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Actualizado: 19 abr 2020 / 08:36 h.
  • Carlos García Alonso forma parte desde su inauguración del equipo directivo de la Universidad Loyola. / EL CORREO
    Carlos García Alonso forma parte desde su inauguración del equipo directivo de la Universidad Loyola. / EL CORREO

La pandemia del coronavirus y la presión a la que somete a los sistemas sanitarios de todos los países acrecienta el interés en la ciudadanía por los modelos de gestión de la sanidad para una sociedad cada vez con más necesidades de atención al haber muchos más ancianos que jóvenes. Es obvio que la emergencia sanitaria y la crisis socioeconómica van a priorizar más el debate sobre las políticas de salud. Carlos García Alonso, desde la Universidad Loyola, forma parte del equipo de expertos de seis países que participa desde 2018 en el proyecto Pecunia, encomendado por la Comisión Europea con el fin de de estandarizar la evaluación de costes y la valoración de resultados para optimizar la provisión nacional de servicios sanitarios.

Minutos después de entrevistarle el pasado jueves 16, Carlos García Alonso tenía que conectarse para participar en la videoreunión de la red I-Circle, de gerentes de salud mental de ciudades como Nueva York, Filadelfia, Vancouver, Estocolmo, Londres, Dublín, Sydney y Auckland. “Es un grupo que forma parte de la Iniciativa Internacional para el Liderazgo en Salud Mental. Son personas de primer nivel que están en puestos de responsabilidad para tomar decisiones. Solo participamos además representantes de dos universidades. Y es un foro en el que se va a prestar especial atención a conocer la experiencia de quienes están ahora gestionando en Nueva York y Filadelfia los servicios de salud en el momento más virulento de la pandemia en dichas ciudades”.

Vicerrector de Investigación de la Universidad Loyola, cuyo principal campus está en el término municipal de Dos Hermanas, Carlos García Alonso nació en Madrid en 1961, pronto cumplirá 59 años. Su padre era ATS y su madre farmacéutica. Tiene cinco hermanos. Estudió en Madrid en un colegio concertado de la SAFA. Su mujer es farmacéutica y residen en Córdoba. Tienen tres hijos, el mayor es arquitecto y trabaja en Londres en el estudio de Richard Rogers; el segundo cursó Empresariales y está finalizando en Madrid un máster en recursos humanos, y su hija está acabando Dirección de Cocina.

¿Cómo evolucionó desde la ingeniería agronómica a los ámbitos de la economía y la salud?

Mi mundo es sobre todo el análisis matemático. Todo lo que es investigación en operaciones, estadística, modelización, causalidad,... Lo que hago principalmente es diseño y desarrollo de sistemas de apoyo con análisis numéricos para la toma de decisiones. Escogí la ingeniería agronómica porque me encantaba el campo. Cuando estaba acabando la carrera, me dieron una beca de FPI (Formación de Personal Investigador) y entré en el departamento de maquinaria agrícola. Cuando empecé a programar todavía se trabajaba con tarjetas perforadas. Y manejé el primer ordenador IBM que llegó a Agrónomos, lo enviaban por piezas desde Estados Unidos, hubo que montarlo. Y cuando ya trabajaba en Córdoba en ETEA, la Facultad de Empresariales de la Compañía de Jesús, y seguía dedicado al análisis matemático, Federico Alonso, gerente de Promi, gran organización que atiende a personas con problemas de salud mental, me propuso un análisis con datos proyectados sobre mapa, mediante sistemas de información geográfica. Y así empecé a relacionarme con el ámbito de la salud mental.

Para la adecuación de medios y fines en la gestión de la salud, ¿cuáles son las fortalezas y debilidades de quienes lo hacen siendo médicos o de quienes lo acometen siendo ingenieros, o economistas, etc.?

Quien siga sin entender que ya no se investiga en solitario, se obstina en negar el cambio de paradigma. O somos multidisciplinares o no vamos a ninguna parte. Cualquier investigación hay que plantearla vinculándose a alguien de referencia y hacerla con perspectiva internacional. Y con un equipo de multidisciplinar, donde todos, sea cual sea nuestra especialización, tenemos que saber de lo que estamos diciendo, hemos de lograr entender a los demás, y hacer que sea entendible por quienes tienen la capacidad de tomar decisiones, y también por la sociedad. Ya sea mi madre o los habitantes de otro país. En ciertos ambientes, aún pesa la mentalidad de pensar y decir: “Si no eres médico, no hablo contigo”. Pero en los foros de referencia eso no existe porque todo el mundo entiende que cualquier problema es complejo y azaroso, y o tienes otras personas con las que sumar, o no hay quien aporte soluciones. Sumar no es decir dos más dos, es ir más allá con la base inicial de los sumandos. La crisis del coronavirus es un ejemplo palmario de esto.

¿Cómo se ha conseguido que España mantenga posición de liderazgo en los trasplantes de órganos, en comparación con otros países más ricos y en los que se han recortado menos los presupuestos?

Porque España es un país solidario y hay técnicos de la gestión sanitaria que son de primer nivel.

¿Han desarrollado algo para Sevilla?

Hicimos la aplicación web para codificar los servicios sociosanitarios de la ciudad de Sevilla. Está a disposición de todos los responsables de servicios sociosanitarios, financiados con fondos públicos, y tienen la obligación de entrar, describir su organización, de forma que también la Junta de Andalucía puede tener, si lo desea, la codificación con estándares internacionales de todos los servicios sociosanitarios que hay en Sevilla. Puede saber qué tienen, si algo falta, si en alguna zona se necesita más o no, cuánto reciben de dinero público, cuántos usuarios tienen, de qué tipo son, qué atención necesitan, etc.

¿Puede concretar qué aplicación práctica en la vida de la ciudadanía han tenido y/o tienen proyectos europeos o españoles en los que usted ha participado?

Muchas son confidenciales, por delicadas, porque afectan a la gestión de los recursos en políticas públicas de salud. Nos encargan la evaluación de políticas públicas, y analizar las consecuencias de tomar una decisión, o plantear alternativas a esa decisión aún por tomar.

Ponga un ejemplo.

Una ciudad europea se estaba planteando cerrar un hospital de salud mental, que estaba concebido a la manera de lo que en España se denominaba manicomio. Teníamos que exponerles qué impacto tendría esa decisión para esas personas con problemas crónicos, y para la sociedad. Qué beneficiaría y qué perjudicaría, y proponerles alternativas (unidades de día, pisos protegidos,...), recursos humanos y costes. Y les creamos un modelo informático para gestionarlo. Nosotros incrementamos el conocimiento del ente decisor, la decisión no es nuestra.

¿En qué medida los problemas de salud mental son causa o consecuencia de muchas cuestiones que la sociedad no quiere o no sabe afrontar desde esa vertiente?

La salud mental es siempre la niña pobre de la salud. El motivo es el desconocimiento, originado por el estigma social, un gravísimo problema que se retroalimenta. Si tú le dices a alguien que tu madre ha tenido un ictus, te preguntarán qué tal está y te avisarán de que quieren ir a verla. Pero si le dices que tu madre tiene demencia, el comportamiento social es muy distinto. En Andalucía y Cataluña hemos comprobado la correlación entre pobreza y depresión. A más de la primera, más de la segunda, y viceversa. Es un bucle. La salud mental conlleva unos cuidados familiares muy intensos y puede llegar a bloquear a un miembro de la familia y estar pendiente las 24 horas del día.

Por otro lado, está el debate sobre si las adicciones son o no un problema de salud mental. Internacionalmente está discutido. En mi opinión, sí.

¿A qué otras distorsiones conlleva ese estigma causado por el desconocimiento?

A asociar la salud mental con mayor nivel de inseguridad y de violencia en su entorno. No es cierto. Claro que puede haber algún enfermo de salud mental que cometa un delito. Pero por definición no son personas peligrosas. Es muy superior en el resto de la población el porcentaje de peligrosos. Insisto: Hay que evitar por todos los medios el estigma, porque es una fuente de desconocimiento. Y el desconocimiento nos lleva al pánico.

Cuando el promedio de esperanza de vida se aproxime a los 100 años en países como España, ¿qué grado de incidencia tendrá la salud mental en el conjunto de la asistencia sanitaria y cómo se articulará la prevención?

El impacto ya es enorme, y aún no hemos llegado a ese horizonte. En gasto farmacéutico, la salud mental ocupa uno de los primeros puestos. Participo en el proyecto europeo Pecunia, que trata de armonizar la evaluación de los costes de políticas de salud en países europeos. Y en Bruselas están muy preocupados porque el impacto socioeconómico de las enfermedades de salud mental en los presupuestos es importante, atendiendo los efectos en la salud, la pérdida de trabajos, la influencia en las familias,... Es un problema que afrontar muy en serio ya.

¿Quién está planificando mejor la adaptación a ese horizonte?

En España, destaca la capacidad de planificación y anticipación por parte de la Osakidetza, la Red de Salud Mental del País Vasco. Van muy por delante en cómo evoluciona por estratos socioeconómicos y por distribución geográfica también. En Barcelona, el Hospital de Sant Joan de Deu tiene un equipo de nivel extraordinario. El sistema del Reino Unido tiene indicadores muy sofisticados y buenos. Porque uno de los problemas en la gestión de la salud mental es que resulta más difícil evaluar el resultado de la relación coste-beneficio en las inversiones. En otros ámbitos de la medicina es más fácil determinar, por ejemplo, si se aplica un medicamento y no otro, cuánto tiempo es el promedio de recuperación del paciente.

¿Y a qué nivel está Andalucía?

Andalucía ya tiene la estandarización de los servicios. Es una cualidad estructural que muchas comunidades autónomas no tienen. Y eso es un paso espectacular. Por ahí se empieza. Se trata de que los responsables tengan un cierto interés en que se mantenga un estándar de investigación, de 'think tank' suficientemente estable como para poder contrastar. Si eso existe, estamos bien. Te coloca rápidamente a alto nivel.

Cuando Loyola le ofreció impulsar la dimensión investigadora de su universidad en Andalucía, ¿qué objetivos se marcó a medio y largo plazo?

Yo estaba ya en ETEA dedicado a la dirección del área de investigación cuando se planteó la creación de la universidad. Y me lo propusieron el rector, Gabriel María Pérez Alcalá; el secretario general, Pedro Pablo Pérez Hernández; el vicerrector de Ordenación Académica, Paco Martínez Estudillo, entre otros. Los objetivos que me indicaron son muy ambiciosos: desde un punto de partida con escasa producción científica, conseguir lo antes posible una producción científica reconocible a nivel internacional, no estándar, que fuese equiparable a cualquier universidad de nuestro entorno y con el objetivo de llegar a ser una 'doctoral research university', como se dice en Estados Unidos. Que en la investigación se nos reconozca como un referente en los ámbitos definidos como prioritarios: desarrollo, sostenibilidad y políticas sociales y de salud.

Tras siete años desde la inauguración, ¿en qué especialidad empiezan a otorgarles más reconocimiento?

En el equipo de Loyola Tech hay investigadores muy buenos, son de referencia internacional. También los tenemos muy buenos en sistemas, en ingeniería, en métodos cuantitativos. Y en salud mental tampoco está mal que nos inviten a hablar en la Cámara de los Lores británica, o que tengamos gente en los comités de evaluación de proyectos europeos, y en la selección de las becas del Consejo Europeo de Investigación. El mejor premio es que te inviten a participar en foros donde se están fraguando decisiones importantes. Y también valoramos la labor en los países en desarrollo donde no te pueden dar premios, porque no tienen. Eso es superfluo para ellos. Trabajar en El Salvador, Honduras, Vietnam, Bangladesh, Guatemala, etc., con la gente que toma decisiones en los mecanismos de integración territorial o en desarrollo rural, eso ya es un premio. Mucho mejor que una placa. O lo que se hace en Andalucía en las estrategias para la integración de barrios marginados. Eso es el reconocimiento. Si estás ahí es porque has hecho algo reconocible y apreciado por la gente que lo necesita, no tanto por escribir multitud de artículos. Como yo digo en la universidad, hay que producir muchos artículos de investigación, pero si después no logras impacto social o político... te quedas en ser alguien que acumula artículos.

¿Cómo compagina ahora sus responsabilidades de gestión y dirección con su faceta de investigador?

Para mí, ser vicerrector de investigación en una universidad consiste en dos funciones: empujar toda la estructura para facilitar que se investigue, eliminando obstáculos y poniéndoselo fácil; y mantener un curriculum investigador tan bueno como los mejores de ellos, para tener autoridad moral.

Cuando la amenaza del coronavirus empezó a cambiar nuestras vidas, ¿en qué decidieron centrar sus esfuerzos investigadores desde Loyola Andalucía?

Hay muchas investigaciones en marcha en Loyola. Estamos en la primera pandemia mundial retransmitida en directo, y eso favorece analizar la novedad. Se están trabajando dos modelos de seguimiento del nivel de infectados por coronavirus. Se está estudiando el impacto que va a tener a posteriori en la salud mental, y todas las estrategias en el mundo sobre el Covid-19 relacionadas con salud mental. También hay investigaciones en marcha desde las áreas de Psicología y Comunicación.

¿Cómo se han transformado en un campus digital desde casa?

Es lo más importante, mucho más que las investigaciones que he citado. La universidad ha sido capaz de seguir funcionando, con sus clases y con la atención personalizada a todos los alumnos. Es un cambio de paradigma. La capacidad de adaptación de un día para otro para cambiar la modalidad de enseñanza, gracias a que todo el claustro estaba entrenado en los recursos y técnicas digitales. Además, está funcionando muy bien la atención psicológica a alumnos con problemas de salud, o con problemas económicos por los ERTEs, o porque lo están pasando mal sus familias. Si tienen problemas de cualquier tipo, que se sientan acogidos por su universidad, que para eso está. Y es la misión de las universidades de la Compañía de Jesús, dar siempre más, ir siempre más allá.

¿Por qué España es hasta ahora, en esta pandemia, el país del mundo con más fallecidos por número de habitantes?

Por muchas razones. Primero, en mi opinión, se reaccionó tarde. Se minusvaloró su importancia. Un defecto común en España. Recordemos las anteriores crisis económicas, todas se minusvaloraron desde España. En nuestro país hay expertos buenísimos, pero me temo que su opinión no fue tomada en consideración suficientemente. En cualquier decisión de calado, tienes que tener a tu lado todos los referentes. Por otro lado, hemos tenido deficiencia de recursos. No estábamos preparados para esto. Nos ha pillado a todos a contrapié. Las medidas tomadas han sido desiguales, algunas medidas han sido buenas, y han dado buenos resultados. Pero ha habido problemas de suministro de materiales básicos. Tuvo que haberse hecho acopio, o reestructurar parte de la industria española para reconvertirla en lugar de pararla. Los respiradores están llegando dos y tres semanas después de cuando hubieran sido más necesarios.

¿Era inevitable la mortandad que se está constatando en residencias de ancianos?

No era inevitable. Hay ejemplos paradigmáticos de residencias de ancianos que el primer día, y por iniciativa propia, se encerraron. Balance: Cero infectados, cero muertos. Ahora bien: hay que cambiar el modelo residencial y las políticas de salud aplicadas a ese modelo de residencia de ancianos. Ya no se pueden tener ese tipo de residencias, por desgracia han sido incubadoras de la enfermedad.

¿Emergerá en la sociedad española un sentimiento de culpa?

No creo. Las sociedades tienen mucha inercia. Y capacidad de olvido, cosa que no siempre es buena. Hay que recordar hitos del pasado. Si no, estás condenado a repetirlos. Lo que sí va a generar esta crisis son emociones muy intensas, sentimientos muy intensos, un incremento de la incidencia de determinadas patologías vinculadas a la salud mental. Habrá un pendulazo hasta que lleguemos a un cierto equilibrio.

A su juicio, ¿qué se puede hacer en España durante los próximos meses para atajar la mortalidad y retomar la vida en común?

El confinamiento ha dado un resultado más que bueno. También ha permitido que la inmunización se quedara dentro de casa. Eso es buenísimo. Cuanta más población esté inmunizada, menos tasa de contagio va a haber. La probabilidad de que avance es mucho menor. Es lo que está pasando ahora.

Creo que si fuéramos razonables, el confinamiento de la vida social debería durar, en mi opinión, hasta finales de mayo. Antes hay que ir reactivando la economía, con precauciones, haciendo muchos tests y midiendo continuamente que sea alto el número de inmunizados y cuál es la incidencia en número de contagiados. Y creo que hasta principios de julio no podremos tener reuniones sociales con un número elevado de personas, y aplicando todas las precauciones. Respecto a la apertura de fronteras entre países para viajar, es difícil calcular plazos. Desde luego, nos podemos olvidar durante muchos meses de viajar a Estados Unidos, porque me temo que va a ser un foco para largo.

¿Cuáles son los círculos viciosos de la 'normalidad' de nuestro modelo de sociedad en los que no deberíamos reincidir cuando se controle la pandemia, para que consigamos resolver problemas cuyo origen no es el virus?

Nuestro problema es que en España tenemos un sistema productivo desequilibrado. Si nuestra principal fuente de riqueza es el turismo y toda la economía asociada al turismo, está claro que cualquier factor que incide sobre el turismo, nos pega un palo espectacular. Cuando es tiempo de bonanza, es fantástico. Cuando tenemos una crisis como esta, nos hunde en la miseria. En mi opinión, el sistema productivo español, y el andaluz también, tienen que tomarse en serio empezar cuanto antes una reindustrialización digital. La industria predominante en el mundo es la informática. Y hay que convencerse cuanto antes de que esta crisis, además de su importante impacto socioeconómico, viene con un cambio de paradigma. El teletrabajo ha venido para quedarse, y la formación a distancia, y la automatización,...

¿De qué logro está más satisfecho de su etapa australiana?

No la doy por cerrada, espero regresar cuando de nuevo sea posible viajar. La gran ventaja de Australia es que se trata de un país muy rico con universidades sensacionales. La Australian National University es una de las 50 mejores en el 'ranking' mundial. El entorno es muy favorable para investigar, si te gusta eso allí se trabaja a piñón fijo, muy intensamente, y con gente de un nivel impresionante. Como Luis Salvador, director del Centro de Investigación para la Salud Mental en dicha universidad en Canberra. Por eso agradezco especialmente que me otorgaran el Premio Malaspina, concedido por la Asociación de Investigadores Australia-Pacífico y la Embajada de España en Australia.

Con su perspectiva de vida y de conocimientos desde dentro y desde el exterior, ¿cómo enjuicia la evolución de la sociedad andaluza?

La evolución ha sido muy buena. Hemos pasado en un periodo de tiempo relativamente breve a ser una sociedad plural y democrática. Con sus defectos, como todas las democracias. Pero hay que valorar muy positivamente que cuando llega cualquier persona extranjera desde cualquier país, y está aquí, y ve que el país funciona bien en términos generales, y se relaciona con la gente, comenta que como se vive aquí de bien hay pocos lugares en el mundo.