Opinión | 125 aniversario de El Correo de Andalucía

Dirigir El Correo de Andalucía, un privilegio que algunos pagaron con la cárcel

Un periódico que sobrevive 125 años solo puede tener un secreto: periodismo. No hay recetas mágicas ni algoritmos prodigiosos que permitan a una cabecera cumplir años en buena forma

Portada de El Correo de Andalucía el 4 de diciembre de 1977. / El Correo de Andalucía.

Entre todas las portadas míticas que ha dado El Correo de Andalucía hay una que siempre me ha anudado el estómago. El golpe necesario para no olvidar nunca la responsabilidad que tiene un periodista. 1 de abril de 1975: el periódico dedicó toda su primera página de portada a la detención de su director. Tituló con grandes caracteres: “Nuestro director, a la cárcel”. Añadía: “Don Federico Villagrán fue detenido por mandato del Tribunal de Orden Público”.

Con una gran foto del director detenido y la del subdirector que quedó en funciones, José María Requena. El decano de la prensa sevillana tenía que medir su información. Se limitaba a constatar que esta detención había causado “honda consternación” en la redacción, donde el director contaba “con unánimes simpatías y muy sinceros afectos”.

Dos funcionarios de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla, por orden del Juzgado de Orden Público, se habían personado la tarde antes en su domicilio particular. Nadie le comunicó oficialmente el motivo de la detención pero no era difícil suponer que estaba relacionada con una noticia publicada el 25 de marzo, que informaba del desembarco de 7.000 norteamericanos en edad militar en la base naval de Rota y por la cual el director de El Correo fue expedientado. Fue a la cárcel por cumplir con su deber de informar.

Este periódico, que el martes celebra en la Fundación Cajasol sus 125 años de historias, ha dado muchas exclusivas a lo largo de su vida, ha puesto el dedo en muchas llagas, ha desafiado al poder en muchas ocasiones. Se implicó de forma directa en la pelea de Andalucía por tener una autonomía de primera, en pie de igualdad con las llamadas a jugar en la primera división. Se sumó a la voluntad del pueblo andaluz de quebrar esa idea de una España a dos velocidades, de ricos y pobres.

Un máster de periodismo

Bucear en la hemeroteca del decano de la prensa sevillana es un máster impagable de periodismo. Una manera de reconciliarse con una profesión que ha cambiado mucho pero que si quiere sobrevivir no puede perder su origen: “Ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni una sola letra de las que en él se publiquen dejen de encaminarse a la defensa de la verdad y de la justicia”. Lo escribió el fundador el 1 de febrero de 1899 y ese espíritu del Cardenal Spínola sigue vivo en la redacción 125 años más tarde.

Rastrear el pasado de este periódico es también una cura de humildad. Audaces y comprometidos fueron quienes animaron a las sevillanas a pelear por su derecho al voto el 19 de noviembre de 1933. Un feminismo militante, una pelea por la igualdad, sin siglas partidistas ni adscripciones partidarias. De esto hay muchos ejemplos en la vida de un periódico que ha tenido altibajos, cambios de manos en su propiedad, momentos de esplendor y otros de decrepitud, pero que siempre ha resistido por su compromiso firme y decidido con el periodismo.

Autenticidad y servicio público

Con luces y sombras, El Correo de Andalucía es un superviviente. No es una franquicia, ni una marca, ni una sucursal sino uno de esos periódicos que han vivido pegado a la vida de los barrios, los pueblos y la gente. Un medio de la calle, de los ciudadanos, de los sevillanos y de los andaluces. Autenticidad y servicio público. El Correo es de la gente y por eso nos han recibido en esta nueva etapa, de la mano de Prensa Ibérica, con curiosidad, con expectación y con cariño, con mucho cariño.

Estamos convencidos de que la nueva página que escribimos en su historia será fiel a los principios del periódico desde su fundación. Nos ampara un grupo editorial serio y solvente, con respeto por el periodismo con mayúsculas.

Cantera del oficio

Este periódico ha sido además durante muchos años la mejor cantera de periodistas de Sevilla y, con permiso, de Andalucía. Cuando no había facultades, el periódico ya enseñaba el oficio. Cuando la universidad empezó a darnos títulos, la mejor beca era la de El Correo.

Quienes nos hemos hecho periodistas en esta cabecera sabemos que ni es fácil ni agradecido pero merece la pena. En las redacciones ya no hay humo, ni efluvios de alcohol, afortunadamente, pero hay una vocación viva, por la que muchos seguimos pensando que este es el oficio más bonito del mundo. Las nuevas generaciones ya tienen claro, afortunadamente también, que esto no es un sacerdocio sino una profesión. Eso no le resta ni un ápice de emoción a la tarea de hacer un periódico cada día. Las noticias siguen quemando en las manos, la emoción aflorando ante una exclusiva, las risas son compartidas y los sinsabores, también. 125 años después, venimos a seguir haciendo lo único que sabemos hacer, periodismo.

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En esta época compleja, crispada y polarizada, de trincheras, noticias falsas, bulos, clikbaits, debates sobre la censura o no en los medios, sobre las injerencias de políticos y gobiernos, sobre el control de los poderes económicos, sobre la dictadura de las redes sociales y los agregadores de contenidos, lo más bonito de tener sobre nosotros el peso de esta cabecera histórica es que te recuerda cada día que, digan lo que digan, también eso pasará y el periodismo sobrevivirá. No hay enemigo lo suficientemente poderoso. Bienvenidos a un periódico con pasado, presente y, sobre todo, mucho futuro.

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