Morante, la materialidad de un misterio

Lutgardo García y José María Jurado García-Posada glosaron el libro ‘Por qué Morante’ del escritor madrileño Paco Aguado en un acto celebrado en la Casa del Libro el pasado lunes

El autor, los poetas y el editor en el acto celebrado el pasado lunes. Foto: El Paseíllo

El autor, los poetas y el editor en el acto celebrado el pasado lunes. Foto: El Paseíllo / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

La Casa del Libro de la sevillana calle Velázquez acogió el pasado lunes la presentación del libro ‘Por qué Morante (antes y ahora)’ escrito por Paco Aguado y editado por ‘El Paseíllo’, el sello literario y taurino que comandan al alimón David González y Fernando González Viñas que, a un año exacto de su puesta en marcha, ya ha alumbrado una amplia baraja de títulos que ubican el mundo del toreo en el ámbito de la mejor cultura. La obra de Aguado ya había sido diseccionada por el propio autor en estas mismas páginas digitales brindando unos cuantos titulares y algunas llamadas a la reflexión.

Pero el acto del pasado lunes –tan íntimo como fascinante- escondía otras claves al dar voz a Lutgardo García y José María Jurado García-Posada, dos poetas –“inteligencia fina de esta ciudad”, los definió David González- que contribuyeron a levantar el retrato literario del torero de La Puebla, “normalizando la literatura taurina en las librerías” tal y como apostilló el editor que presentó el evento asegurando que el interrogante que plantea Paco Aguado “ya se explicó en la pasada Feria de Abril pero necesitaba ser puesto en palabras”. Los dos escritores –degenerando, como el banderillero de Belmonte- se ganan los jurdeles en la medicina y la ingeniería pero apuntaron varias claves maestras para completar el halo y la estela del diestro cigarrero, un torero que tal y como apostilló Lutgardo “nos recuerda en cada lance el sentido sagrado de la lucha con el toro”.

Lutgardo García analizó la actual etapa vital, artística y creativa de un Morante al que prefiere contemplar “en la plenitud mozartiana de Joselito El Gallo” más que en los momentos “de histrionismo y propensión al disfraz”. Al intimista poeta sevillano le interesa el “discurso artístico” del torero, oficiante de un rito hermoso y remoto que sitúa en el territorio de la leyenda “porque es lo único que nos queda de una sociedad rural tendente al romance” afirmando que el toreo de Morante tiene “más de liturgia que de oficio”.

“Morante no es Dios pero viene a ser el profeta de una religión callada”, añadió Lutgardo García señalando que “nos hace entender el heroísmo de un hombre que se ha impuesto a sus propias cornadas espirituales” antes de subrayar la génesis taurina del propio torero, “una de las últimas figuras nacidas del pueblo” al que definió como “una más de las Esperanzas de Sevilla” el mismo día que se celebraba la fiesta de la Expectación. Pero nos quedamos con una frase -sería mejor definirla como verso- que trazaba maravillosamente la cadencia del toreo de José Antonio Morante Camacho al que el poeta dibujó lanceando “con la delicadeza de un coleccionista de mariposas”.

El torero como misterio

Era el turno de José María Jurado García-Posada que apuntó en la misma dirección afirmando que “el toreo de Morante nos conecta con valores muy profundos que salvan la tauromaquia”. “Morante vive en otro mundo, en otras coordenadas muy precisas” añadió el poeta soleano ubicándole en su onírica finquita de la Huerta de San Antonio, en las mismísimas orillas del Guadalquivir, en la que ha recreado su propio imaginario sensorial, empezando por ese escritorio de Joselito El Gallo en el que hizo estampar su firma al propio Ramón Valencia para volver a torear en la Maestranza tras el parón estratégico de 2017. “Su casa es su lugar en el mundo, un paraíso en la tierra”, añadió este erudito del universo becqueriano parafraseando a Fernando Villalón –garrochista y poeta de Andalucía la Baja que soñaba con criar toros de ojos verdes- al afirmar que “el mundo se divide entre los que vieron cortar el rabo de Morante y los que lo vieron por You Tube”.

Esa faena, la del rabo del toro de Domingo Hernández de la pasada Feria de Abril gravitó en todo momento en un acto que mereció ser grabado; una velada literaria en la que se marcó un denominador común: la irresistible atracción que ejerce Morante, un torero que revela un misterio. “Habría que haberlo elevado en una grúa para fundirlo en bronce al lado de Curro Romero”, proclamó el poeta antes de definirlo como “un sabio que tiene el lenguaje de la tauromaquia interiorizado y se ha alejado de la uniformización moderna del toro volviendo a las bases”.

El sentido del ritmo

Pero aún quedaba oír al autor del libro que, fiel a su estilo, no se anduvo por las ramas asegurando que “es un artista al que admiran los otros artistas; uno de los grandes creadores del siglo XXI”. Paco Aguado añadió que “la profundidad de su mensaje nos lleva a zonas que trascienden de lo meramente taurino”. Aguado incidió sobre la inmensa cultura taurina y el afán recopilador, casi enciclopedista, del diestro de La Puebla que ha sabido reinterpretar muchos palos del toreo con un lenguaje propio. “Se ha preocupado de escuchar a los grandes y tiene a todos los toreros asimilados pero todo es de Morante”, explicó el escritor madrileño subrayando “la técnica prodigiosa que se oculta tras ese arte tan profundo” y un “valor monumental”:

Pero Paco Aguado –biógrafo de Joselito- quiso descender hasta las fuentes de su toreo y sin desdeñar la herencia gallista apuntó nexos con lo que llamó la “otra orilla”. “Cuando Morante se inmola –recordaba la emocionante faena al toro de Juan Pedro Domecq el 1 de octubre de 2021- es Juan Belmonte puro. Pero el autor del libro presentado acabó de dar en la diana al marcar una constante de la tauromaquia del torero de La Puebla: el don del ritmo. “Morante lo tiene y sólo hay dos facetas del arte que producen una emoción directa y visceral: el toreo y la música y todo viene por lo mismo, por el ritmo...”