El peligro de los extremismos

La xenofobia, el racismo, el clasismo, el odio y el supremacismo, han encontrado un espacio, que crece cada día, en las sociedades actuales. Hace quince años esto era algo que parecía impensable puesto que las experiencias que la humanidad vivió en el siglo XX eran tan duras y tan definitivas que se entendían como diques ciertos que contendrían movimientos perversos por siempre jamás. Pero no ha sido así; al contrario, ese ‘veneno’ al que se refería Angela Merkel tras los tiroteos que acabaron con la vida de once personas en la localidad alemana de Hanau; un ‘veneno’ que parece que va extendiéndose sin que nadie sepa poner freno.

Los extremos en política siempre dibujaron mapas de dolor y muerte. El fascismo y el nazismo fueron demoledores y el daño que causaron no se puede comparar con casi nada; solo con el reguero de muerte y sufrimiento que trazo la represión comunista en Rusia y China, principalmente. Y es en épocas en las que la economía causa estragos en las clases más desfavorecidas y destroza las clases medias cuando los populismos triunfan con su discurso vacío y mentiroso; y es en épocas en las que los movimientos migratorios y de incertidumbres a corto plazo en cualquiera de los sentidos posibles cuando la extrema derecha aprovecha los miedos bloqueantes en las sociedades para asentarse y generar violencia, desigualdad e injusticia.

Que el asesino de Hanau hablase en su vídeo del «odio a los extranjeros y a los que no son blancos» se convierte en paradigma y permite entender el problema que ya es cierto y está asentado en nuestra sociedad. Los políticos tienen una enorme responsabilidad y es obligado que tomen medidas urgentes para abordar el problema lo antes posible. No se pueden repetir los capítulos más vergonzosos de la historia de la humanidad. Hay que erradicar este problema lo antes posible.