La Cátedra Ignacio Sánchez Mejías de Tauromaquia y Comunicación de la Universidad de Sevilla ya ha rebasado una década entera sumando fundiendo el mundo académico y el planeta de los toros con el rigor que sólo puede dar un criterio científico. Pero el seminario propuesto para este otoño tenía un protagonista natural: el halo y la memoria del diestro sevillano Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ de cuya alternativa se cumplió un siglo exacto el pasado 28 de septiembre en coincidencia del segundo festejo de la feria de San Miguel.
A la apertura de las jornadas en el Salón de los Carteles de la plaza de la Maestranza no les faltó el espaldarazo de Ricardo Sánchez, delegado del gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia de Sevilla. Sánchez habló del “compromiso firme e inequívoco” con el mundo de los toros del gobierno que representa y no ocultó su preocupación por los nuevos vientos políticos que empiezan a soplar en el territorio nacional, una constante que se haría presente a lo largo del resto de la jornada. El marqués de Villafranca del Pítamo, en calidad de diputado de plaza de la junta de gobierno del cuerpo nobiliario fue el encargado de dar la bienvenida a los alumnos y curiosos que abarrotaron el salón. Habían comenzado las jornadas...
Pero no había que olvidar el hilo argumental del ciclo organizado por el profesor Juan Carlos Gil. La primera sesión, titulada ‘Las aportaciones de Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ contó con la participación del periodista Álvaro Acevedo, editor de la publicación ‘Cuadernos de Tauromaquia’; el diestro ecijano Pepe Luis Vargas y el novillero retirado Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, nieto del mítico matador de La Alameda y verdadero promotor de la recuperación de la memoria taurina y humana de su abuelo a pesar del desapego de algunas instituciones, personas y estamentos que han dejado pasar de largo la efeméride. La charla contó con la moderación de Álvaro Rodríguez del Moral, autor de estas líneas y responsable de la información taurina en El Correo de Andalucía.
Se trataba de trazar un retrato taurino y humano del imprescindible diestro de La Alameda de Hércules. La figura de Chicuelo –su hijo Rafael , también matador de toros, se encontraba entre el público- es un referente necesario que se inscribe en el revisionismo histórico que también ha rehabilitado la trascendencia histórica de Joselito El Gallo, muerto trágicamente en Talavera de la Reina hace casi un siglo. Manuel Jiménez, precisamente, bebió del ancho venero gallista para completar la revolución que José dejó incompleta con su prematura desaparición. Se trataba de convertir el toreo en una concatenación de muletazos ligados por un mismo pitón, estructurados en estrofas –o series- de cadencia musical.
Esa innovación técnica –el concepto- permitió convertir el oficio en arte y vehículo de expresión estética resuelta con distinta caligrafía –el estilo- por los distintos toreros que siguieron ese hilo. Pepe Luis Vargas, haciendo gala de una gran cultura taurina, buceó por la arqueología del toreo hasta desembocar en la figura de Chicuelo. El diestro ecijano le llamó ‘Dios del vuelo’, haciendo referencia a ese toreo “natural” de pierna adelantada, apoyado en las muñecas, el tacto de los dedos y el giro de cintura. Manuel Jiménez, nieto del gran Chicuelo, ahondó en esa idea y evocó algunas de las faenas más importantes de su abuelo haciendo especial referencia a un trasteo fundacional: es el que instrumentó al toro ‘Corchaíto’ de Graciliano Pérez Tabernero en la plaza vieja de Madrid el 24 de mayo de 1928. A partir de ahí el toreo fue otro, sumándose a otra estela poderosa, paralela a la herencia gallista: la que había trazado Juan Belmonte. Álvaro Acevedo, precisamente, hizo mención a esos toreros que “había matado” el llamado Pasmo de Triana, recordando al alto precio de sangre que pagaron los lidiadores de la Edad de Plata por asumir los nuevos postulados técnicos y artísticos. En esa Edad de Plata, remachó el periodista, brilló con luz propia la figura de Manuel Jiménez que sobrevivió artísticamente a varias épocas del toreo –de Joselito a Manolete- hasta retirarse definitivamente en Utrera en una tarde otoñal de 1951.