Opinión | A compás

Bonobuses vs lamborghini, la Bienal no es para tiesos

Campaña de Tussam para la Bienal con Israel Galván

Días antes de la inauguración de la Bienal nos sorprendía la llamativa campaña puesta en marcha por la cita en colaboración con Tussam en la que se llama a “utilizar el transporte público para moverte por la Bienal” a través de dos originales vídeos en los que aparecen en una parada de autobús de un lado Arcángel y Esperanza Fernández cantándole a Sevilla y, de otro, un genial Israel Galván, ataviado con delantal rojo y clavel, haciendo compás sobre su cuerpo. Hasta que llega un simpático conductor que les reconoce y sabe a la perfección dónde dejarles.

El sueño del director de la cita, Luis Ybarra, y de cualquiera que ame el flamenco: que Sevilla entera sepa lo que está ocurriendo este mes en la ciudad durante su celebración.

Pasa, sin embargo, como también ha ocurrido recientemente con el polémico vídeo de la vuelta al cole publicado por el Ayuntamiento de Sevilla, que esta línea Bienal es una burda fantasía de quienes creen que el mundo empieza y termina en San Telmo, donde esperan los mencionados artistas de la grabación. La realidad es que para empezar tu Bienal con Tussam, como propone la campaña, y llegar a los teatros desde los barrios se tarda una media de 45 minutos y es necesario casi siempre hacer transbordo.

Por poner algunos ejemplos coger el 13 y el C2 si tu trayecto es de Pino Montano al Central; el 27 o el 22 y el 5 si vas de Sevilla Este al Teatro de la Maestranza; el 24 y el 2 y una hora de camino de Cerro-Amate al Auditorio de la Cartuja; y más de 20 minutos andando y otros 40 en bus desde Las Tres mil Viviendas al Teatro Alameda donde, por cierto, actúan referentes de allí como Emilio Caracafé y Raimundo Amador.

Campaña de Tussam de difusión de la Bienal de Flamenco

Claro que si lo que desean esos espectadores sevillanos del extrarradio (que es todo lo que se queda fuera de la muralla), a los que esta edición quiere dirigirse, es volver a casa ya no sólo será cuestión de paciencia, sino que directamente es imposible porque las últimas salidas están programadas en torno a las 23 horas, justo cuando arrancan los últimos espectáculos.

Las últimas salidas de autobuses están programadas en torno a las 23 horas, justo cuando arrancan los últimos espectáculos de la Bienal

Sinceramente, me indigna sobremanera que desde un festival pagado con dinero público y una empresa municipal de transporte nadie haya sentido siquiera el más mínimo pudor en anunciar esta iniciativa ficticia, clasista y hueca (¡dame likes y después gloria!). Sobre todo, cuando hubiese sido muy sencillo, y más serio, acompañar la acción de una decisión política, encaminada a “fomentar el uso del transporte público como el modo más sostenible para asistir a los eventos culturales que se celebran en la ciudad” y contribuir “a mejorar la accesibilidad y reducir los problemas que puedan ocasionar el tráfico que generan dichos eventos”, como se cita en la web de Tussam. Eso sí, ojalá el mensaje nos lo apliquemos todos y todas.

Los conciertos en el Estadio Olímpico tienen servicios especiales

Estoy segura que la afición hubiera agradecido más, y a mí particularmente me hubiera hecho bastante más gracia, si más allá de los vídeos se hubiera activado un servicio especial Bienal, como se hace durante la Feria de Abril, la Semana Santa o -tras muchas protestas- después de los conciertos del Estadio de La Cartuja o Fibes. De manera que, al menos, se ampliara el horario de las líneas que tienen parada en los espacios Bienal con el objeto, pongamos, de poder regresar sin tener que añadir al precio del espectáculo otros 15 euros de taxi o del VTC. Esto es, facilitar de verdad el acceso a la cultura y la movilidad cotidiana.

Me imagino también que se deben haber pagado pocas entradas cuando se decide programar hasta tres propuestas en un día, retrasando el horario de las del Teatro Central con el argumento de “el que quiera pueda asistir a todos”, como si los trabajos fueran siempre compatibles con ir al teatro entre semana a esas horas y cualquier bolsillo se pudiera permitir el atracón económico de estos 25 días.

Resulta bastante cansino el empeño con el que desde ciertos sectores se romantiza la vida del barrio o cómo, sin rubor ni decoro, reclamamos siempre la responsabilidad -aquí con el medio ambiente- a los más vulnerables. Aquellos que usan los patinetes eléctricos que nos parecen tan molestos porque no tienen otra alternativa de transporte cuando salen de sus trabajos precarios.

Resulta bastante cansino el empeño con el que desde ciertos sectores se romantiza la vida del barrio

De momento, confieso que he creado un grupo de whatsapp con otros compañeros de oficio al que he llamado Bienalcar para ponernos de acuerdo en los traslados e intentar que el gasto sea compartido. Y, mientras tanto, seguiré soñando con una Bienal más sensible y justa, de más bonobuses sí, pero también de más compromiso político y más conciencia social. De menos lamborghini sí, pero también de menos lecciones por parte de políticos de todos los colores que se creen que es moderno impulsar el transporte público a ritmo de trap sin que en la vida un conductor le haya cerrado la puerta en sus narices. Una Bienal, en fin, donde los tiesos también puedan decir ole. ¿Lo pillas?