesta por el deporte. Como ejemplo, el club Baloncesto Alcosa 84, cuyo presidente nos recordó que lo importante no es solo ganar sino, por encima de ello, formar y enseñar a los niños que el deporte es salud y el respeto su mayor valor. Ese fue el mayor triunfo porque a pesar de intentarlo ya vieron que eso de encestar balones no es una de nuestras virtudes.

Así, felices, dijimos adiós esta semana al Parque Alcosa. Bien merece la pena que se acerquen a conocerlo. No hay duda que la mejor lección que uno puede sacar de sus calles es que en la vida los esfuerzos siempre tienen recompensa. La suya ha sido poder vivir en un barrio donde hay calidad de vida y, lo más importante, calidez entre un vecindario que se sabe miembro de una gran familia.