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Actualizado: 08 jun 2020 / 13:07 h.
  • Cuando el futuro está en juego

Hacia la ‘nueva’ normalidad

La semana taurina que se fue –aunque sigamos sin toros- no ha dado demasiada tregua. Como decían los antiguos: cada día ha tenido su afán aunque la preocupación permanece intacta. Eso sí, los árboles no terminan de dejarnos ver el bosque. Nos perdemos en torno a la posibilidad de dar o no dar toros en las efímeras fases 2 y 3 y no terminamos de calibrar el alcance de algunas cargas de profundidad mucho más graves que merecen ser desmenuzadas. Ahí tienen al ínclito y sibilino Rodríguez Uribes, que ha pretendido calmar a la grey taurina cogiéndola con dos dedos para no mancharse demasiado y atendiendo la llamada telefónica del infatigable Victorino Martín. El presidente de la FTL, hay que recalcarlo, está haciendo buena una de esas frases lapidarias de Winston Churchill: nunca tantos debieron tanto a tan pocos...

Vamos al turrón: En esta Andalucía nuestra que se sumerge en la fase 3 entre promesas de playa y barras de bar se podrían dar toros... o no. Seamos realistas: abrir una plaza con el tope legal de 800 localidades que consagra esa normativa es sólo una invitación a dejarlas cerradas. Es algo asumido, por más que las conversaciones de los matadores giren en torno a la posibilidad de arrancar ya. El asunto tiene otro alcance ¿Qué pasará en esa cacareada nueva normalidad que la clase política empleará para apretarnos el dogal? Ahí está el lío. El problema ya no es para este 2020 que estamos a punto de dar por perdido; vendrá después. Hemos hablado del ministro de Cultura, una cartera en la que –literalmente- quema la supuesta tutela, protección y promoción de la Tauromaquia como patrimonio cultural inmaterial de nuestro país. Uribes ya ha lanzado un torpedo que surca las aguas turbias: se traga el sapo por imperativo legal y “mientras no haya cambios en la ley...” Al final la cosa sigue girando en torno al marxismo. Pero al que predicaba Groucho Marx: si no le gustan mis principios tengo otros.

Necesaria unidad

No hay que engañarse. Ése es el panorama que espera el toreo. El guión está perfectamente escrito y el camino trazado por Rasputín de Galapagar. Al toro ni agua. En esa tesitura sólo caben tres opciones: unión, unión y unión, además de consagrar y alentar el papel cohesionador de la Fundación del Toro de Lidia sin sucumbir a la tentación de fomentar guerras por cuenta ajena. Sólo servirán para empobrecer la imagen de un sector que debe cambiar las luces cortas por las largas. El evidente escepticismo de la gran patronal taurina; esas protestas aisladas sin convocantes conocidos que rebrotan y ciertos versos sueltos que están en la mente de todos hacen flaco favor a esa ansiada unidad que exige, además, una acción bien fundamentada en lo jurídico y adecuadamente comunicada. Toca predicar sin dejar de dar trigo. Ahí está la reciente querella criminal interpuesta de manera colegiada contra el SEPE de Sevilla, que se está pasando por el forro del duodeno las prestaciones a los profesionales del toro. Se trata de combatir la arbitrariedad con la ley en la mano. No es momento de sucumbir a sentimentalismos y sí de desarrollar acciones bien planificadas. El tema es grave, gravísimo. Ahora, más que nunca, nos jugamos el futuro. Dicen que la llamada comisión de crisis se reunirá estos días. El orden del día vendrá calentito...

Atentos al decreto

Mientras tanto toca estar muy atentos a las distintas restricciones de la vida cotidiana que destilará el inminente decreto que debe regular esa nueva normalidad que será todo lo que ustedes quieran menos normal. Olvídense de la fase dos y tres y de todas las zarandajas de esta farragosa ‘desescalada’. No es momento de demandar a las empresas iniciativas imposibles. Si el espectáculo no es rentable tampoco tiene futuro. Hay que reincidir en el tema: o remamos todos en la misma dirección o la barca del toreo, fiel a su historia invertebrada, seguirá dando vueltas hasta el naufragio absoluto. Y ojo: las competencias taurinas están a punto de ser devueltas a las respectivas comunidades autónomas que, en función de su color, aflojarán o apretarán las condiciones para que se pueda recuperar el espectáculo. En Andalucía –eso sí es un alivio- hay una sincera predisposición a retomar el hilo perdido. Dejemos abierta esa puerta a la esperanza.

Pero esta pandemia está destinada a poner otros ‘antes y después’. Simón Casas, fiel a su espíritu locuaz, ya ha hablado de recortes a los millonarios salarios de ciertos toreros. No estaría de más invocar cierta cordura y recuperar una premisa básica en cualquier negocio: hay que cobrar en función de lo que se genera. Más claro aún: el precio debe depender de la demanda. ¿O no?

Siguen cancelándose feria tras feria aunque hay empresarios –ahí está el sevillano José María Garzón- que estarían dispuestos a asumir la apuesta si hubiera el más mínimo resquicio favorable. Eso sí, el emergente gestor de plazas como Santander o Córdoba vuelve a advertir que todos los actores de la película deben dejarse algo en el empeño. No queda otra. Y hablando del complejo coso de Los Califas, en Radio Macuto se habla de cierto acontecimiento que, como todo, sólo podrá ser abordado en función de las medidas que nos tienen preparadas. Tiempos de pan llevar...