«Andalucía es un concepto poético precioso pero inútil»

Tras su debut en la novela con ‘Pulpa de limón’, Álvaro Romero retrocede al cambio de siglo en las marismas del Guadalquivir con ‘El resplandor de las mariposas’, una ‘ficción real’, un misterio atado a las esencias íntimas de una tierra sabia y dolorida

20 jun 2018 / 17:56 h - Actualizado: 21 jun 2018 / 11:04 h.
"Libros"
  • Álvaro Romero presenta su ultima novela. / Jesús Barrera
    Álvaro Romero presenta su ultima novela. / Jesús Barrera

Las marismas del Guadalquivir van camino de cobrar el mismo peso literario que aquellos míticos páramos ingleses por los que corrían los sabuesos, las novias despechadas y los detectives engullidos por las brumas decimonónicas. Solo que aquí, por las acuosas planicies palaciegas, el elenco del misterio novelesco lo ponen la droga, la memoria, las familias, el oprobio... Álvaro Romero Bernal coloca en este escenario, que es el suyo propio, su ficción titulada El resplandor de las mariposas (Ediciones En Huida).

—¿Cuándo podrá permitirse Andalucía mirar hacia adelante en lugar (o además) de hacia atrás?

—Yo creo que ya lo hace. No Andalucía, que es un concepto poético precioso pero inútil, sino los andaluces. Los andaluces, que son tan diversos como los acentos, miran por su futuro, claro que sí; otra cosa son los estereotipos que nos construyen desde dentro y desde fuera porque salen bien en la tele. Ahora bien, no se puede conducir sin retrovisor. La memoria no debe ser un lastre, sino un orgullo.

—¿En qué se parece la realidad a su novela?

—Esta novela, como la anterior (Pulpa de limón), no podría ser sin la realidad vivida de veras no solo por mí, sino por muchísima gente. La gracia de la literatura es que solemniza la realidad, que nunca es singular. Esta novela convierte en una realidad única muchas realidades dispersas, incluso las que no existieron como tal, pero se contaron. El resplandor de las mariposas bebe de mi realidad y de la realidad de mis antepasados, de lo que me contaron y de lo que les contaron a otras personas, que me contaron a mí, o yo oí alguna vez sin permiso? En cualquier caso, existen dentro y fuera del libro las marismas del Guadalquivir, el negocio y el drama de las drogas, la memoria dolorida de tanta gente?

—¿Cree que algún día se podrá fabular sobre el Sur sin hablar de sus comidas, sus ritmos, sus hogares, sus infancias, sus viejos y, sobre todo, sus mujeres mayores?

—El Sur late como le da la gana, y no tiene complejo para integrar en sus horarios y en sus fábulas las infancias y las mujeres mayores. En esta novela, desde luego, las viejas tienen un peso fundamental, pero no solo como abuelitas cándidas, sino como pozos de la memoria que nunca manaron porque nadie se ocupó de preguntarles en serio. En El resplandor de las mariposas, todo lo que podría averiguar la policía lo saben ya las abuelas. Puro realismo. Pero eso no quita para que el libro se impulse en las abuelas y se convierta en una novela negra.

—Pobreza y riqueza, nobleza y vileza, el que manda y el que obedece... ¿qué otras antítesis sigue habiendo en la marisma?

—La marisma y el Sur en general es siempre un territorio paradójico porque la riqueza y la nobleza se aprecian desde el objetivo de una cámara mientras que la pobreza y la vileza y el resentimiento se respiran solo si uno deja de ser turista. Una de las protagonistas de la novela, fotógrafa como su padre, dice que su padre fue a la marisma en busca de libertad y que ella se fue de la marisma para ser libre. Y las dos cosas son ciertas. La realidad es siempre antitética y solo se conoce completamente cuando, como los protagonistas de El resplandor de las mariposas, se huye de ella y se vuelve. En la marisma sigue habiendo misterios que uno solo puede descubrir yéndose muy lejos y volviendo de sopetón, como un forastero.

—¿Hay que escribir de lo que se conoce o de lo que se imagina?

—Supongo que cada escritor hará lo que pueda. Yo es que solo imagino sobre la base de lo que he vivido.

—Su libro también es una especie de réquiem por los periódicos. ¿Cómo será un mundo sin ellos?

—En la novela hay un homenaje al periodismo en que aprendimos a ser periodistas, sí, aquel en el que un redactor jefe tenía el planillo en la cabeza. Espero que no conozcamos un mundo sin periódicos, aunque ya estamos sufriendo un mundo en el que cualquiera juega cuando se aburre a ser periodista.

—¿Qué personajes de su libro son reales?

—Absolutamente todos. De hecho, algunos no lo eran completamente hasta que no han formado parte de El resplandor de las mariposas.

—¿Qué es lo que más le gusta de su libro?

—La relación del protagonista niño con su padre drogadicto. Esa visión con perspectiva del chiquillo que mucho antes de hacerse escritor es capaz de tener lástima de sí mismo, de su padre, de su madre y de su tierra me conmueve hasta el llanto.

—Cada día salen al mercado cientos de novelas. Dígame un par de razones por las que la gente debería leer la suya.

—Quienes la han leído ya dicen que los ha hecho conocerse mejor a sí mismos, y esa me parece una razón de peso. La otra razón puede ser que tienen muchas novelas en una, porque El resplandor de las mariposas es una novela de la memoria, de aventuras, policíaca, de amor, de viajes interiores, de misterio y hasta un homenaje al periodismo literario. Dicho esto, me conformo con que la gente lea.

—¿Qué es El resplandor de las mariposas?

—Es la única luz que resplandece a lo largo de todas las páginas de la novela para conseguir otra luz al final del túnel. Lo dice el protagonista al final, tan convencido como yo cuando se me ocurrió: si uno tiene el título, ya lo demás sale solo.