Opinión | Mollete de calamares

Me suenas, pero es que yo no veo la tele

Un hombre ve la tele.

Un hombre ve la tele. / EFE

No tener tele es guay. Pero más guay es decirlo. Queda genial dejar meridianamente claro a quien te encuentres que no tienes tele en casa. Que pasas de la caja tonta porque no te interesa nada de lo que dicen. Que no ves noticias porque cuentan muchas mentiras. De un tiempo a esta parte, se multiplican aquellos que cuando me preguntan a qué me dedico y les digo que trabajo en televisión me contestan con un displicente: “Ay, perdona es que yo no veo la tele”. Lo peor es que esos son los menos. Son más los que se te quedan mirando en un bar y te dicen: “me suenas mucho” y cuando le contestas que quizás es porque me han visto en la tele te dicen: “ah, pues yo no veo la tele”. Pues muy bien, señor. Enhorabuena. Pero entonces, ¿de qué le sueno?

La realidad incuestionable es que, con 40 años que cumplo en unos días, pertenezco a la última generación criada al calor de la tele. Que nació cuando solo había dos cadenas, vivió siendo niño la aparición de las televisiones privadas y autonómicas, y ha visto, ya como profesional del medio, la aparición de la TDT, la televisión bajo demanda, y la plaga de las plataformas que producen más series y contenidos de los que uno puede digerir. Que vinieron al mundo como una revolución y han acabado haciendo lo mismo que la tele: o pagas mucho o te pongo anuncios. El mercado ha cambiado, también la manera de consumir televisión y sobre todo las preferencias de quienes son más jóvenes que yo. Estos últimos huyen de la televisión y verdaderamente prefieren otras vías para informarse o entretenerse.

Estos días se habla de Alvise y de cómo este mentiroso profesional, condenado varias veces por ello, ha conseguido más de 800.000 votos en las elecciones europeas. Sus mensajes falsos, su odio y sus proclamas corren como la pólvora en TikTok y en Telegram. El 77% de sus votantes tiene menos de 44 años. Gente, que no consume televisión convencional y que acude a plataformas donde no hay filtro, donde no se aplica un método periodístico con una mínima ética y deontología para elegir los contenidos que se publican.

En Youtube, en TikTok o en Telegram puedes decir que las vacunas sirven para implantarnos un microchip, que la mujer del presidente del Gobierno es transexual y traficante de drogas, que la Agenda 2030 nos obligará a comprarnos un máximo de 3 prendas al año y a no comer carne. Puedes decir todo esto porque las fuentes de las que beben no están sometidas a ningún control. Y no solo eso, sino que un endiablado algoritmo hará que cada vez veas más y más contenido de este tipo hasta que tu única fuente de información se convierte en una alcantarilla de desinformación. Así de simple y así de preocupante. Mientras llega el día en que mis propios hijos crean que la Tierra es plana, pensaré a qué dedicarme el día de mañana cuando todos los ciudadanos del planeta Tierra digan orgullosos: “Es que yo no veo la tele”.

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