Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 16 ene 2019 / 11:52 h.
  • Momento del ‘Mano a mano’ de la Fundación Cajasol. / El Correo
    Momento del ‘Mano a mano’ de la Fundación Cajasol. / El Correo

El maridaje es recurrente pero va más allá de su propio tópico. Los toros y el flamenco, de alguna manera, son las dos caras de un mismo planeta que se vive pendiente de conceptos comunes: el ritmo, el compás, hasta esos duendes que rondan las voces de los cantaores de leyenda y los toreros mitificados que, como decía Rafael El Gallo, “tenían un misterio que decir”. El propio moderador del acto, José Enrique Moreno, insistió en la idea. Era la octava vez que se sentaban un flamenco y un torero en torno a estos particulares encuentros culturales ideados por el veterano periodista sevillano y vertebrados en torno a la organización de la Fundación Cajasol. El de este martes, además, iniciaba el camino hacia la centena: era el número 51 de una larguísima y variada serie que se inició hace más de una década. Este nuevo ‘mano a mano’ sirvió para volver a certificar esa simbiosis entre el cante y el toreo. No importó el frío meteorológico, derrotado por el habitual poder de convocatoria de estas citas. Y en las tablas esperaban un torero –Ginés Marín- y un cantaor de raza, Antonio Vargas ‘El Potito’.

La admiración de Ginés Marín por la trayectoria de El Potito, de alguna manera, había sido el germen de este vis a vis. Y fue Marín el encargado de abrir fuego evocando sus primeros compases en la profesión, aún muy recientes. Sólo han pasado seis años –advirtió Moreno- entre su debut sin picadores y su irrupción en la primera fila del toreo. “Cuando te metes en la vorágine de la profesión no lo ves tan rápido; te da la sensación de todo podría ir más aprisa”, reveló el joven matador nacido en Jerez.

El Potito y Ginés Marín: otra manera de fusionar toros y flamenco
Ginés Marín, José Enrique Moreno y El Potito. / El Correo

“Es que el toreo y el flamenco siempre han ido de la mano”, replicó El Potito, aludiendo a algunos nexos comunes. “Camarón quiso torear pero vio mejor camino a través del cante”. Un cante que es el hilo sonoro de la trayectoria del joven matador. “El flamenco me gusta, lo disfruto y en los momentos malos me sirve de consuelo y en los buenos de disfrute”, señaló Marín, reconociendo que las horas de viaje de plaza en plaza son acompañadas de esa banda sonora. “También lo oigo toreando de salón; sin darnos cuenta, la música está presente en nuestra vida y ver las cosas sin sonido y sin compás es verlas desde otra perspectiva distinta”, apuntó.

“Cuando el toro entra en la muleta es como un cante por bulerías”, insistió El Potito. En ese punto saltó un concepto común al toreo y el flamenco: el compás y el ritmo. “Se pueden hacer las cosas muy bonitas pero si no tienes ritmo es como una casa sin cimientos”, prosiguió el cantaor añadiendo que “es como un toro al que tienes que saber dónde lo citas y dónde lo paras”. Marín entró al quite: “El compás tiene que estar presente en cada muletazo. No sólo la faena necesita ese ritmo; cada toro te pide uno distinto y un debe saber acoplarse a lo que te pide en cada momento”.

A partir de ahí surgieron otras dudas, otros conceptos. ¿Qué es el temple?, preguntó José Enrique Moreno. “El temple es pararte en los cantes y depende de cómo salgas al escenario”, terció el cantaor. “Es saber estar en una plaza”, remachó El Potito que, como Marín, es de vocación precoz. “Yo me rodeaba de los viejos y siempre he estado con gente de más edad”, añadió el artista. “Decían que cantabas como una persona mayor”, insistió el moderador.

El Potito y Ginés Marín: otra manera de fusionar toros y flamenco
Ginés Marín y El Potito. / El Correo

“El primer contrato lo firmé en una servilleta de papel” recordó El Potito poniendo nombre a otras figuras del cante... “Le debo mucho a Camarón; fue el que me presentó a Pepe de Lucía y a partir de ahí se encaminó mi carrera”. “Cuando empiezas en el toro siempre estás rodeado de gente más mayor”, completó Ginés, un torero de Jerez recriado y formado taurinamente en Extremadura. “La escuela de Badajoz me aportó mucho, cada uno saca su propia personalidad pero es importante que los maestros sepan enseñarte las bases”, recordó el torero, poniendo en valor el papel de estos centros formativos en los que, a su juicio, “se da una educación taurina que va más allá de ser matador de toros y te permite ir por la vida de una manera distinta”.

En ese punto salió a la palestra un concepto fundamental: el del respeto. “Es la base fundamental; lo primero que te enseñan”, recalcó el joven torero que reconoció esas zonas de duda en la que se mueven todos los artistas. “En el momento en el que no salen las cosas te preguntas si estás siguiendo el camino correcto; uno no puede llegar a lo más alto imitando a nadie, tienes que defender tu propio concepto”.

“Hay que sentirse a gusto con lo que Dios te ha dado; el que lo tiene lo sabe”, añadió El Potito. “Antes de salir a hombros en Madrid había toreado en Sevilla pero las cosas no habían salido como esperaba. En todo ese tiempo pensaba si era capaz de cuajar un toro en una plaza importante. Tiraba de memoria y no encontraba ninguno, me entraban dudas pero ese día en Madrid lo logré y pude abrir la puerta grande”, completó el torero. “Yo iba a los estudios de grabación siendo sólo un niño y no asimilaba lo que tenía a mi alrededor”, señaló El Potito precisando que “el éxito puede masticarse mejor con un poco de madurez. Tener a Paco de Lucía al lado es lo más grande y, ahora, Vicente Amigo es uno de los artistas y las personas más importantes”, en alusión a su último trabajo discográfico.

“Camarón tuvo la varita mágica para absorber todo lo que se había hecho, poniendo la guinda del pastel de todo lo que se había hecho durante cien años; ha aportado muchas cosas al flamenco y por eso se canta hoy de esa manera”, señaló El Potito. Pero en el toreo también ha habido otros revolucionarios. Marín apuntó dos, y los dos de Córdoba: Manolete y El Cordobés. Casi nada...