Los medios y los días

La «maldición» de la Sevilla ilustrada

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12 ene 2021 / 04:00 h - Actualizado: 12 ene 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Un científico en un laboratorio. / EFE
    Un científico en un laboratorio. / EFE

A veces me entero de la existencia en Sevilla de esas mentes que necesita la ciudad para salir del atraso en que todavía se encuentra. El pasado domingo Juan Luis Pavón nos ofrecía una entrevista con el profesor José María Delgado García, fundador de la División de Neurociencias en la Universidad Pablo de Olavide (UPO). La UPO se mueve a bastante mayor velocidad que la US, como es joven ha sabido aprender de los defectos de los viejos monstruos que avanzan con lentitud pasmosa, siempre he pensado que un buen toque de la mentalidad de la empresa privada no le vendría mal a la empresa pública y a fin de cuentas tanto la UPO como la US son eso, empresas públicas.

Descubro de cuando en vez grandes talentos en Sevilla, están dedicados en cuerpo y alma a su trabajo y como no desarrollan relaciones públicas ni están en la pomada política, periodística o folklórica de la ciudad, permanecen en la sombra y ningún político echa mano de ellos porque ni los conocen ni si los conocieran se fiarían de personas así, libres, que dicen lo que estiman oportuno porque no le deben su comida a nadie, he ahí una de las claves del retraso de Sevilla: su desprecio y su ignorancia de lo ilustrado y su amor al clientelismo, aún no nos hemos librado de eso ni de que alguien tenga que decir lo mismo que dijo Bécquer a sus amigos en la primera mitad del siglo XIX: vámonos a Madrid para ser alguien.

En los años 70 fui a entrevistar para el semanario Tierras del Sur -que dirigía el cura José María Javierre, director que fuera también de El Correo de Andalucía- a Manuel Losada Villasante y cuando me presenté en su laboratorio no daba crédito a la visita de un periodista, lo primero que me preguntó fue que cómo era que lo conocía. Ahora me alegro de que sea una persona célebre a pesar de que no me convenzan los que respaldan el premio que lleva su nombre. En otra ocasión entrevisté para Abc al profesor Enrique Vallespí, completamente ignorado también a pesar de que había dedicado toda su vida a investigar el paleolítico en las terrazas del Manzanares y en las del Guadalquivir, entre otras muchas actividades. Su despacho estaba lleno de pequeños sacos blancos que contenían restos paleolíticos, encima de su mesa había puntas de flecha y otros utensilios de la Edad de Piedra, aún me arrepiento de que me diera vergüenza de haberle pedido alguno de aquellos objetos para tenerlo en mi casa y venerar mi pasado como especie.

Cuando estudiaba COU mi profesor de literatura, el novelista y poeta José Luis Ortiz de Lanzagorta, nos trajo al pianista flamenco José Romero. Nos situamos alrededor de su piano y a mí aquel sonido y aquel virtuosismo me supieron a gloria. Nunca olvidaré aquella tarde y lamento que Sevilla se haya olvidado de los dos, de Lanzagorta y de Romero. Pero, claro, si también ha olvidado a Blanco White, Alberto Lista o Amalio y sus 365 óleos donde retrata a la Giralda –“despreciados” varias veces a pesar de mi insistencia personal con los concejales de cultura de Monteseirín, primero, y de Zoido, después- cómo se va a centrar esta ciudad en los demás. Ahora se ha puesto de moda Manuel Chávez Nogales, menos da una piedra, el hombre llevaba ochenta años por lo menos en el olvido, siendo uno de los grandes periodistas de su tiempo. Tenemos a Manuel Machado y a Diego Martínez Barrios arrinconados también.

Una de las causas de todas estas marginaciones la señaló con acierto el profesor José María Delgado al final de la entrevista con Juan Luis Pavón cuando el periodista le preguntó sobre la ciencia y la evolución de la sociedad sevillana: “la presión religiosa produce efectos limitantes al inducir hacia una concepción de la vida un poco anticuada que limita el potencial de desarrollo”. Este hecho se extiende a otros campos de la actividad humana y del conocimiento, no voy a negar la relevancia de la religión y todo lo que supone para el desarrollo espiritual del ser humano -defiendo la necesidad de su obligatoriedad en la enseñanza- pero no puedo ignorar otros de sus efectos, el principal de ellos lo acaba de citar mi colega de la UPO quien también se refirió a las trabas burocráticas en la investigación, asunto al que le echaré de comer aparte.