Israel y Hamás se enfrentan de forma brutal, directa y a los ojos del mundo entero. Las imágenes que llegan desde esa zona del mundo son más que preocupantes. No hay que olvidar el estado de eterno desequilibrio de la zona, algo que podría empeorar en pocas horas dado que la actividad de las partes ha entrado en un intercambio de violencia que va a más.
La comunidad internacional está obligada a presionar para que el elevadísimo nivel de violencia se rebaje. Y es el presidente norteamericano, Joe Biden, el que tiene que ponerse al frente y tratar de encauzar la situación.
Bloquear la Puerta de Damasco en Jerusalén, los enfrentamientos de la policía en la Plaza de las Mezquitas o el desalojo de familias palestinas del barrio de Sheij Yarrah, son las razones más notables por las que se ha llegado a una situación que podría desembocar en una guerra que podría afectar a la estabilidad internacional. Por supuesto, el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás es intolerable y ha servido de detonante definitivo.
El conflicto es viejo aunque el actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha intensificado la discriminación y la presión sobre el pueblo palestino. Así, los unos cegados por una política que centra sus peores aristas sobre los palestinos, y otros desesperados al ver que la situación no parece tener fin, hace que el conflicto sea preocupante.
El enorme problema es, ahora, poner un punto de cordura en todo esto y que Mahmud Abbas, líder palestino que no termina de estar legitimado por los suyos dada su fragilidad, y Benjamín Netanyahu, sepultado por sus problemas judiciales y políticos, se sienten y negocien.
Es necesario por el bien del mundo entero.