Opinión | Elecciones en Reino Unido
La última cena de Rishi Sunak
Keir Starmer no es Tony Blair, pese a lo cual ha superado los porcentajes de su predecesor según los sondeos, en un triunfo que cabe atribuir por tanto al desmoronamiento de los Conservadores
La izquierda siempre es una excepción, o una usurpación según el historiador Gabriel Jackson. Sin embargo, la victoria de los laboristas venía garantizada en un Reino Unido de estirpe conservadora. El veredicto inusual estaba sellado de antemano. La ITV no es uno de los pseudomedios que anda olisqueando Pedro Sánchez para suprimirlos, pero esta semana tuvo la desfachatez de preguntarle a Rishi Sunak cuál sería su última comida como primer ministro. Es una ingeniosa manera de plantearle una condena a muerte solo pendiente de la ejecución. El reo ni se inmutó. La respuesta espartana fue «sandwiches». No faltarán conspiranoicos que atribuyan el descalabro que convierte al multimillonario en el primer jefe de Gobierno británico con su propio escaño en vilo a que los lunes ayunaba, por razones no religiosas.
La digitalización impone un periodismo categórico, donde cada acontecimiento no solo dispone de una explicación diáfana, sino también de un profesional capaz de descifrar sus claves. La semana del naufragio conservador se caracteriza por un inventario de los errores encadenados que han conducido al colapso tory. Esta voluntad enumeradora conduce al resultado estrambótico de que la derecha se ha desplomado porque ha sido demasiado radical, y a la vez demasiado tibia.
Sería más ajustado concluir que los Conservadores han caído estrepitosamente porque acumulaban catorce años consecutivos en el poder, que implican la sustitución obligatoria en cualquier régimen bipartidista. Si la secuencia Cameron, May, Truss, Johnson y Sunak establece un tiovivo incompatible con los estrictos cánones de la derecha tradicional, también cabe un análisis en sentido contrario. La derecha ha aguantado un plazo prudencial incluso desde la frivolidad más estridente. Y de aquí a catorce años no seguirán los Laboristas en el poder, ni con el improvisado Keir Starmer ni con ninguna otra configuración. No son mejores ni peores, simplemente ha llegado su hora. Es su turno.
La alternancia en la monarquía española se rige por ciclos similares, pero la polarización se traduce en un alineamiento que no existe en el vibrante panorama mediático inglés. La prensa de orientación tory es más cruel que las españolas con sus figuras caídas, con una escena que ha sido reveladora en los tres lustros de vigencia Conservadora. En octubre de 2022, el semanario ultraliberal The Economist auguraba a Liz Truss una brevedad comparable en Downing Street a la vigencia de una lechuga en el supermercado.
El tabloide Daily Star llevó la caricatura un paso más allá, y lanzó un streaming con una lechuga de la variedad iceberg colocada junto a una fotografía enmarcada de Truss. El mandato fue tan breve que la inconsciente primera ministra fue desalojada antes de que la verdura se hubiera mustiado, por lo que el periódico pasó a proclamar «vencedor» al vegetal sobre la política. Los Conservadores no sufrían una humillación similar desde que se popularizó el eslogan «¿Para qué sirve un John Major?» Estos precedentes resignifican la victoria aplastante de los Laboristas como un alivio para sus rivales. Por otra parte, la metáfora hortofrutícula impulsaría a Sánchez a decretar que The Economist y elDaily Star son pseudomedios irreverentes. Mientras tanto, Gran Bretaña proclama al también izquierdista Keir Starmer, una excepción socialdemócrata en un entorno dominado por depredadores ultramontanos.
En el primer párrafo de la biografía del nuevo primer ministro se leerá siempre que este fiscal grisáceo no es Tony Blair. Pese a su carencias, en el sondeo de cierre de urnas ha superado los porcentajes apabullantes del creador de la tercera vía, además de hijo adoptivo de Margaret Thatcher Dadas las limitaciones de Starmer, que el propio vencedor no se esfuerza demasiado por atajar, el fenómeno registrado en el Reino Unido es un desmoronamiento de los Conservadores, antes causado por la erosión temporal que por el cambio climático en que también se ve envuelto el planeta político. El Daily Telegraph recibió la nueva época con un mayúsculo «SUPERMAYORÍA», centrado de nuevo en el partido victorioso antes que en la figura que en teoría encabeza la marcha triunfal.
A partir de hoy viernes, y de confirmarse los sondeos que en el Reino Unido tienen una fiabilidad extrema por su elaborada cocción, Starmer no podrá refugiarse en el anonimato espoleado por la desastrosa gestión de sus oponentes. La caída de los Conservadores conlleva un deterioro sensible en la imagen bruñida de Oxford, dado que Simon Kuper retrató en Amigocracia la experiencia compartida en la legendaria universidad por las figuras más deslumbrantes de una década y media que ha tocado a su final, menos brillante incluso que su inicio en coalición.
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