Opinión
Recuperar la calma
Con frecuencia, la furia me ha descabalgado, ha estado a punto de matarme
-La furia es como un potro sin domar. He pasado gran parte de mi vida a lomos de eso potro, agarrándome a sus crines, apretando los muslos contra sus flancos.
Salen estas palabras de un hombre mayor, casi un anciano, al que acabo de conocer en un cóctel. No creo haber propiciado un grado de intimidad que le permita esta descarga emocional, pero le escucho con educación, aunque con un gesto de distancia. Sigue:
-Con frecuencia, la furia me ha descabalgado, ha estado a punto de matarme. A veces pienso que salí del vientre de mi madre montado sobre ella. De bebé, más que llorar, aullaba. Mi madre era una mujer también llena de furia. Cuando su furia y la mía se cruzaban en el pasillo, la casa se convertía en un infierno.
-¿Y ahora qué? -le pregunto.
-Mi madre murió y se llevó parte de la furia. Logré doblegar la que quedaba a base de meditación y verduras. Sigo montado sobre ella, no he logrado bajarme, pero camina ya como una mula cansada.
El hombre se aleja para saludar a otro asistente, quizá para contarle la misma historia, y yo me quedo pensando en la cantidad de ira que hay suelta por el mundo. Yo mismo la he sentido, la siento aún. Muchas veces salgo a caminar para aplacarla. Si me agoto yo, se agota la ira. En el gimnasio suelo observar a un tipo que pedalea como un loco sobre la bicicleta estática. Pedalea con una ira inconcebible. No le interesa hacer cardio, ni músculos, solo quiere atropellar imaginariamente a aquellos a quienes no se atreve a matar en la realidad. La bicicleta estática es perfecta para eso. Si cierras los ojos puedes imaginar que vas por una acera llena de peatones a los que derribas alegremente. Cuando vuelves a abrirlos, sigues en el mismo metro cuadrado del que saliste y no has asesinado a nadie. Pero la calma ha regresado a tu espíritu. Gran parte de los sucesos del periódico son fruto de la furia individual o colectiva. Hay gente que no puede meterse en la cama sin haber bombardeado un hospital.
Abandono en cóctel antes de que termine y me voy a casa para cambiarme de ropa porque necesito caminar a buen paso una hora o dos horas.
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