Opinión | Generalitat Valenciana

Un militar, copresidente

El teniente general Francisco Gan Pampols en imagen de archivo. / EP

Como la mayoría de ustedes, no conozco al teniente general en la reserva José Gan Pampols, nombrado vicepresidente para la reconstrucción de Valencia por Carlos Mazón, más allá de las reseñas sobre su biografía que inmediatamente se han publicado. Algunos dan por hecho que el nombre de este catalán de 66 años ha sido propuesto desde Madrid por Alberto Nuñez Feijóo y otros lo achacan a una apuesta al borde del precipicio de Mazón pero, respecto a lo que de verdad importa, no albergo a priori ninguna duda sobre su capacidad para resolver con éxito la colosal tarea a la que se enfrenta. Primero, porque hace décadas que el Ejército español vivió una profunda renovación que ha hecho de sus oficiales profesionales altamente cualificados. Segundo, porque su expediente habla por sí mismo, algo que desgraciadamente no ocurre siempre que alguien accede a un cargo de relevancia en la Administración. Tercero, pero también muy importante en tiempos de polarización, porque exconsellers tanto del PSPV como de Compromís que tuvieron en alguna ocasión que trabajar con él en la etapa del Botànic, cuando Gan Pampols estaba al frente de la base de Bétera, lo definen como “eficaz, trabajador y serio”. Ahí, en esa relación anterior con quienes están hoy en la oposición, tiene el nuevo vicepresidente otra pista de aterrizaje.

No tengo, pues, nada que objetar a lo que en los círculos de poder valencianos y madrileños se ha calificado de “fichaje potente”. Hace tiempo, además, que la presencia de miembros de las Fuerzas Armadas,  una vez colgado el uniforme, en listas y cargos muy destacados de todos los partidos, desde Podemos a Vox, está normalizada. Pero sí cabe señalar, en medio de circunstancias tan excepcionales como las que atravesamos, que el mensaje político que con este nombramiento se envía es, cuanto menos, delicado: demostrada la ineptitud de los civiles, que venga un militar. Habrá que llevar mucho cuidado con la deriva de ese relato.

Gan Pampols tiene ante sí una tarea hercúlea. No sólo en términos materiales, que por supuesto. Va a tener que trabajar en una situación límite. Pero no es una situación bélica. No hago esta aclaración porque él sea un militar. Sino porque se está utilizando con profusión, como metáfora de la devastación que ha supuesto la DANA, la comparación de Valencia con un escenario de guerra. Pero en un teatro de operaciones armadas no hay sociedad civil (salvo las ONG), ni muchas veces Administración o Estado, ni partidos en pugna democrática entre ellos, ni opinión pública libremente expresada. Y este no es el caso. Es, si me apuran, el contrario. Y es verdad que todo está exacerbado, pero también que es necesario reabrir líneas de comunicación y colaboración cuanto antes.

La figura de Gan Pampols va a ser la clave de bóveda. Con un presidente de la Generalitat en sus horas más bajas, enfrentado con todo el mundo (incluido el Ejército) dentro y fuera de su partido, así en Madrid como en Valencia; con un jefe del Consell, digo, con la credibilidad gravemente erosionada ante la ciudadanía, será el nuevo vicepresidente el que tendrá que restablecer los puentes con el resto de partidos, con el Gobierno de España, con las instituciones, en suma. Y recuperar la confianza de la sociedad.

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Aparentemente, Mazón ha dado a Gan Pampols plenos poderes. Más de los que tuvo nunca un cargo como el que el teniente general va a ostentar en esta Generalitat. Poderes, no sólo en el ámbito de su departamento, sino de forma transversal en todo el Consell, en lo que no deja de parecer una dimisión en diferido del propio Mazón o, como mínimo, una notable cesión de sus  competencias. El Palau, hasta ahora el bunker desde el que todo se hacía y deshacía, no tiene más remedio que repartir juego una vez demostrado el fracaso de un sistema cerrado como ese. Y es que, de facto, Mazón no ha nombrado un vicepresidente, sino un copresidente, sin experiencia política ni conexión con el PP valenciano, pero especializado en mandar. Veremos cómo funciona ese duunvirato.