Judo
La historia de amor que propició el bronce de Garrigós
El primer medallista olímpico español en París se marchará ahora a Tailandia y hará un curso de cocina junto a su pareja y también judoca, Ana Pérez Box
Un viaje a Tailandia y un curso de cocina. En ocasiones, la vida va de los pequeños placeres. Y de cuidar el amor. Ana Pérez Box, pareja de Fran Garrigós, primera medalla de España con su bronce en estos Juegos Olímpicos de París, ya podía pensar en el viaje. Sus ojos contenían la emoción ante lo vivido. No solo en el Campo de Marte, sino en lo que nadie vio.
Porque Fran Garrigós, el judoca que rompió una maldición que duraba 24 años en un deporte que no lograba un metal olímpico desde Sidney 2000, estuvo a punto de decir basta tras los Juegos de Tokio. «Se me pasó por la cabeza dejarlo... Sí. No sabía si seguir. Si merecía la pena tanto sufrimiento», repetía una vez colgado el bronce. Él conocía mejor que nadie el dolor de fallar a las expectativas. Era muy joven en Río, pero cuando en Tokio cayó en su primer combate, no lo asumió.
Lo vivió Manoli, la madre que acariciaba el pelo de su hijo y se negaba a separarse de él. Paco, el padre que no sabía ya a quién abrazar. Y Ana, también judoca, subcampeona del mundo y olímpica en Tokio, y que estudia para chef en Le Cordon Bleu. Fran, al que le gustan también los fogones, no se cansa de agradecer que siempre estuviera ahí en lo malo. Fue ella quien trató de tranquilizarlo cuando perdió la oportunidad del oro cayendo en la semifinal ante el que acabaría siendo el campeón olímpico, el kazajo Yeldos Smetov.
En la sala de calentamiento, media hora antes de la lucha por el bronce, Garrigós murmuraba. Taciturno. «Por un fallo», se repetía. Un pequeño error con el que se escurría el oro. «Pero yo le dije que se olvidara de todo. Que luego no se arrepintiese», continúa Ana. Su psicólogo, Pablo del Río, no se separaba. Y su entrenador, Quino Ruiz, que ha montado una fábrica de campeones en su dojo de Brunete, fue más allá en la explicación: «Yo me he cabreado mucho con él porque tiraba los bronces. Pero esta vez, que ni se le ocurriera. 'Te corto las pelotas si la tiras, es una medalla olímpica’». Quino no cabía en sí de orgullo. «Yo jamás les fallo». Se había cambiado el chándal de la mañana por el traje de la tarde. Intuía que Fran Garrigós haría historia. Ana suspiró: «Ahora, haremos un curso de cocina en Tailandia. Nos encanta».
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