La Recogía

Tarde taurina bañada en oro para celebrar la Coronación de la Piedad

La Virgen de la Piedad Cornada llenó Sevilla de azul baratillero en una procesión marcada por el buen gusto y un intenso calor

Vídeo: Llegada de la Piedad del Baratillo ya coronada al barrio de Triana

Jorge Jiménez

Pablo García Torrejón

Pablo García Torrejón

A las cinco de la tarde. Cuando Federico García Lorca escribía el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, lejano parecía el 14 de septiembre 2024. Un sol escondido entre las nubes ayudaba a mantener a raya la temperatura mientras la Agrupación Musical juvenil de los Gitanos emprendía el camino delante de la cruz de guía.

Poco más de media hora fue lo que tardó en salir un extenso cortejo de cinco tramos de cirios y unas cincuenta representaciones que acudieron invitadas. En la presidencia figuraban distintos hermanos mayores, hermanos sacerdotes de la corporación y baratilleros ilustres como un emocionado Joaquín Moeckel, promotor principal de la Coronación Canónica de la Piedad.

El paso, exornado con un espectacular monte de claveles rojos, apareció bajo la puerta que representa el nacimiento de Cristo, una alegoría de la vida justo encima del misterio que representa la muerte. La ya coronada Virgen de la Piedad contó con los sones Sociedad Filarmónica del Carmen de Salteras que interpretó el Ave María del ruso Vladimir Vavilov, seguido de un repertorio propio de la Hermandad del Baratillo.

Luz y color en el Ayuntamiento

Pasada las seis y media de la tarde, el magnífico conjunto de la Piedad llegaba a la Plaza Nueva. El Consistorio vestía sus mejores galas con grandes cortinas rojas y reposteros con el escudo de la ciudad. Antes de llegar a la altura de la corporación municipal presidida por el alcalde, José Luis Sanz, el paso era recibido por una alfombra de sales coloreadas que rezaba “Reina Coronada de Piedad”, lema de esta efeméride.

El Ayuntamiento regala a la Hermandad un cuadro conmemorativo de esta jornada histórica.

El Ayuntamiento regala a la Hermandad un cuadro conmemorativo de esta jornada histórica. / Jorge Jiménez

A sones de un repertorio clásico y muy cuidado por la hermandad con autores como Uralde, Braña o José De la Vega, el cortejo avanzaba con cierta parsimonia por las calles del Arenal. Las calles Barcelona, Castelar, Gamazo… se antojaban como marco imponente para una procesión que comenzaba a acumular cierto retraso sobre el horario previsto por la corporación baratillera.

La oscuridad de la Carretería

Conforme avanzaba la tarde, el público aumentó considerablemente debido a una cierta brisa que invitaba a ver la procesión de forma más cómoda. Este aumento se vio reflejado a partir de la siempre coqueta capilla del Real de la Carretería, acogía a la Piedad con las últimas horas de la tarde, casi en el ocaso. A sones de El Mayor Dolor de Daniel Albarrán, la Piedad se ponía frente al imponente crucificado de Ocampo y la Virgen de la Luz Gloriosa, titular primitiva de la hermandad de los toneleros. Una estampa única entre dos corporaciones hermanadas.

Sería en torno a las nueve de la noche cuando saldría de nuevo de la capilla carretera para buscar otro de los puntos de interés de una noche que se antoja larga, primero la Real Maestranza de Caballería, unida intimamente a esta hermandad, y posteriormente el barrio de Triana, en una de las estampas que quedará para el recuerdo de los cofrades de la ciudad, para regresar, ya por último, al barrio del Arenal bien entrada la madrugada de este domingo tras horas de gozo.  

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