Opinión | Tribuna

Azahar, mujeres y techo de cristal

Una mujer, bajo la túnica de nazarena, en una pasada Semana Santa

Una mujer, bajo la túnica de nazarena, en una pasada Semana Santa / Raúl Caro / Efe

De camino a recoger a las niñas de la escuela, un carajote removía las ramas de un naranjo rebosante de azahar. La calle olía de punta a rabo y el perfume nos dio un tortazo de categoría. En poco más de quince días, Andalucía volverá a convertirse en el referente del costumbrismo con estampas que, ¡ay!, a veces sólo nosotros entendemos.

«Las mujeres representan el 20% de las juntas de gobierno de hermandades de Sevilla», publicaba El Correo el domingo. Echando cuentas, de primeras resulta un porcentaje ínfimo para la realidad de las cofradías que se vive en el día a día de estas corporaciones. Una reflexión más profunda sí que ayuda a identificar unas estructuras de poder copadas por hombres de manera tradicional. El techo de cristal también existe en las cofradías andaluzas. En Málaga, con tres hermanas mayores actualmente, podría decirse que hay una pequeña grieta que permite superarlo.

Hagamos un ejercicio: repasemos las fotografías de los encuentros de presidentes de consejos, federaciones y agrupaciones de cofradías de Andalucía. Una mujer entre los responsables de las ocho capitales andaluzas. Esta es la punta de un iceberg en cuya base la mujer sí ha conquistado su terreno. Mientras en los 80 el papel de la mujer era poco más que «planchar túnicas y criar nazarenitos», hoy las hermandades andaluzas sustentan su base en torno a ellas. Porque las cofradías son un reflejo de la sociedad civil mucho más completo que el de la Iglesia. Aunque cercanas, son dos realidades bien distintas.

El debate sobre la mujer en las cofradías es tan amplio como otros que circulan en paralelo como el de los ateos en la Semana Santa o el del colectivo LGTBI en las estructuras cofradieras

Al papel secundario de las mujeres en las estructuras de poder cofrade podría unirse la presencia, igualmente en la base, de otros colectivos. Aprovechando que «¡Dolores, guapa!» está disponible en Amazon Prime -es decir, que ha llegado al gran público- quizá sea el momento de abrir las puertas y mostrar el crisol que es el universo cofrade.

Encerrados en nuestro parque natural, los cofrades entendemos la vida como la entendemos y hemos normalizado e interiorizado cuestiones que de puertas para afuera, entre el común de los mortales, son impensables. A poco que se rasque en la superficie (esa que ven los de fuera) se presenta una realidad mucho más colorida, completa e intensa. Por debajo de ese 80% de hombres en el poder hay una organización social digna de estudio.

Es en esa organización, informal y espontánea en muchas ocasiones, donde se refleja el verdadero papel asociativo de las hermandades en Andalucía. Un refugio, un ente social, una forma de entender la vida única e inexplicable. Porque, por más que nos afanemos, es inexplicable.

El debate sobre la mujer en las cofradías es tan amplio como otros que circulan en paralelo como el de los ateos en la Semana Santa o el del colectivo LGTBI en las estructuras cofradieras. Son debates que debajo de la primera capa de trajes y mocasines se tratan con naturalidad, con realismo, pero que de nudo de corbata para arriba difícilmente se muestran a la sociedad en general. ¿Y si el azahar que removía aquel carajote estuviera sirviendo para enmascarar el olor a cerrado?El debate sobre la mujer en las cofradías es tan amplio como otros que circulan en paralelo como el de los ateos en la Semana Santa o el del colectivo LGTBI en las estructuras cofradieras. Son debates que debajo de la primera capa de trajes y mocasines se tratan con naturalidad, con realismo, pero que de nudo de corbata para arriba difícilmente se muestran a la sociedad en general. ¿Y si el azahar que removía aquel carajote estuviera sirviendo para enmascarar el olor a cerrado?

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