Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 01 jul 2022 / 04:00 h.
  • ¿Sabes la Historia del “Callejón de la Inquisición”?

En plena calle Castilla, cerca del Mercado de Triana, a orillas del eterno Guadalquivir, encontramos un punto que evoca misterio y leyenda, Historia y horror, se trata del “Callejón de la Inquisición”, un punto de la ciudad que no debe dejar de visitar.

Hoy es un punto muy visitado por los turistas pero, en otro tiempo, fue un lugar que despertaba miedo y terror entre la población. El sitio donde se arrancaban confesiones y se realizaban mil torturas en nombre de la fe: el castillo de San Jorge, la “fortaleza” de la Inquisición en Sevilla de la cual, en tiempos actuales, sobrevive las ruinas den dentro de interpretación -muy recomendable su visita- y este remozado “Callejón”.

Pisar este lugar es pisar allá por donde lo hicieron los condenados por la Inquisición en este punto de la Triana del siglo XV, cerca de la sede del Santo Oficio y de su prisión, allá donde se les conducía para purgar pecados y confesar delitos contra la fe.

No todas las penas eran de hoguera sino que también había oraciones, reclutorios o rezos encaminados a librar al alma de todo mal. Aunque lo cierto es que aquellos que daban con sus huesos en la “Torre de San Jerónimo” pocas opciones de salir con vida tenían y mucho menos de ser libres.

El “Callejón de la Inquisición” es una baja -o subida, en función de la dirección- de unos 30 metros que une lo que es el Paseo de Nuestra Señora de la “O” y la calle Castilla/Collao.

Este era el sitio donde se acumulaban los herejes o las brujas sevillanas -que también hubo brujos- y donde, según auto “en procesión de 94 hombres y mujeres que fueron condenados por herejes”.

Curiosamente su fama trascendió y el propio compositor insigne Beethoven se inspiró en todo ello para su ópera Fidelio.

Con un acceso evidente a la prisión de herejes y Tribunal inquisitorial los reos eran conducidos por este callejón y, en muchos casos, era el último camino que hacían en vida.

Si se fija en un detalle que está en la entrada desde calle Castilla observará como a la izquierda -tal y como entra- hay un pequeño azulejo que le recuerda hasta donde llegó el nivel del agua del Guadalquivir en una de sus crecidas.

Hoy es un sitio pintoresco, con una cancela que la guarda, con las típicas letras que nos recuerdan dónde estamos y hasta de algún que otro fenómeno paranormales en su interior.

Destacan sus pináculos de cerámica y que hacen el giño a la relación alfarera con el barrio de Triana así como, al final, se descubre el ladrillo visto del viejo muro de un lugar que no le habría gustado conocer hace siglos.