Opinión | Política

Una crisis chiquitita

El presidente del Partido Popular Andaluz (PP-A) y de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.

El presidente del Partido Popular Andaluz (PP-A) y de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. / Francisco J. Olmo - E.P.

Juanma Moreno ha propuesto una crisis de Gobierno poco explosiva. Ha sido muy conservador y no ha querido ajusticiar a algunos responsables de cartera que pensaban que iban a pasarse el mes de agosto al sol. En lugar de eso, ha optado por una remodelación que no aparenta grandes cambios.

Quizá esta minicrisis ha acusado el hype de haber tardado tanto en hacerse. Las elecciones al Parlamento europeo, que eran la excusa para remover el Ejecutivo, fueron el 9 de junio y casi dos meses después ha hecho Juanma los cambios. Este retraso ha generado expectativas y especulaciones que no se han visto plenamente satisfechas con los movimientos anunciados. La salida de Pozo y García de Educación y Salud y su recolocación en Cultura y Sostenibilidad, por ejemplo, han dejado muchas preguntas sin responder. Son novedades interesantes, pero no revolucionarias, como el rescate de Rocío Hernández, que fue viceconsejera con Javier Imbroda.

Juanma ha sido muy amarrategui y quizá se echa en falta en San Telmo la figura de Elías Bendodo. Se ha hablado de él como el fontanero de Moreno, pero realmente, y ahora se ve más claro que antes, Bendodo era mucho más que un sencillo apagafuegos. Su capacidad para gestionar crisis, negociar con diferentes actores y mantener la cohesión del Gobierno era inigualable. Con su ausencia, Moreno ha optado por una línea continuista, que si bien asegura la estabilidad, deja un poco tibio el ambiente político (algo poco habitual con Bendodo).

Con Bendodo en Madrid, Moreno tiene que gestionar una mayoría absoluta que le durará, porque enfrente tiene a la peor oposición imaginable: rota y en descomposición. Pero se echan en falta actuaciones políticas concretas y mucho más directas para apretar el debate regional. El PP sabe que ahora mismo las tiene todas consigo, pero una figura como la de Bendodo no estaría de más para que los de Moreno pensaran en algo más que en sacudirse el fango hasta el próximo charco. Sin Bendodo, la estrategia del Gobierno andaluz parece más centrada en mantener el statu quo que en aprovechar la ventaja para impulsar reformas significativas.

El cambio de portavoz, por cierto, es muy llamativo. Mientras Bendodo servía para acariciar a Juan Marín y atizar a Juan Espadas, cambiar a Ramón por Carolina España parece un movimiento defensivo. Fernández-Pacheco, un tipo amable y poco dado a exabruptos, era un buen portavoz para una gobernanza tranquila; Carolina España es mucho más dura y seguramente el Gobierno de Moreno haya apostado por ella ante la más que cercana caída de Espadas y la llegada, quién sabe, de la ministra de Hacienda. Esta elección sugiere que Moreno espera tiempos más combativos y necesita una voz más firme y decidida para enfrentar los desafíos que vienen.

El cambio es conservador, pero quizá Juanma esté echando de menos haberse quedado sin su sombra política, Elías Bendodo, para diluirlo en Madrid. La remodelación refleja una estrategia de mantener lo que funciona y evitar riesgos innecesarios, pero también deja entrever una cierta nostalgia por la visión estratégica de Bendodo.

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