Morante, el gran ausente

El diestro de La Puebla, que no podrá estar en Valencia ni Santander, se ha visto obligado a cortar de nuevo su campaña aquejado de fuertes molestias en la muñeca derecha

Morante, el gran ausente / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

La retransmisión televisiva de la corrida de San Fermín, el pasado día 11, hizo evidente el esfuerzo que había hecho el torero de La Puebla para reaparecer en el inmenso embudo pamplonica. Morante no podía ocultar las molestias de su muñeca derecha que arrastraba desde la cogida de Vilafranca de Xira, una semana antes. Esa misma lesión ya le había obligado a desistir de cumplir algunos contratosantes de acudir al trascendental compromiso de la Feria del Toro. Pero aquella tarde se complicó todo y tuvo que marcharse directamente al Hospital Universitario de Navarra para calibrar el alcance de la dolencia.

Morante fue diagnosticado de una especie de esguince de muñeca –rotura de fibrocartílago triangular y lesión del ligamento escafo-semilunar- y, pese a sus esfuerzos para torear, –sometido a intensas sesiones de fisioterapia- no podrá hacer el paseíllo en Valencia, este mismo viernes, ni podrá cumplir con los dos bolos que le conferían el carácter de diestro base en la feria de Santander. Resumiendo: la temporada vuelve a quedar coja, remendada con parches.

El objetivo está puesto ahora en la feria de San Ignacio, en la coqueta plaza de Azpeitia. Está anunciado el primero de agosto. A partir de ahí tiene firmados otros compromisos en plazas en las que se les espera como agua de mayo. Ahí está el de las Colombinas de Huelva, el día 5 de agosto, o el del Puerto de Santa María en la jornada siguiente. Pero conviene recapitular para ubicar las ausencias intermitentes del genio de La Puebla que han descabezado la yema de una campaña en la que arrasa Roca Rey.

De Badajoz a Vilafranca de Xira

Morante ya había sido cogido el día de San Juan en la plaza de Badajoz sufriendo un tremendo traumatismo en la caja torácica y aunque el diestro de La Puebla pudo culminar su faena visiblemente dolorido no llegó a pasear el trofeo que había cortado, pasando directamente a la enfermería. Tuvo que ser trasladado al centro pacense Clideba Quirón para que se le localizara una “fractura no desplazada en séptimo arco costal izquierdo, sin signos radiológicos de neumotórax” que aconsejaba reposo y la ausencia de esfuerzos físicos.

Al día siguiente tenía que haberse reencontrado en Alicante con los toros de Victorino Martín en un cartel atípico, acompañado del sevillano Pablo Aguado, que se estrenaba con los antiguos ‘albaserradas’. Pero tuvo que esperar al primero de julio en Zamora para volver a vestirse de luces; y lo hizo en plenitud. Sin solución de continuidad, a los dos días, estaba anunciado en el ruedo portugués de Vilafranca de Xira. Después de parar a su segundo, dando un capotazo hacia las afueras, el toro no obedeció metiéndose debajo del engaño y propinándole un fortísimo golpe del que salió visiblemente dolorido. La primera preocupación era la fractura de costillas pero el verdadero problema, de mayor alcance, estaba en su muñeca. La misma que, después de forzar la máquina en Pamplona, le mantiene aún en el dique seco.

Morante con el rabo que cortó el pasado 26 de abril en la Maestranza. Foto: Arjona-Pagés

Protagonista de la temporada

El rabo diferencial cortado a un toro de Domingo Hernández ha marcado un hito en la historia contemporánea de la plaza de la Maestranza, en la propia trayectoria del torero y en el devenir de una temporada que no podría entenderse sin ese recital que fue la guinda de una feria histórica en la que el diestro cigarrero, más allá de ese éxito incontestable, marcó varias cumbres inalcanzables.

En realidad era su quinto o sexto recital en tres temporadas consecutivas marcadas por aquel faenón emocionante al toro de Juan Pedro en la atípica feria de San Miguel que condensó la temporada 2021 en la plaza de la Maestranza y los máximos trofeos que ya están en la historia del coso sevillano desde el pasado 26 de abril. En medio hay que recordar las tres grandiosas faenas de 2022 –a sendos toros de Núñez del Cuvillo, Garcigrande y Matilla- y la preparación artillera de este mismo 2023, en el que antes del rabo ya había sublimado el mejor toreo con otra corrida de Matilla, el día que se encaró con el palco.

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Sea como sea, la eventual ausencia de Morante de la Puebla vuelve a causar un inmenso vacío en el desarrollo de una temporada que no se entiende sin su nombre. El Morante pos covid es el mejor de su vida y ha sabido sumar la inmarcesible calidad de su toreo –crisol de la propia historia de la tauromaquia- a una envidiable regularidad que le ha permitido sembrar aquí y allí en tres campañas consecutivas que tendrían una lectura muy distinta sin el aura del matador cigarrero que, con más de un cuarto de siglo de alternativa a sus espaldas, está siendo inmune al evidente desgaste que lastra a gran parte de la crema de un escalafón un punto ajado. No sabemos aún si Morante podrá vestirse de torero en Azpeitia o tendrá que retrasar algunas fechas más el momento de asomarse a un patio de cuadrillas. Su presencia, en cualquier caso, es más que necesaria.

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