Opinión | Tribuna

Un Estatuto zombi para la Universidad de Sevilla

Rectorado de la Universidad de Sevilla

Rectorado de la Universidad de Sevilla / Jorge Jiménez

Una de las cosas que hace especial la profesión de arquitecto/a es que construye cosas que perduran en el tiempo. Cuanto mejor arquitecto, más perduran sus edificios en el tiempo, nadie quiere destruirlos para construir algo nuevo, e incluso pueden llegar a ser tratados como obras de arte. Algo parecido ocurre con las normas fundamentales como las constituciones, perduran en el tiempo y cuanto más perduran más acierto tuvieron quienes las elaboraron en prever los cambios sociales con el paso del tiempo.

Los estatutos de las universidades son algo similar a las constituciones, son las normas fundamentales que rigen el quehacer universitario y deben permitir que las universidades sean capaces de afrontar los retos futuros sin necesidad de tener que readaptarlos una y otra vez. Un buen estatuto debe crear instituciones flexibles orientadas a promover la mejora sistemática de la formación universitaria, la excelencia investigadora y la transferencia del conocimiento a la sociedad para que ésta se beneficie del impulso que supone la innovación y el conocimiento.

Cierto es que los estatutos de las universidades no se crean de la nada. En España vienen precedidos de una ley orgánica que los enmarca. La previsión constitucional de su carácter orgánico nos da idea de la importancia que los y las españolas le dimos a la universidad tras el fin de la dictadura.

Un buen estatuto debe crear instituciones flexibles orientadas a promover la mejora sistemática de la formación universitaria, la excelencia investigadora y la transferencia del conocimiento a la sociedad

Pues bien, en España hemos tenido verdaderamente dos leyes orgánicas: por una parte, la LRU de 1983 del PSOE, que creó una nueva arquitectura de sistema universitario basada en departamentos, homologable internacionalmente, y democratizó la universidad por la vía de atribuir un gran peso al claustro; y por otra parte la LOU de 2001 del PP, que creó ANECA para adaptarnos al sistema de Bolonia, abrió el grifo de las universidades privadas y elimino el poder de los claustros en favor de los rectores y los Consejos Sociales, aunque lo compensó con la elección del rector por sufragio universal.

A esas dos leyes se suman dos reformas menores posteriores: por una parte la LOMLOU de 2007 del PSOE, que deshizo la metedura de pata que supuso el sistema de habilitación del profesorado de la LOU transformándolo en acreditación y que además recuperó la posibilidad de la elección del rector por el claustro; y ahora la LOSU de 2023 del PSOE y sus aliados, realizada por un ministro efímero promovido por los comunes catalanes, cuyo fin último ha sido permitir que las universidades catalanas, insumisas al sistema de acreditación ANECA, encuentren la vía de escapar definitivamente del sistema funcionarial, y que ha vuelto a cerrar la elección de rector por claustro.

No es momento este de hacer historia del estatuto de la Universidad de Sevilla en el marco de esas leyes, no obstante decir, que la Universidad de Sevilla, que participó en su día de manos de su rector en la negociación de la LOMLOU, fue la única que, aprovechando la reforma pactada, reinstauró la elección de rector por el claustro. Pero claro, como el claustro de la LOU era un cero a la izquierda, la vuelta a la elección por el claustro derivó en el sistema cesarista, o más bien faraónico dado el carácter dinástico adquirido, en el que aún vive la Universidad de Sevilla. Ese sistema faraónico ha degenerado en una gestión tipo “presidente de mancomunidad”, cuyo único interés es que la Universidad siga funcionando como está y en el que el rector se preocupa por mantener los beneficios del cargo y repartirlos a sus seguidores, procurando su reelección o que le suceda su delfín.

Como el claustro de la LOU era un cero a la izquierda, la vuelta a la elección por el claustro derivó en el sistema cesarista, o más bien faraónico

Fruto de este sistema llevamos casi dos décadas con la más absoluta falta de iniciativa transformadora, con rectores que adquieren sesgos absolutistas y con una comunidad universitaria adocenada, pasiva y en muchos casos temerosa, que renuncia a la transformación de la US, ante lo infranqueable de los muros del templo faraónico, y en la que los profesores y profesoras se acantonan en sus proyectos de investigación, en sus actividades docentes o en su promoción funcionarial.

Dada la situación, la reforma del estatuto debería ser un revulsivo de cambio, pero obviamente eso es imposible si quien controla la reforma del estatuto es el faraón. De hecho, si repasamos la reforma propuesta, no es que no exista ambición de cambio, lo que existe es una vuelta de tuerca más para reforzar la corte faraónica y anclar la universidad de su inane situación actual. Pongamos un ejemplo. Uno de los fracasos más estrepitosos de este rectorado ha sido la política de centros adscritos. Con esa política el rectorado ha abierto la puerta trasera de la US a dar títulos a los alumnos pudientes, que no tenían notas suficientes en la PEVAU y que han podido estudiar pagando. Esa política ha terminado en los tribunales y con la creación de universidades privadas. Aun así, no solo no se rectifica, sino que se profundiza en esa política de atribuir la competencia a cualquier órgano menos al claustro, que simplemente es informado, mientras el consejo social informa.

Llevamos casi dos décadas con la más absoluta falta de iniciativa transformadora, con rectores que adquieren sesgos absolutistas y con una comunidad universitaria adocenada

En esencia, el nuevo estatuto que se nos propone profundiza en la ausencia de control del rectorado por la comunidad universitaria vía claustro. Órgano este cuya actividad se reduce a la regulación básica y a alguna que otra función anecdótica - si no recuerdo mal en este mandato no ha existido ninguna reforma de reglamentos.

Frente a esa exclusión del claustro, el nuevo Estatuto sigue aumentando las funciones del rector y de su Consejo de Gobierno (se le han acabado las letras del abecedario para sus funciones), un sanedrín con más parecido a la democracia orgánica franquista por su sistema de extracción, y que es el único lugar en el que de verdad existe alguna posibilidad de incidir en la política universitaria, negociando el voto con el rector. No es de extrañar que los decanos y directores de centro, el principal grupo orgánico de la corte del faraón, se haya empleado a fondo en los últimos días por intentar conseguir más puestos es ese Consejo.

Para quienes estamos preocupados por hacer progresar a la Universidad de Sevilla en un mundo competitivo, este estatuto nace obsoleto, nace muerto.

Para quienes estamos preocupados por hacer progresar a la Universidad de Sevilla en un mundo competitivo basado en la producción científica de calidad, en la proyección profesional de los egresados y egresadas, y en la contribución al progreso social de su entorno, este estatuto nace obsoleto, nace muerto. Si alguien busca alguna novedad organizativa dinamizadora no busque, no la encontrará; si alguien busca una mejora del control económico y presupuestario en la US, no busque, no la encontrara; si alguien busca alguna norma para la distribución eficiente de los presupuestos y del personal, no la busque, no la encontrará; si alguien busca un reforzamiento de las instituciones que prestan las funciones docentes e investigadoras, no busque, no la encontrará; si alguien busca instituciones dinamizadoras que promuevan la colaboración institucional con universidades de prestigio internacional, no busque, no la encontrará; si alguien busca un sistema de incentivos a la excelencia docente e investigadora, no busque, no lo encontrará; ...

Por el contrario, si busca un sistema de proliferación del nombramiento de cargos a dedo para premiar a los cortesanos, busque y lo encontrará

Por el contrario, si busca un sistema de proliferación del nombramiento de cargos a dedo para premiar a los cortesanos, busque y lo encontrará; si busca un sistema para restringir que haya candidaturas a rector, busque y lo encontrará; si busca un sistema para abrir puertas traseras para que pagando su hijo o hija pueda tener un título de la US en una carrera para la que no tenía nota de acceso, busque y lo encontrará; si busca más democracia orgánica, no se preocupe la encontrará en cada página; ...

Este Estatuto, que en algún aspecto creo ilegal, no proyecta al futuro a la US sino que lo ahoga enrocándose en perpetuar una organización obsoleta. Ojalá, quien sea el próximo rector de la US asuma una visión de cambio y nos embarque en una reforma real del Estatuto para afrontar el futuro y alumbrar el progreso de nuestra institución.

Mientras tanto, algunos intentaremos introducir enmiendas para que, durante la tramitación de este abyecto proyecto, pongamos en el debate las cuestiones relevantes y que los miembros del claustro se piensen si de verdad este edificio condenado a ser derruido, este “estatuto zombi”, debe ver la luz.