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Actualizado: 06 ene 2017 / 15:23 h.
  • La maravilla sabe cómo renovarse
    La fábrica de las chucherías, una de las carrozas nuevas de este año, con Esperanza Sánchez repartiendo golosinas para los niños. / Manuel Gómez
  • La maravilla sabe cómo renovarse
    Imagen de la carroza del Centenario de la Cabalgata del Ateneo. / M. Gómez
  • La maravilla sabe cómo renovarse
    La carroza patrocinada por Tussam, homenajeó los diez años del Metrocentro. / M. Gómez
  • La maravilla sabe cómo renovarse
    La carroza inspirada en la película sobre el Centenario que se va a rodar. /M. Gómez

«No sabe uno si está viendo la cabalgata o salir la Borriquita de El Salvador». La frase, pronunciada en medio de la bulla de un modo claro y audible, resumía a la perfección el ambiente que se respiraba ayer tarde en el centro de Sevilla en vísperas de la Cabalgata de Reyes 2017, tanto en los ánimos del personal como en la meteorología, que era casi primaveral.

A la habitual excitación ante la llegada de los monarcas de Oriente se sumaban las expectativas acerca de las nuevas carrozas de este año, nada menos que veinte. Abría el cortejo la de la Estrella de la Ilusión, protagonizada por la empresaria Carolina Alés Matador, rodeada por una concurrida corte mayoritariamente femenina. Le seguía el Nacimiento, la favorita de Marta –9 años–, «porque representa al Niño Jesús», mula, buey, portal y pozo incluidos. A su lado, su hermano Jaime, un par de año menor, hacía acopio de caramelos, pelotas y peluches sin advertir que ya pasaba de largo otra de las novedades del año, la carroza de la diosa Palas Atenea, que representaba un templo griego policromado.

Alicia en el País de las Maravillas, con los personajes característicos de la inmortal obra de Lewis Carroll –Conejo Blanco, la Liebre de Marzo, el Sombrerero, el Gato de Cheshire y cómo no, la Reina de Corazones– vino seguida de El Gran Visir, encarnado en la figura de un Alberto Pérez-Solano rodeado de sugerentes referencias hindúes, y de Pinocho, otro guiño literario para los más pequeños en memoria del gran Collodi, y también de Walt Disney. Un rato después asomaba la esperada carroza roja y dorada del Rey Melchor, con Francisco Galnares González afincado en su trono.

Tampoco pasó desapercibida la carroza Templo Oriental, y no solo por su exótica decoración, sino por un niño de unos cuatro o cinco años que, a la altura del hotel Alcázar, estuvo sembrado saludando y animando al público desde su atalaya rodante. «¡Que bote, que bote!», acabó pidiéndole la muchedumbre. Un futuro comunicador de masas, sin ninguna duda.

Nadie lo diría a simple vista, pero la ilusión que despierta esta cabalgata lleva un siglo renovándose año tras año en la capital hispalense. Vino a recordarlo la cabalgata del Centenario, flanquedada por la puerta de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, y por otro por la puerta del Ateneo, la institución responsable de este acontecimiento. Entre una y otra, un arco rendía tributo a personajes destacados de su historia, aunque los ojos de los más pequeños se iban tras la carroza de La fábrica de chuches, que ya asomaba por detrás y que llegó comandado por Esperanza Sánchez repartiendo todo tipo de manjares para los más pequeños.

#Muévete por Sevilla. El tranvía fue otra de las recientes aportaciones del cortejo, promovida por Tussam conmemorando de paso el décimo aniversario del metro Centro de Sevilla. Por su parte, la carroza La Película, inspirada en el filme que se está rodando actualmente sobre la Cabalgata y cuyo estreno está previsto para este año, tenía como protagonistas a Ilu y Melo, dos personajes imaginarios creados ex profeso para esta producción, ambos flanqueados por una enorme tira de celuloide.

Canal Sur no podía faltar a la cita, y concurrió con la carroza titulada La Banda, el nombre del club infantil andaluz que cuenta con más de 300.000 socios y que provocó gritos de entusiasmo entre los más pequeños que reconocieron su nevada iconografía al vuelo.

Le seguía, casi pisándole los talones a la carroza del rey Gaspar, Paseo en tren, que como su nombre indica representa un tren con locomotora de chimenea, a la antigua usanza, repleto de juguetes y golosinas.

Grandes ménsulas y molduras barrocas de color verde conformaban la carroza del citado rey, representado este año por el abogado Joaquín Moeckel, escoltada en todo momento para la ocasión por la banda de cornetas y tambores Sagrada Columna y Azotes. «Esta es mi favorita, porque es mi rey preferido», proclamaba muy convencida Ángela, de seis años, antes de dejarse asaltar por la duda al ver la de La Selva: «Es que esta está llena de animales», se justificaba a la vista de flamencos, elefantes, serpientes, loros, todos ellos acompañados de simpáticos exploradores tocados con salacot.

No obstante, la distancia entre una carroza y otra era motivo de protesta para Paloma, una vecina de la zona de la Alameda que seguía el recorrido desde su balcón. «Hay dos kilómetros entre un vehículo y otro. ¡Qué cutrerío! ¡Todas las carrozas dispersas!», se quejaba. Y es que no llueve siempre a gusto de todos, de modo que la cabalgata es también una excusa para ejercer el derecho a la libertad de expresión acerca de la música –«me parece indignante que las bandas de Semana Santa se presten a esta mamarrachada», espetaba un purista–, o sobre la edad media de las tripulaciones: «La carroza de Gaspar suma 2500 años. El 80% viaja gratis en Tussam», se oía denunciar a un joven por las inmediaciones de la Ronda de los Capuchinos.

Todos reproches acallados al paso de Luchando por una sonrisa, la siguiente caseta, dedicada a la Asociación Española contra el Cáncer y dedicada especialmente a la lucha contra el cáncer infantil bajo el lema La sonrisa, la mejor medicina natural. A continuación, El Bosque animado reclamó su atención entre flores gigantes y otro rey –el de la Selva– presidiendo la propuesta.

«Esto es de Frozen», dijo Pablo, de tres años, al ver las estatuas blancas del Homenaje a Bécquer, aunque no parecía muy seducido por ellas. Sí se volvió loco de contento con el Mago de Oz, una referencia literaria más, con Dorothy, El Espantapájaros, El hombre de Hojalata y el_León Cobarde animando al personal camino de la Ciudad Esmeralda. Todavía faltaban por desfilar Castillo, una fortificación inspirada en el Palacio da Pena de Sintra en el que ni siquiera faltaba un amigable dragón.

No menos sofisticada pareció la fortaleza de otros soldados, Los guerreros del reciclaje, la carroza promocionada por Lipasam para concienciar a niños y mayores de la necesidad de reciclar para cuidar del Medio Ambiente. Este fue el preludio de la llegada de los pajes del rey Baltasar y del propio monarca, defendido por Juan espadas, alcalde de la ciudad, que se abría paso entre tonos de oro y plata acompañado por la música de la agrupación Nuestro Padre Jesús de la Salud de la Hermandad de los Gitanos, que estrenaba partitura para la ocasión.

«Espadas ha pasado demasiado rápido», lamentaba un parroquiano dirigiéndose a su mujer. Y algo así sucede siempre con la Cabalgata, que de tan deseada se va en un abrir y cerrar de ojos. Mucho más rápido, en todo caso, que los caramelos en la suela de los zapatos...